Si la galería acristalada pertenece al ámbito familiar, al ámbito privado, el soportal es el refugio del ciudadano, del viandante, el lugar público de protección.
Las casas con soportales tienen una arquitectura característica y exacta en sus medidas y proporciones: todo lo que para nosotros, afuera, es refugio, para la casa en un avanzar hacia la calle, traspasarla con galerías o balcones.
Existen dos Reinosas: la que aparece al cruzar el Puente de Carlos III y que refleja la bonanza económica de la antigua villa de comerciantes, carreteros, almacenistas e incipientes industriales, con muchas casas blasonadas y de sillería de fínales del siglo XVIII y principios del XIX. Una Reinosa caminera que se abre a ambos lados del Camino Real, una Reinosa que crece y se moderniza, siendo el reflejo de su época. También es una Reinosa nueva que no cede espacios al ciudadano, es más egoísta, es una Reinosa sin nuestros soportales, aquí desaparecen para dar paso a corralizas, para guardar el carro y los animales, y a calles amplias, con anchas aceras, que alejan a las casas del camino.
La otra parte del puente es otra Reinosa, una Reinosa más cálida, más considerada con el viandante, con el ciudadano que la habita. Una red de soportales, como túneles diáfanos, cubre calles más estrechas, acogedoras. Desde el inicio del puente y tanto a izquierda como a derecha, los soportales cumplen su misión, adelantan la galería o el balcón hacía la calle y protegen gustosamente a quien se refugie en ellos.
Los soportales de la Plaza Mayor, son, seguramente, originarios de una arquitectura, ya desaparecida, de finales del siglo XVII y mediados del XVIII. Las casas con cornisas de piedra de molduras y platabandas reflejan esa antigüedad, como la de Mioño, que es el ejemplo arquitectónico que después, por inercia bien entendida del urbanismo de otros momentos, se siguió practicando en esta parte de Reinosa. Los soportales son el reflejo de la cortesía de los propietarios de las edificaciones con sus convecinos.
Soportales protectores, soportales para esconderse y robar besos furtivos. Soportales para mirar la lluvia o la nieve caer. Soportales para jugar alrededor de sus pilares o columnas. El soportal da más prestancia a la casa y a la calle, es más digno tener un soportal donde se sabe que hay salvaguardia que una fachada lisa y circunspecta.
Desde el Teatro Principal hasta la Plaza Vieja, los arcos de medio punto con arcadas de cinco, cuatro o tres arcos señalan una suerte de itinerario de protección. A ambos lados de la calle Mayor se sucede una riquísima compilación de estructuras abovedadas, arcos de medio punto, arcos rebajados, arcos ojivales, alguno peraltado. Después, los soportales adintelados de pilares de piedra, columnas de hierro, pies rectos y zapatas de madera, incluso en un tramo muy pequeño se unen armónicamente un pilar de piedra, un pie recto de madera y una pequeña columna adosada de madera.
¿Quién no ha visto en algún día de otoño la luz dorada entrando por los vanos de los soportales creando esas siluetas de arcadas infinitas? ¿Quién no ha visto llover y nevar protegido por sus techos y parapetos? ¿Quién en la sombra que proyectan por la noche los arcos no ha besado a alguien?
Soportales que marcan nuestra identidad, soportales públicos de refugio y cortesía, de oscuridad y de luz, de juegos temporales. En Reinosa cumplen su misión bajo las galerías que son sustentadas por estos esqueletos horizontales, costillares de piedra y madera, de cobijo y conversación.
Si volviéramos a escribir estas reflexiones de nuestro entorno urbano, diríamos que los soportales son el eje que vertebra Reinosa, son los elementos arquitectónicos más atractivos, son las guaridas en el invierno y en los tiempos de lluvia. Elementos amables que tienden su protección sobre nosotros... Sus arcos tienen siempre los ojos abiertos, como si nos esperasen o nos vigilaran.
Reinosa debe estar orgullosa de esta arquitectura, son parte de nuestras señas de identidad.
Como escribió Miguel Ibáñez:
"Cruza un pájaro el cielo transparente
y su sombra se pierde entre los soportales [...]"
*Daniel Guerra de Viana (Reinosa, 1969): Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Cantabria. En los años noventa codirigió la revista universitaria Catacumba. Su prolífica obra está recogida en numerosas publicaciones así como en periódicos. También ha sido editor y el coordinador de Cuadernos de Campoo entre los años 2000 y 2013, una publicación indispensable que durante más de 15 años compiló y dio a conocer la historia, la geografía, el arte, la etnografía, etc. de Reinosa y la comarca campurriana. Laboralmente fue el coordinador general de la revista "Guía Cantabria del ocio", editada por la revista "Usado Cantabria"; profesor en el colegio San José-Niño Jesús de Reinosa; o jefe de estudios de la Escuela Taller de Reinosa hasta 2002. Posteriormente imparte clase en diferentes IES de Cantabria, entre ellos el de Nuestra Señora de Montesclaros.*
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