Publicamos con el permiso de su autor el artículo de opinión que hoy se recoge en el suplemento Campoo que edita El Diario Montañés.
Para un amante de esta tradición como el que suscribe es duro tener que lanzar un mensaje de socorro. Pero no es nuevo. Los pocos que aún pululamos por El Ferial lo llevamos haciendo desde hace años hacia las instituciones y, sobre todo, hacia la ciudadanía. A los primeros porque son los representantes (no lo olviden) y tienen obligación de poner todos los medios posibles a disposición de los ciudadanos. A estos últimos porque son los verdaderos depositarios del acervo cultural y tradicional. Una hipotética inacción del ayuntamiento puede ser subsanable. La indolencia de los ciudadanos hacia una tradición, además de imperdonable, puede hacerla irrecuperable.
En el caso de Reinosa, los tres carrocistas que mantienen el desfibrilador (todos sabemos quienes son) se ven arropados apenas por tres decenas de jóvenes valientes y comprometidos. Muerte lenta. Curiosamente en la década con mejores obras de arte de la historia. Pura paradoja. Desde hace siete años se vienen dando avisos de la delicada situación. Primero fue la Asociación Kant-iber con la puesta en marcha de las reuniones de talla carrocera intentando recuperar a carrocistas veteranos. Más tarde, la puesta en marcha de una escuela de carrozas para los más jóvenes, la petición al ayuntamiento de la reforma de El Ferial (ese guante si lo recogió el ayuntamiento con una obra ejemplar), la edición de nuestro libro "Arte sobre ruedas" para documentar la tradición y servir de base documental a la declaración de Fiesta de interés turístico regional o, más recientemente, el cambio de fechas que ha aumentado notablemente la afluencia y por ende la difusión de las carrozas. Pero todo ello es inútil si el pueblo no responde al socorro.
Las tradiciones no se transmiten por los genes o el aire. Se inculcan, se enseñan, se fomentan. Es para reflexionar que en Tordesillas haya escuela infantil de lanceros para el Toro de la Vega y en Reinosa una tradición artística y creativa como la nuestra languidezca. Los tiempos cambian y los hábitos sociales también. Cierto. Pero los mismos padres que lamentan la apatía de sus hijos nunca pasean con ellos de la mano hasta las carrozas para enseñárselas y aprender. Tal vez un gesto tan sencillo como ese puede ser más importante de lo que parece. Y ayudarlos en sus primeros pasos. Y hacer carrozas las peñas veteranas para que sus hijos se "empapen" de los olores del hierro, el saco, el yeso y la pintura. Un esfuerzo de un verano puede suponer muchas semillas plantadas. Autocrítica.
Respecto a la responsabilidad del ayuntamiento, ¿qué decir?. Pues que es indecente la verborrea sin pararse a escuchar las sugerencias de los que se sacrifican. Es indecente incumplir el compromiso asumido de vallar y vigilar las obras. Es indecente no respetar el compromiso de situar las luces de la decoración festiva por encima de la medida del portón de salida del local donde se elaboran. Es indecente acudir al Ferial y pretender que los carrocistas firmen un documento que exima al ayuntamiento en caso de accidente durante los trabajos (cuando lo razonable sería acudir con un seguro que los proteja y darles tranquilidad). Es indecente que tras una legislatura completa no se haya convocado como se propuso desde las peñas una comisión extraordinaria con carrocistas de todas las épocas para plantear mejoras, asesorar a los que comienzan e involucrarlos en este momento delicado. Es indecente también no aparecer en tres meses para que los carrocistas se sientan arropados. Nada nuevo. Tras un repaso histórico ya documentado, las tensiones y los desencuentros con los carrocistas son seculares. Salvo muy escasas excepciones, siempre vieron a las carrozas como un fastidio más que como una oportunidad. En definitiva, problemas menores evitables con un poco de interés y sensibilidad. Sin dinero. Con imaginación. Con interés. Estamos a tiempo. Antes pasaron por dificultades y puede ser un consuelo, pero la ambición por crecer y mantener el arraigo social que generan las carrozas desde 1942 debe ser aliciente suficiente para no permitir su declive. TODOS.