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Cultura | Cantabria

Ricardo González García descubre un 'Tiempo de pliegues y espectros' en Santander

Ricardo González García descubre un 'Tiempo de pliegues y espectros' en Santander

El artista campurriano inaugura este viernes, a las 19.00 horas, la exposición que se exhibirá hasta el 19 de junio en la Galería Siboney

El viernes día 13 de mayo, a partir de las 19:00 horas, se abre al público en la Galería Siboney de Santander una nueva muestra individual de Ricardo González García con la obra realizada en los últimos años.

La exposición supone la tercera comparecencia del artista campurriano en la galería santanderina, espacio con el que inició relación artística y profesional en 2013, a partir de la exposición individual "La paradoja en-vuelta", siguiéndole en 2016: "Rehacer el porvenir". Durante casi una década también ha participado con la Galería en exposiciones colectivas, como las tituladas: Gallery Sweet Gallery I y II (2013 y 2016), y en ferias como CASA//ARTE (2013) o Sculto (2017). Además, para la presente cita el artista edita un catálogo de 60 páginas que recoge, además de un texto de su cosecha titulado: "Circunloquio sobre la realidad en pintura desde el multiperspectivismo posbarroco", toda la obra (45 cuadros) catalogada.

En esta ocasión, bajo el título: "Tiempo de pliegues y espectros", Ricardo González García aborda una reflexión muy particular acerca del concepto "realidad", dentro de un tiempo desquiciado, confuso y en crisis que guarda ciertas similitudes con la época barroca. Por esta razón, la pintura se presenta a modo de metáfora desde la cual generar retóricosd retóricos plásticos de carácter posbarroco que, a modo de espejos de la conciencia, la expliquen desde su silencio. A fin de conseguir este complejo objetivo, el artista juega con dos constantes alegóricas tanto desde el plano representativo como desde el conceptual: pliegues y espectros. El pliegue, siguiendo a Gilles Deleuze, se presenta como principio operador epítome del Barroco que genera realidad. En cambio, los espectros, de acuerdo con Jacques Derrida y su hauntología, (re)aparecen aquí como esas pasadas conformaciones virtuales o ilusorias de distinta índole que nos asedian.

Siguiendo esta conjunción disyuntiva, el modo diferenciado como a cada sujeto se le pliegue la realidad, o aparezcan las distintas conexiones del mundo exterior para ser asimiladas, y la forma en que se hagan más o menos presentes sus "espectros", acabarán por definir su propio "principio de realidad" imprescindible para establecer una comprensión práctica del mundo y desenvolverse en él.

Estableciendo una traslación comparativa, ese mismo proceso se establece al intentar entender la pintura en tanto que "presencia" a la que se tratar de otorgar existencia. En definitiva, se posiciona la propuesta que ahora presenta Ricardo González García en el mismísimo umbral que separa la inabarcable realidad, o aquello que puede existir dentro de un sistema, de la ilusión más íntima. El artista muestra, así, un amplio repertorio pictórico a modo de pretexto que haga funcionar la "máquina posbarroca", sí, pero tendrá que ser la sensible percepción del espectador quien la complete a partir de sus conjeturas.

El tema de cómo experimenta la percepción el sujeto, estableciendo correlaciones y afianzamientos a partir de ella para desarrollarse, sobrevivir o establecer categorizaciones a partir de figuras no del todo visibles que pueden mimetizarse y camuflarse, ya fue abordado en su anterior cita en la región; en la exposición Fasmas que tuvo lugar en la Sala Mauro Muriedas de Torrelavega, en 2019. Si bien, la reflexión acerca de la realidad es algo que inquieta y viene rondando al artista desde hace muchos años, tratando de abordarla desde ángulos heterogéneos, pues tal y como escribió Pedro Alberto Cruz en 2002: "precisamente desde la diversidad es como se puede producir el acercamiento a las obras de Ricardo González, en cuanto el pintor opta por esa posición particular que deviene en visiones propias -tanto de exteriores como de interiores- e incluso las ofrece deformadas, en un afán explicativo en el que la narración se reduce al punto de vista como resultado de la combinación de lo físico -el ojo- y lo psíquico -el soporte ideológico-". Una tónica tendente a la superposición estratificada de niveles de lectura e interpretaciones dispares, siempre constante, que tratan de transportarnos a otra dimensión; una invitación a cruzar el umbral. Pues como anotara Guillermo Balbona en 2009: "las imágenes que presenta revelan una especie de transformación en diferentes estratos que se van solapando, que fluyen, sin definir formas concretas, un todo surrealista que utiliza fragmentos de nuestra realidad cotidiana y nos sumerge en una dimensión desconocida". Un universo complejo, en resumen, como definiera Fernando Zamanillo, "producto al tiempo de una mente, la este nuevo Nemo, reflexiva y poética, científico y artista, también inquieto y firme individualista dentro del mundo actual en constante cambio e inestable movimiento, como nos muestra su obra".

Igualmente, son las claves que se establecen a partir de aquello que se ha venido denominado como era neobarroca, sobre las que Ricardo González trabaja desde hace tiempo. Pues tal y como subrayaba Óscar Alonso Molina en 2013, su obra: "se inscribe con toda naturalidad en el seno de esa estética de las complejidades, tan representativa de nuestro presente (...). Estética de la complejidad que plantea una relación atípica, extravagante del caminante con el territorio que atraviesa, piedra de base para la epistemología -y por tanto para la visión artística- occidental". Al hilo de esta idea, Francisco Javier San Martín, en 2014, retomaba la complejidad y su opacidad intrínseca en relación a la actividad específica del pintor, al expresar que: "Ricardo González García concibe la pintura y la actividad de pintar como un lugar para reivindicar lo opaco de tanta transparencia -la del mediatizado mundo en el que vivimos- y desde un punto de vista histórico, para convertir lo pictórico en un acontecimiento radicalmente anti-ilustrado: fin de la pintura transparente, fin del arte iluminador, fin de la pedagogía del arte. Comienzo del arte". Lo cual, a contracorriente, establece un sesgo de búsqueda perpetua, tal y como señalaba Juan Martínez Moro en 2015: "Estamos además ante un artista que, en ningún caso, se conforma con la consolidación y explotación de fórmulas finales o de éxito, sino que se ha instalado en una dinámica sine fine de investigación mutante en torno al hecho creativo, tal y como él mismo considera es acorde o demanda la coyuntura cultural contemporánea".

Por tanto, estamos hablando de un singular artista inquieto y disconforme, empeñado en producir al extremo una creación que hable de procesos intelectivos acerca de la comprensión que tenemos de la realidad y de qué manera la ponemos en práctica: de qué modo formamos sistemas y otorgamos existencia a las cosas dentro de cada uno, y cómo, a partir de ello, se despliega la humanidad de cada tiempo para generar una reflexión consecuente que ayude a asimilarlos para construir la tectónica epistemológica de nuestra época.