Todos tenemos un lugar al que queremos volver. Allí donde arraigan nuestros recuerdos de la infancia, lazos familiares vivos, los primeros amores y las primeras amistades, la tierra que acoge los restos de nuestros mayores, una forma de hablar, una cocina, unos olores, un paisaje, un frío o la nostalgia de la silueta del Cuchillón recortándose en el poniente al atardecer.
"Ojos que te vieron ir / por el puente de Reinosa /
¡Cuándo te verán volver / por el de Matamorosa! /"
No es fácil dejar atrás tu casa. Uno sabe cuándo se va pero no cuando vuelve. Decía mi abuelo que "cuando más te alejas, más tardas en regresar". Tenía razón. Recuerdo cuando marché por vez primera de Reinosa, para irme a estudiar a Bilbao. Reinosa era, para mí, el mejor lugar del mundo. Pocas cosas me han resultado más duras que aquel primer "destierro". Irme, después, a vivir a sitios mucho más lejanos, no resultó ni la décima parte de doloroso que marchar de Reinosa con 17 años.
"Voy suspirando, que han llamado otra quinta y esa es la mía,/
ahora sí que me llevan para Melilla, voy suspirando./
Me marchó para el servicio, dame la mano y no llores./"
Ausentarse de la comarca es una tristeza parecida a la que le entra a uno cuando ve pasar, por la Fuente de la Aurora, la última carreta del Día de Campoo. Esa carreta no sólo se lleva las fiestas de San Mateo sino, también, el verano. Marchar siempre tiene el sabor de esas últimas cosas que, de algún modo, uno ya sabe que no regresan.
"Dejando sólo un recuerdo y una amargura en el alma/
¿Dónde vas campurrianuca? ¿Dónde vas morena mía?"
El campurriano o campurriana ausente es quien, siendo de Campoo, no se encuentra en Campoo. En fin, quien sintiéndose de Campoo no está (físicamente) allí. Pero, precisamente, somos los que vivimos fuera los que, tal vez, más a menudo estamos mentalmente en Campoo, haciendo equilibrios para preservar nuestra identidad, nuestro arraigo y nuestro sentido de pertenencia. Somos campurrianos ausentes los que, viviendo fuera, compartimos vivencias comunes en la comarca de Campoo y sus valles.
"En el altu La Frontal/ tres vueltas le di al sombrero/
adiós mozas campurrianas/ volveré pasao febrero."
Ese vínculo emocional no depende de acordarse de las marzas a finales de febrero o saberse más canciones campurrianas que nadie, tampoco de vestirse o no con el traje típico el Día de Campoo, de celebrar o no las fiestas de San Mateo, ir a por setas o ráspanos ni de subir al Cordel un par de veces al año. Es una cuestión de "conexión".
"Aunque me voy no me voy, aunque me voy no me alejo,/
aunque me voy en persona, no me voy en pensamiento."
Cuando emigra uno se ve obligado a "desconectar" de allí de donde procede para poder "conectarse" con ese nuevo lugar, esa sociedad distinta y ese ambiente desconocido que te acogen de nuevas. Toda nueva conexión exige de una desconexión con lo anterior. Los que marchamos nos quedamos, a menudo, con un pie en cada mundo, entre dos tierras, con el paso cambiado y, en fin, siendo de todas partes y de ningún sitio ya.
"y verás que en tu arboleda, un pájaro ha puesto el nido."
Pero el campurriano ausente tampoco está siempre presente allí donde reside. Extranjeros allí donde vivimos, a menudo tenemos que invisibilizarnos para sobrevivir, pasar inadvertidos, camuflarnos en la espesura, no llamar demasiado la atención, renunciando a nuestra identidad y a nuestro arraigo, corriendo el riesgo de acabar siendo -como Ulises- alguien que no es de ninguna parte: el estrés crónico de quien no es capaz de echar el ancla; una "desconexión" permanente que puede llevar al que emigra a volver a mudarse continuamente en busca de un sitio donde volver a sentirse en casa. Un puro errar.
"Adiós Campoo adiós, / de espaldas te estoy mirando
la salida ya se ve / la entrada, sabe Dios cuándo."
Para mantener vivo ese arraigo y esa identidad, uno se pone a Almudena López, a Cote o a la Ronda La Pozona en el coche, llena la maleta de galletas Campurrianas o de Pantortillas, le pega una pegatina de Alto Campoo, del nacimiento del Ebro o de San Mateo'98 a la bici y se pasea con ella por sitios lejanos, idealizando el regreso a Campoo, pero ni los lugares son los mismos ni los que partimos somos ya los de entonces. Nuevas costumbres, nuevos lazos, nuevos compromisos, nuevas amistades en los lugares de acogida nos dificultan volver. Al principio te imaginas regresando a lo que en su día dejaste atrás pero, poco a poco, vas asumiendo que la vida allí, en casa, continúa y sigue sin tí, que te perderás fiestas, bautizos, comuniones, despedidas, bodas, entierros y, en fin, muchas cosas importantes con la gente que más te importa.
"Amante mío del alma/ que descuidaducu vives/
no hay papel en esa tierra/ que una carta no me escribes."
Todo ese perder le hace a uno diferente. Ese estar ausente pasa de generación en generación, transmitiéndose de "padres ausentes" a "hijos ausente". Al final uno se engancha a nuevas experiencias, nuevos lugares, nuevos platos y nuevos amores. Y, al volver a Campoo, te dicen: "tú hablas raro, se te ha quedado acento de por allí" o "tú aquí ya no vuelves". Mientras, cuando vuelves, paseando entre el Parque de Cupido y la Fuente de la Aurora, uno va por la por la calle mirando a la gente convencido de ir a encontrar algún rostro conocido sin saber si saludarle o no por no estar seguro de si se acuerdan de tí.
"En la quima más alta de una cagiga florida / cantaba una paloma y así decía/ dame un beso amoroso de despedida/ y espera mi vuelta que pronto será."
La mejor manera de alimentar el sentido de pertenencia campurriano es regresando a Campoo, volviendo a pisar las calles que nos vieron crecer, doblar esas esquinas que recuerdan aquel primer beso, pasear entre las sombras aún vivas de los árboles que nos vieron aprender a caminar, a andar en bici, observaron nuestras primeras borracheras y los primeros amores. Esos mismos árboles que también acompañaron los últimos paseos de quienes nos criaron. Nos haremos viejos y esos árboles campurrianos seguirán ahí.
"callejuca, callejuca,/
las veces que te he rondado y las que te rondaré"
Porque un hogar no es dónde uno está, ni donde aparca el coche; ni siquiera allí donde vota sino a donde uno se siente pertenecer y donde recuerda haber sido, seguir reuniéndonos es lo que realmente nos hace ser campurrianos. Los campurrianos y campurrianas ausentes tenemos muchas más cosas en común, en la ausencia, de lo que imaginamos. Decía Luis Cernuda "Vuelva el que tenga / Tras largos años, tras un largo viaje / Cansancio del camino y la codicia / De su tierra, su casa, sus amigos, / Del amor que al regreso fiel le espere."
El 7 de agosto, a las 12:00 del mediodía, en el Parque de Cupido de Reinosa, Campoo espera a sus campurrianos ausentes.
"Al otro lado del mar llevo tu corazón/ aquí te dejo yo el mío/
trátale con amor/ no lo maltrates niña, no lo maltrates no........"