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Con mucho cuento

Un viaje al interior (de las palabras)

Un viaje al interior (de las palabras)

Celia Corral Cañas también pone Acento Campurriano en su primera colaboración desde su sección 'Con mucho cuento'

Pulsas clic. Clic. Y la web se abre enseguida. El fondo blanco, arriba dos palabras, una negra y una verde. Vive Campoo. Te preguntas por la primera palabra. Vive. ¿Tercera persona del singular del Presente de Indicativo, describiendo una realidad sobre ese sujeto colectivo que habitamos todos los que ahora estamos aquí, leyendo estas palabras, identificándonos en la palabra Campoo, en esa doble o final que desconcierta a quien no conoce, a quien (aún) no forma parte? ¿O tal vez segunda persona del singular del Imperativo -¡Vive, Campoo!, ¡No dejes de vivir!-, como un mensaje de ánimo, una orden que todos queremos transmitir y cumplir? O quizá no, quizá no lo piensas. Porque Vive Campoo tiene ya un significado propio, adquiere un sentido por sí mismo más allá de su literalidad. Y es por eso, porque conoces su significado, que estás aquí.

Las noticias se presentan como cartas sobre la mesa. Y entre ellas un espacio nuevo, recién salido del horno, las palabras crujientes por fuera y suaves por dentro, algunas de ellas hojaldradas por su esencia campurriana. Este nuevo espacio hoy lleva por título "Un viaje al interior (de las palabras)". Clic. Y sigues leyendo.

La palabra palabra padece insomnio. Son tiempos difíciles, no solo para la lírica. La palabra palabra se sabe en crisis. Se siente malinterpretada, despreciada. Se siente arrojada de un lugar a otro, utilizada. O, peor aún, no utilizada, caída en el olvido.
Claro que siempre lo han sido. Los tiempos siempre han sido difíciles. Todos. Pero ahora, ahora que parece que ha llegado el momento de reflexionar, de leer pausadamente, ahora podríamos habitar las palabras, refugiarnos en ellas, tratarlas con la dignidad con la que ellas -considera la palabra palabra- nos tratan a nosotros.

La palabra palabra sabe que viene del latín, de parabŏla, y a su vez del griego, de παραβολή. La palabra palabra comprende su condición de parábola, de comparación. Se reconoce en la idea de la narración alegórica y también en la curva abierta con respecto a una recta, esa sonrisa generosa, simétrica. Sabe que nació para representar un mundo ya existente, para reflejar una realidad. Y también todos los mundos imaginarios, todas las realidades alternativas. Recuerda que en Cien años de soledad el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y para nombrarlas había que señalarlas con el dedo. Menos mal que se inventaron las palabras -se dice palabra, autosatisfecha- para poder llegar mucho más lejos de lo que alcanza a señalar nuestro índice, mucho más lejos de lo que alcanzan a ver nuestros ojos.
La palabra palabra, representante orgullosa de todas las palabras, de esta y también de aquella, de la que te da nombre a ti y de la primera que aparece en tu mente cuando te dicen que pienses una palabra -¡Piensa una palabra!- y delegada convencida del universo verbal que no dirige pero sí observa y custodia, se siente decepcionada. Parece que no tiene validez, que no es suficiente para nosotros. Porque la palabra palabra tiene fama de volátil, de dejarse llevar por el viento, de estar y no estar. Está harta de escuchar a la gente decir que prefiere los hechos. Más hechos y menos palabras, escucha a algunas personas pronunciar, utilizando para ello, paradójicamente, las palabras. Las palabras son solo palabras. ¿Solo palabras?, medita palabra, confusa. La palabra palabra (que en ocasiones también es una promesa) se siente infravalorada, herida.

Y es que las palabras son muy sensibles a nuestra forma de invocarlas. Las palabras se mueven, respiran. A veces se ponen nerviosas, se tuercen, se tropiezan, se deslizan por la página, como por esta pantalla, resbaladizas, se escurren como un pez. Otra veces son firmes, consistentes. Son salvajes, pero si las tratas bien se dejan acariciar, ronronean a tu lado, van y vienen y en cada visita te enseñan algo nuevo, algo nuevo sobre tu mundo. También juegan entre ellas y contigo y a veces te ayudan a entender lo que estás pensando, a concretar tu pensamiento o a complejizarlo. A veces se dejan abrir como una nuez. Otras, son ellas quienes te diseccionan a ti, descubriendo tu morfología. Algunas te observan a escondidas, sin que puedas alcanzar a adivinarlas, y huyen cuando crees que las has capturado, risueñas. Pero vuelven, siempre vuelven, si sabes buscarlas. Al contrario que nosotros, no le temen al silencio. Comprenden que el silencio es imprescindible en su universo, como en el lenguaje musical. Dependen de nosotros, y lo saben, de la misma manera en que nosotros dependemos de ellas. Podríamos vivir los unos sin las otras, pero la vida -la suya y la nuestra- sería cualitativamente distinta, cualitativamente peor.

Sin embargo, tú puedes hacer algo, tú siempre puedes hacer algo. Ya lo estás haciendo, de hecho, recogiendo este mensaje lanzado al mar en una botella de cristal, desenrollándolo, leyéndolo palabra a palabra y dándole un sentido con tu mirada, con tu lectura, ayudando a las palabras a cumplir su cometido comunicativo, a proseguir su ciclo vital.

El texto está a punto de terminar. Ahora eres tú quien tiene la palabra. La palabra palabra sonríe, sintiéndose aludida. Se ruboriza un poco. Y te espera. Despierta, que no insomne. Tu palabra espera que la leas para poder leerte. Porque sí, ahora está en ti encontrarla, recibirla. Tuya es. La última palabra.

*Celia Corral Cañas es licenciada en Filología Hispánica y doctora en Literatura Española por la Universidad de Salamanca. Ha sido becaria de investigación y profesora asociada en el Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca y actualmente es profesora de español para extranjeros y docente en el Máster en Escritura Creativa de la Universidad de Salamanca.
Como creadora ha obtenido, entre otros, el primer premio de Poesía del "XII Certamen de Jóvenes Creadores 2011", el primer premio de Relato Breve de la "33ª edición de premios José Hierro" (2014), el primer premio de Poesía de la "34ª edición de premios José Hierro" (2015), el "III Premio Internacional de Poesía Jovellanos. El Mejor Poema del Mundo" (2016) y el "IV Premio de Narrativa Carmen Martín Gaite" (2019).
En 2017 publicó el poemario La voz del animal bajo tu piel (BajAmar Editores) y en 2020 su primera novela, Tiempo para los pájaros (Ediciones Traspiés), con la que obtuvo el "IV Premio de Narrativa Carmen Martín Gaite".*