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Opinión

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"La calle nueva, los edificios más modernos, los que hacen que la ciudad sea más ciudad, por su obra relativamente reciente. Sigues con paso lento, saludando a conocidos, tus amigos, como tú ahora, vendrán más tarde de otros lugares"

Un autobús o un tren, ese es el requisito imprescindible para volver a tu lugar, a tu casa con los tuyos. También hay otra circunstancia, que lleves fuera el tiempo suficiente como para regresar con el ánimo encogido y la melancolía arrastrando una maleta.
El tiempo es el factor que marca nuestra existencia, nuestra evolución, nuestra historia personal y nuestras experiencias.

Te vas acercando a los lugares que ya comienzas a recordar, esos lugares que marcaron y marcan tu vida y la de los que viven o regresan donde ahora tú vas.
Las montañas emergen a lo lejos como si fuera una nueva orogénesis que también retuerce y presiona tus entrañas. Un terremoto de sentimientos encontrados que fluyen, como lava incandescente que te arrasa.

Adivinas, subiendo por Lantueno o acercándote por Cervatos, las nubes encima del Tres Mares y del Cuchillón. El valle se despliega a sus pies, como surgido del frío de un hielo atávico que conserva inmóviles los pueblos a los que fuiste alguna vez en fiestas.
El pensamiento se acelera y los recuerdos que enterraste vuelven una y otra vez a ti, se sientan en el asiento contiguo al tuyo y te hacen compañía durante el viaje.
El tren o el bus te acercan a tu destino. Ellos con su ritmo monótono y distante, a cien kilómetros por hora, pero tu inquietud se acelera. Más cerca.

La torre de la iglesia se vislumbra ya, y el resol de la mañana inunda la ciudad con un color dorado. Ahora ya puedes ver los tejados y la fábrica con una entidad independiente, como si fuera un mecanismo externo que da la vida, y al que la ciudad permanece conectada como los enfermos a un corazón o un riñón artificial que les permite seguir respirando.

Y llegas, despacio, poco a poco a la estación y cuando desciendes del medio de transporte elegido, el primer recuerdo que te viene a la mente es el olor a galleta. Hoy sopla el viento sur.

Vas caminando por los lugares donde se forjan las mitologías de nuestros recuerdos y sentimientos. El parque de Cupido y sus árboles te saludan con un titilar leve de sus hojas y Casimiro mira ceñudo hacia un horizonte cercano.
Ese parque inicio y fin de tantas cosas, de tantas carrozas, de tantos paseos y de tanta vida...

La calle nueva, los edificios más modernos, los que hacen que la ciudad sea más ciudad, por su obra relativamente reciente. Sigues con paso lento, saludando a conocidos, tus amigos, como tú ahora, vendrán más tarde de otros lugares.

Pasas el puente que cruza el río, ese puente que es una gran puntada de costura que une dos espacios diferentes, dos ciudades también diferentes. Comienzas a respirar hondo, al ver las galerías y esos miradores de los que un día leíste algo y pasas por la plaza del Ayuntamiento, que a esta hora, el sol pinta dulcemente con el color ocre que hace que las piedras contrasten con el azul de un cielo sin nubes. Plaza de música, de verbenas, de citas y protestas, pero sobre todo de permanencia, es como la aguja de la brújula, el punto donde todo empieza y finaliza.

Desde la plaza ves la iglesia en línea recta, con su piedra también dorada y los evangelistas custodiando las alturas de la ciudad.

Los soportales te acogen en su calidez y en su penumbra, y ya sabes que estás en casa, que aquí naciste y sigues, que aquí una parte de ti, de tu biografía, de tu carácter se forjó y se trasmitió a tu ADN.

Sabes que aquí pasaste una larga etapa: el colegio, los primeros amigos, el instituto, los primeros San Mateos y otras fiestas y otras historias tal vez no tan alegres.
Hoy has regresado tú, y mañana y pasado mañana regresarán otros, poco a poco, como la arena de un reloj se irán y volverán. Los que se fueron recordarán tal vez lo mismo u otras vivencias quizá tristes, pero Reinosa siempre será esa protagonista callada que muchos llevamos dentro.

La canción de Gardel ya lo decía, con ese tono dramático y sentimental del tango: "volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien...La vieja calle donde se cobijo el primer amor...El viajero tarde o temprano detiene su andar..."