Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso.
Puede obtener más información, en nuestra Política de Cookies.

Cultura | Reinosa

Breve apunte de la familia de ‘Pablito ojos tiernos’

Capítulo 2 del cuento 'Berni' (Historia de un perro abandonado), de Alberto Gallo

Ese tipo de amenazas eran lo cotidiano en aquella casa; raro era el día en que a Hortensia no se la oía chillar, tenía que estar muy enferma o haberse ido a la ciudad por algún recado urgente.

La familia de Pablito llevaba dos años viviendo en esa casa, desde que un incendio asoló la antigua morada que poseían a las afueras de Uy. ‘Pablito ojos tiernos' temblaba cuando Hortensia despotricaba así de sus mascotas y sobre todo cuando amenazaban con echar de casa a toda la familia. Se ponía muy triste solo con pensar que tenía que vivir en otro lugar; Pablito, en su ingenuidad, se imaginaba que el mundo era solamente lo que divisaba desde la ventana de su casa o desde su escuela y que este se acababa a poca distancia de allí.

En el caserón de Hortensia, Pablito y su familia vivían en régimen llamado "con derecho a cocina"; consistía el trato en compartir un hogar o una cocina, como se quiera llamar, con otros inquilinos de la misma casa. En cambio las habitaciones donde dormían eran de uso exclusivo, las de la familia de Pablito tenían una ubicación muy particular, se situaban en la buhardilla orientadas al norte. Como consecuencia de esto, pasaban mucho frío en invierno y demasiado calor en verano.

La existencia de Pablito y los suyos era muy precaria. Aun así, ‘Nino' el patriarca de la familia pedía al destino que su estatus no tornara a peor. ‘Berta', la madre, aparte de las labores propias de su casa ayudaba a Hortensia en los menesteres de la hacienda; limpiaba los pesebres, daba de comer a pollos, gallinas, conejos...segaba los prados y desempeñaba toda clase de trabajos que supusieran un gran esfuerzo físico.

A cambio de estos servicios Hortensia la desquitaba parte del alquiler de la casa, era poquito pero..."¡Algo es algo!" Decía Berta entre orgullosa y sumisa. El padre trabajaba en una panadería de horno de leña instalada en un pueblo distante un buen trecho de su casa, consumía un par de horas al día entre ir y venir al trabajo, pero no había más remedio y además..."¡contento!" Como decía él cuando salía el tema a relucir...El resto del clan familiar lo completaban dos gatos que tenían como mascotas, que aparte de incordiar a Hortensia se dedicaban a cazar ratones por los huecos misteriosos de aquella buhardilla.

Hasta ese día la vida transcurría de forma normal y rutinaria con las vicisitudes propias del momento y las escasa alegrías que tocaba disfrutar; pero en esta vida las situaciones son manifiestamente empeorables así que el dicho se confirmó y para empezar a complicarse, a Pablito se le antojó un lindo perro recién nacido que el dueño de una casa cercana regalaba al que se interesase por él.