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Opinión

"La responsable soy yo"

"La riada que corría por la Avenida de la Naval no era de agua dulce, era un río de vergüenza, era la naturaleza poniendo a la humanidad en evidencia"

Ya han pasado varios días desde que los ríos entraran en Reinosa. Casi tan abundante como el agua y el barro eran nuestras caras de completa sorpresa y desolación. Las voces de los reinosanos y las reinosanas pedían al cielo que parara de lanzar agua sobre su tierra y "mandaban fuerza" a la ciudad. Como si el cielo fuera un ser con vida propia. Como si soltar sus deseos al aire fuera a hacer que se materializaran.

Desde que el "Diluvio Universal" anegara el valle de Campoo se han leído y oído todo tipo de lamentos. Todos cargados de asombro y preocupación por nuestros garajes, nuestros coches, por el lodo que invadía nuestras casas. Y entre el bullicio de las frases vacías e inútiles, hacía su aparición el autoengaño que, con un aplastante silencio, trataba de no hacer referencia al verdadero problema que enfrentamos. Ninguna voz dedicada a la tan "irreal" CRISIS CLIMÁTICA, ninguna voz responsable entonando el mea culpa por los excesos de nuestros modos de vida insostenible. Ninguna reflexión sobre las verdaderas razones del "inesperado" desastre, anunciado sin cesar por las mujeres y los hombres de ciencias y por una niña sueca ridiculizada hasta la saciedad. Tampoco indignación ante la inactividad de nuestros representantes políticos. Silencio sepulcral en las redes sociales y en los grupos de Whatsapp. Y también unas leves notas del victimismo habitual.

La riada que corría por la Avenida de la Naval no era de agua dulce, era un río de vergüenza, era la naturaleza poniendo a la humanidad en evidencia. Esa riada no depende de la voluntad del cielo, depende de mi; de todos y todas las que cuando salga el sol volveremos a olvidar. Depende de mi; de todos y todas las que, para evitar debates, encontronazos y miradas hostiles ignoraremos lo que sabemos y fingiremos que "no hay nada más que hacer".

Artículo de opinión de la reinosana Lucía Olivera García