"Qué, ¿vamos a dar una vuelta a Reinosa?
-Vale, pero no aparques en Cupido que los 'tordos' te ponen el coche perdido..."
Seguro que os es familiar esta frase, y más cuando os ha tocado rascar los excrementos de la luna trasera o delantera del coche.
Pues aunque os parezca mentira, estos mal llamados 'tordos', son unos recientes habitantes de nuestra comarca, así hace 50 años, la especie era una rareza en el norte de España. Su colonización se puso de manifiesto en Norteamérica, donde un farmacéutico seguidor de Shakespeare, intentó recrear todas las especies de aves presentes en las obras del autor inglés, así introdujo a los estorninos en E.E.U.U. en 1980. En la actualidad están presentes en la mayor parte del territorio norteamericano.
Los estorninos pintos (Sturnus vulgaris), son la especie que elige nuestras latitudes para pasar el invierno.
Esta ave de pequeño tamaño presenta una coloración negruzca con punteaduras blancas en el final de las plumas, de ahí lo de pintos. En contraste con el sol aparecen irisaciones verdes o moradas en el plumaje de las que carecen los juveniles que son parduzcos.
Las patas son rojizas, y el pico es negro en el invierno y amarillo en el verano.
Otro de los rasgos característicos de esta especie es la continua emisión de cantos lo que sumado a la formación de grandes bandos nos hace recordar en alguna forma a la película "Los pájaros" de Hitchcock.
Estas aves utilizan la bandada como un sistema de comunicación y defensa, ante un predador alado la cantidad de individuos y los giros repentinos en el vuelo hace que la elección de presa sea difícil y ahí está la eficacia de la estrategia. Esmerejones, cernícalos y algún que otro halcón peregrino, que ronda la ciudad, esperan el descuido para hacerse con algún estornino.
Buscan el dormidero, que son lugares arbolados, transformadores o cables de la luz y torretas de edificios, en los que pasar la noche al calor de tantos cuerpos apilados. Cupido, el cementerio de Reinosa o los tranformadores de Gerdau se tiñen de negro con la caída de la tarde. Se ha descubierto recientemente que a la hora de posarse mantienen siempre una distancia mínima entre individuos y que a través de sus cantos se aportan información de los lugares de alimentación más favorables.
Son de admirar en las tardes frías de invierno, en que la helada ya se nota con un cielo naranja de telón de fondo. Aparecen ellos, surcan el cielo en un compás armónico, en bandos que forman ochos, medias lunas, eses... mil figuras que animan las tardes y hacen olvidar los inconvenientes de tener a estos vecinos.
Pasan los días y aumentan las temperaturas con lo que se anuncia la llegada de una nueva primavera. Para los estorninos pintos llega el momento de volver a sus cuarteles de cría en centro y norte de Europa y a nosotros nos quedará poco para la llegada de sus primos, los estorninos negros (Sturnus unicolor), que nos eligen para criar año tras año.
Pero eso será otra historia.