Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso.
Puede obtener más información, en nuestra Política de Cookies.

Cultura | Reinosa

La vida es juego

La recomendación de la biblioteca Sánchez Díaz para esta semana

El libro que hoy recomendamos no es un libro fácil de leer, es un libro que en las primeras páginas sorprende por el exhaustivo recuento de detalles, de manera que parece un memorándum o un informe, pero, una vez superado el desconcierto inicial, es un verdadero placer adentrarse en ese gran artificio construido como un descomunal rompecabezas, eso sí, siendo un lector que busca nuevas experiencias y modos expresivos y que disfruta con los retos que plantean algunos autores.

El escritor francés George Perec era un apasionado de los juegos, de los puzles, de la pintura, y por supuesto, de la experimentación y todo esto unido es el fundamento de La vida instrucciones de uso, novela concebida como un gigantesco engranaje literario, en el que los juegos y el arte completan una forma tan compleja como interesante.

El libro se compone de noventa y nueve historias que se desarrollan alrededor de un edificio de París. Desde sus páginas seguimos la vida de los vecinos de este inmueble y la manera en la que se enlazan unas a otras formando un inmenso tablero cuyas casillas están formadas por las dependencias de este edificio singular, y en cada una de ellas, se desarrolla un episodio que irremediablemente se une a otro u otros creando un cuadro con mil perspectivas diferentes. Conocemos cada suceso de cada habitación, escalera o rincón y no solo del presente sino todo aquello que sucedió, la historia de todas las personas, de todos los muebles o de todos los objetos que les adornan.

La regla fundamental del juego, el esqueleto de este divertimento literario, es el plan de vida de un excéntrico y metódico millonario, inquilino de la casa, que no encuentra ninguna satisfacción en los placeres de los que disfrutan otros millonarios y que diseña un proyecto -inútil en sí mismo- que consiste en ocupar su existencia dedicando diez años a aprender a pintar, veinte años a recorrer el mundo pintando una acuarela cada quince días, en un lugar diferente (que después envía a un carpintero para que le haga un rompecabezas con cada una de ellas). Los veinte años siguientes, ya en Francia, con el orden establecido en los viajes irá haciendo sus puzles.

Esta narración caleidoscópica es tan compleja, el mundo que recrea tan extraordinario y su lenguaje tan inusual que ha sido y será por mucho tiempo una de las mejores novelas francesas del siglo XX, ya de por sí repleto de buenos escritores y magnificas obras.