Paradójicamente se denomina La Montaña donde menos cordillera hay
"En realidad, hay lugares donde se come menos arroz que en Orzales"
En Hispania siempre hemos sido de tópicos. Aunque quien más y quien menos se queja de que la típica piel de toro se venda en el mundo al son del flamenco, bajo una sombrilla y comiendo paella. Es recíproco lo que nosotros imaginamos del guiri o foráneo de turno. Por ejemplo, cuando pensamos que todos los chinos son iguales -tan sólo hay cincuenta y seis etnias diferentes- y que se atiborran de arrocito con cosas. En realidad, hay lugares donde se come menos arroz que en Orzales. O que los made in USA son en su mayoría unos ignorantes, que nos ubican en el Caribe o más al sur. Hagamos nosotros el ejercicio de preguntar a cualquiera las bondades de Ciudad Real, la capital de Suiza o la ubicación de Rasines... No es una prueba para nota. Comprueben los resultados.
El asunto no pasaría por ser más que anecdótico, porque el país del dragón queda a desmano y con la comunidad oriental nos relacionamos lo justito más allá del mostrador. Y con los que bajan del ferry o los yanquis poco más, salvo excepciones. Pero curiosamente los estereotipos que aplicamos y nos aplican también se reproducen a pequeña escala en nuestra tierra antaño indómita.
En no pocas ocasiones el desconocimiento, la desidia o la comodidad nos lleva a quedarnos con el tópico y no ir más allá. ¡Qué pereza! Así la gente tras preguntarme por mis lares familiares y contestar: Valderredible. Varias son las reacciones del interlocutor: Silencio y cara de póker. «Por Reinosa, ¿no?». «Ah, Polientes». «Donde las patatas». Después vendrán explicaciones varias. Que mi pueblo no es Polientes, que Valderredible no es un pueblo, que es un ayuntamiento con cincuenta y tres localidades, y ni es Palencia, ni es llano. Y que tiene algunas cosillas que ver y vivir... además de patatas, muy buenas y que raramente habrán probado.
El asunto es extensivo a cualquier lugar de Campoo. Más allá de Reinosa hay un enorme vacío. Cada uno de los que se encuentran al otro lado habrán dado más de una y dos explicaciones evidentes. Efectivamente esto es Cantabria, ni más, ni menos. Paradójicamente se denomina La Montaña donde menos cordillera hay. Aquí el cocido es de garbanzos -ya, como el castellano...- Como si fuera un crimen. Y en mi casa nunca comí esas jijas que ahora tanto me venden en Torrelavega y Santander, picadillo puro. Y como por estos lares el castellano que se habla tiene menos giros dialectales, ya no mola tanto. En Reinosa y Campoo hace frío y nieva... Pero no todo el tiempo y cada vez menos.
Cuidado, tampoco es esto motivo de alarma y casus belli. Ni sacaremos la recotada a lo Puerto Hurraco. Bastante ya nos gusta por cada rincón hispánico despellejarnos, con y sin razón. En eso el tópico se convierte en característica y ADN patrio.
No es mi infancia recuerdos de un patio de Sevilla. Más bien son recuerdos de un pueblo de Valdelomar. De calles de tierra. Ventanas aulladoras. Veranos interminables. Bicicleta GAC y amigos para una vida. De montes con las vacas. Rodillas escalabradas y muchachada frente la única tele. Y aunque sea un tópico, qué tengáis el típico estupendo verano.
*Juan Carlos Cabria Gutiérrez es profesor de lenguas clásicas, escritor y divulgador de la cultura y el patrimonio de Cantabria nacido en Torrelavega en 1971. Esta tierra junto con la de toda su familia, Valderredible, han supuesto su mayor influencia a lo largo de sus veinticinco años de periplo investigador y literario. En 1997 publicó su primera obra, La mitología cántabra, a través de los mitos europeos. Le seguirían, Estelas cántabras, símbolos de un pueblo (2000), o Dioses, mitos, héroes y leyendas de Cantabria (2004), reeditada y ampliada en 2018. Coautor de Motivos decorativos y ornamentales en la arquitectura tradicional de Cantabria (2002), o de Cántabros. Origen de un pueblo (2012).
Conferenciante y profesor en cursos sobre patrimonio y etnografía de Cantabria, así como habitual articulista de numerosas publicaciones, como Cántabros, Aguanaz o periódicos como La Realidad o El Diario Montañés. Destaca su relación con Valderredible, en el que ha centrado muchas de sus investigaciones, y en donde discurre gran parte de su vida.*
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