A pesar de las veces que paseamos por un lugar, nunca llegamos a conocerlo a fondo. Es bien cierto, que a veces descubrimos un detalle nuevo, algo tan desconocido, que estaríamos dispuesto a jurar que nunca antes había estado allí. De suerte que, por los testimonios de otras personas, afrontas que ese misterio que supones como algo extraño, no es tal enigma, sino que sólo es producto de la incapacidad de contemplar lo que nos rodea al caminar. La mayoría de las veces, lo hacemos con la cabeza baja y apresuradamente. Un día, sin saber por qué, sales a la calle, alzas despacio la vista siguiendo los pasos Robert Walser en "El paseo" y ante nosotros se alternan, la belleza y el gran universo de la vida.
De modo que, desde aquí propongo elevar ligeramente los ojos y observar una placa de piedra tallada que luce sobre una fachada, a su vez de piedra, en un callejón sombrío y sin salida, que muere en la Casa de Cultura Sánchez Díaz. La placa, que recuerda el lugar de nacimiento, es pequeña, demasiado breve y escueta, algo que contrasta con el alto linaje del personaje y con la asombrosa e interesante historia que encierra. Hay que remontarse al siglo XVIII para conocer a nuestro paisano Juan Francisco de Güemes y Horcasitas (1681-1768), conde de Revillagigedo, militar ejemplar de la armada española y Virrey de la Nueva España, quien lideró un extraordinario proyecto colonizador en el extenso territorio del noreste de México creando los reinos de Nuevo Santander y Alta California y fundó numerosas ciudades, entre ellas Reynosa, nuestra hermana mexicana. Realizó varias reformas urbanísticas y fiscales, potenció la minería, el comercio, procuró paliar las crisis agrícolas y reforzó las dotaciones de los puntos defensivos.
De gesto duro y autoritario, con una fuerte personalidad, la sistemática de sus métodos, juzgados bajo el prisma de las normas actuales y la distancia de los años, cabrían ser cuestionados, pero habría que remontarse a 1745 para entender que conseguir en ese contexto colonizador, el puesto de máxima importancia de la administración virreinal, partiendo como cadete, desde la pequeña localidad cántabra de Reinosa, es un logro del que pocos pudieron vanagloriarse. Su carrera fue en ascenso, siempre al servicio de la Monarquía. Reunió una considerable fortuna y acumuló gran cantidad de cargos y distinciones entre los que cabe destacar, el de gentilhombre de cámara del rey Carlos III.
Su procedencia quedó patente en los numerosos topónimos montañeses que otorgó, junto al coronel también cántabro, José de Escandón, en la región de Nueva Santander, actual Tamaulipas, ejemplo de ello son Matamoros, Bustamante, Laredo, Camargo, Santillana, Altamira...... y por supuesto Reinosa, su localidad natal. No fue hasta los primeros años del siglo XX cuando por un error ortográfico en las actas de la entonces Villa de Reinosa, se cambió la "i" latina por la "y" que conserva en la actualidad.
Lo que seguro nunca llegó a sospechar nuestro glorioso personaje, es que esos territorios vírgenes que fundó y nombró por apego a la cuna donde nació, se han convertido hoy en día en una de las zonas más peligrosas de la tierra. Reynosa, que ocupa el puesto 42 de las urbes más violentas del mundo, es el punto fronterizo norteño más peligroso de México con más de 300 asesinatos anuales y más de 6000 desaparecidos en el Estado de Tamaulipas en la última década. Un lugar donde sólo se puede vivir con permiso del crimen organizado, en el que operan distintos grupos dedicados al narcotráfico y al tráfico de personas hacia Estados Unidos. Sin ir más lejos, el pasado 19 de junio un enfrentamiento entre carteles, dejó al menos 15 muertos. Los más vulnerables son los migrantes, y es que la actual política migratoria ha disparado el negocio del secuestro, pidiendo altos rescates a los familiares. En esta red de trata humana, están implicados presumiblemente, también las autoridades migratorias, de hecho, la corrupción abarca numerosas instituciones.
No todo parece ser caótico, actualmente Reynosa es la ciudad con el mayor PIB del Estado con 13,8 millones de dólares. El principal motor económico de la ciudad es el sector industrial y manufacturero que está creciendo con la llegada de empresas nacionales e internaciones.
Aquella extensa llanura aluvial, escasamente poblada, morada habitual de los indios Comecrudos, Tejones, Pintos y Pajaritos, conquistados por el capitán general Güemes y Horcasitas - su retrato, pintado en 1920 por Casto de La Mora y Obregón, cuelga en el Salón de Plenos del Ayuntamiento campurriano - y evangelizados por los frailes Franciscanos, concentra hoy a más de millón y medio de habitantes en toda la zona metropolitana, la tercera más poblada entre Estados Unidos y México, después de Ciudad Juárez y Tijuana. Un crecimiento que contrasta con nuestra Reinosa cántabra. Ésta, que podemos considerar como la hermana mayor de aquella mexicana, se encuentra, tristemente hoy en día y si nadie lo remedia, progresiva e irreparablemente en declive, marcada por la despoblación que ya es inferior a los 9000 habitantes. En ambas, por motivos diferentes y salvando las distancias, tendremos que pedir "permiso para vivir".