En el pueblo de Pablito la situación empezó a ponerse realmente mala, las noticias que llegaban ponían a todos los habitantes de Uy los pelos de punta. El anuncio de la construcción de un pantano en la comarca sonaba a desastre para los pueblos y las gentes de aquel valle; en poco tiempo hubo desbandada general, muchos emigraron a otros lugares.
Por este motivo escaseó el trabajo y como consecuencia se vendía menos pan y muchos menos pasteles, así que ante este panorama el dueño de la panadería donde trabajaba Nino, decidió prescindir de sus servicios. Esta situación trajo consigo falta de dinero y mucha desesperanza para la familia.
La casera ‘cara roja' al enterarse que el padre no trabajaba y por tanto no tenía ingresos económicos, encontró la excusa que tanto necesitaba para amenazarles con que se fueran de casa...
¡¡En mi casa no quiero pordioseros!!
¡¡Marchaos de mi casa a hacer compañía a vuestro perro!!
¡¡Hace dos meses que no me pagáis el alquiler!!
Les chillaba Hortensia sin ninguna consideración ni respeto. Al mes siguiente, al no poder sufragar sus deudas con la casera y hartos de desprecios e insultos, cogieron las cuatro cosas que pudieron y abandonaron la casa. A partir de entonces su hogar fue el cielo como techo y la tierra como cama, y en esta situación se enfrentaron a la vida pensando en las calamidades que les esperaban; hoy dormían en un portal, mañana en el ojo de un puente al abrigo de las heladas y si no debajo de las estrellas, al día siguiente en una casa abandonada y así día tras día...hasta que decidieron irse de la comarca.
Fuera de su valle la situación no era mucho mejor. Vivían de la caridad mendigando de pueblo en pueblo, alargando la mano por si alguien se apiadaba y soltaba alguna moneda para poder malcomer.
De esta manera transcurría la vida de esta pobre gente; el sufrimiento era tan hondo como profundo iba a estar el pueblo de Uy debajo del pantano.
