Parece que los recuerdos, si son relatados, no dejan morir aquellas escenas del pasado que dibujaron ratos de asueto y jolgorio entre vecinos o en familia. Uno de esos recuerdos, contado una y otra vez por mi abuela, era la fiesta de Santa Ana del 26 de Julio. La escena parece estar representada en muchos hogares de Reinosa, Salces, Nestares, Fresno, Requejo y otros pueblos aledaños.
El día de Santa Ana era un motivo para salir al campo con la familia y comer o merendar en el lugar, alargando la salida hasta bien entrada la noche. La jornada comenzaba con una misa en la pequeña ermita, a la que acudían vecinos de todos los lugares (especialmente de Fresno del Río). El templo abría entonces sus puertas al culto y se mostraba ante el visitante luminoso y floreado.
Tras la misa, algunos acudían a comer o a merendar al lugar; la subida, generalmente a pie, tomaba inicio a partir de la casa de Eladio "el Lechero", levantada al inicio del camino. Así, ascendiendo suavemente entre prados ya amarillos y alguna que otra zarza, se vislumbraba prontamente la campa de Santa Ana.
Por lo general los peregrinos vestían alpargatas u otro tipo de calzado, fresco pero cerrado, para ascender sin pincharse (ya que la hierba seca se presumía recién cortada). A la cabeza, las niñas y algunas mujeres se colocaban un pañuelo fino atado en la nuca para evitar el sol, los hombres vestían camisa de manga corta y alguno que otro una boina. Solo los más pequeños lucían pantalón corto, ya que no era costumbre que un hombre adulto lo llevara, ni tan solo en días de calor.
Algunos elegían el sitio de la Mina Fontoria para iniciar la jornada con un baño fresco y tomar alguna vianda junto al chiringuito que, medio incrustado en la piedra, se había levantado en el lugar. Otros acudían a merendar, bien equipados, a la campa adyacente a la ermita. Un cesto con tortilla recién hecha, algún embutido, agua y vino con gaseosa en garrafa (a veces adquirido en el quiosco de la Mina), eran cuanto se requería para pasar la tarde. Allí, entre vecinos y amigos, acompañados por los sones de fiesta, cada familia se disponía en torno al mantel para merendar, charlar y "echar" alguna que otra partida a las cartas. Mientras, los niños jugaban con libertad por el prado, buscando con entusiasmo al barquillero con su barril, o el carro de cubierta blanquiazul de los helados.
La campa, quedaba además bordeada por puestos de avellanas, almendras o frutas, otros con juguetes o la imprescindible cachapera; todos ellos decorados con toldos y tiras de bombillas blancas que iluminaban al caer la tarde. Panderetas, piteros, organillos, acordeones y alguna que otra orquesta, ofrecían melodías que animaban a los romeros a "echar un baile", unos al estilo campurriano y otros más agarrados con el pasodoble. La cuestión era pasar una tarde de esparcimiento en el campo.
La ermita y su historia
La ermita de Santa Ana, se levanta en una pequeña campa, rodeada por verdes prados, bosquecillo y explotaciones ganaderas, próxima al pueblo de Fresno del Río. Su factura es claramente medieval, pues aún se pueden apreciar las huellas del románico (especialmente en su ábside semicircular). Aún con muchas reformas posteriores, la construcción nos deja ver, así mismo, unos canecillos enormemente desgastados (con figuras aún esbozadas) y una puerta muy elemental con arco de medio punto, cuya doble armadura descansa sobre cimacios solo biselados.
Más allá, parece que los vestigios que nos quedan son muy escasos. No se sabe con certeza si la mencionada ermita pudo haber estado vinculada al monasterio dedicado a Santa María, que se habría levantado en el sitio de Fresno en el siglo XII. De él, da cuenta una carta de donación firmada por el rey Alfonso VIII. Por otro lado, en el Cartulario de Santa María de Aguilar de Campoo (fechado en 1203), queda constancia de este monasterio.
El área sobre el que se dispone la ermita, deja además otros testimonios históricos de interés, por ejemplo, una necrópolis altomedieval de tumbas de lajas (de los siglos XI-XII), precedida posiblemente por una pequeña estela discoidea que durante un tiempo estuvo colocada sobre la entrada de la ermita. Además, muy cerca podemos encontrar la conocida como Peña del Fraile, interpretada por algunos como un menhir.
El espacio en el que se asienta la ermita ha sido y es aún hoy en día, un lugar tranquilo, un oasis próximo a Reinosa, donde los campurrianos acuden con asiduidad en busca de tranquilidad y paseos con vistas incomparables. Hoy, engalanada, la campa de Santa Ana se dispone a acoger a los romeros que aún en pleno siglo XXI guardan con ilusión las costumbres de antaño.