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Opinión

El reto de las comunicaciones terrestres

El reto de las comunicaciones terrestres

Viaducto de Celada Marlantes. (Wikimedia Commons )

"Que Reinosa sea punto de conexión con la red de alta velocidad y eso atraiga empresas o turistas y, por tanto, empleo y crecimiento demográfico, sería el deseo de todos. Que realmente suceda está por ver"

El aislamiento ha supuesto siempre un obstáculo para la evolución de cualquier sociedad y, habría que añadir, de cualquier persona. Puede tener sus ventajas en circunstancias muy concretas y excepcionales, pero, a la larga, genera decadencia. El desafío de las comunicaciones ha sido siempre prioritario y su resolución, más o menos exitosa, determinante de cara al desarrollo de pueblos y sociedades. El reto se presenta, esencialmente, en forma de solución tecnológica frente a los obstáculos naturales y a las formas de transporte. Es interesante comprobar cómo han evolucionado ambas en cada época histórica y territorio. Por lo que respecta a nuestra comarca, las condiciones naturales (orografía y clima) han jugado un papel muy negativo. El aspecto positivo, en cambio, lo ha dado la condición de paso obligado entre la Meseta y el mar Cantábrico, debido a que la cordillera rebaja en esta zona su abrupto perfil y permite, no sin dificultad, el paso a través de angostos valles fluviales. Esta condición de paso natural y encrucijada ha sido determinante en el devenir histórico de Campoo y muy especialmente de Reinosa, cuyo plano urbano lineal es fruto de la acomodación al camino y a los dos puentes sobre el Ebro y el Híjar que lo delimitan. El Ebro, como vía natural de penetración, el Besaya y el Saja, como continuidad hacia el mar, junto con los pasos de Pozazal y Fuente Arenosa, establecieron una confluencia de itinerarios que dieron a Campoo una condición estratégica desde la antigüedad. Basta con fijarse en las calzadas romanas que discurrían por este territorio, la ubicación de Julióbriga, los caminos reales ya en siglos posteriores o, en su momento, el ferrocarril. En todos estos casos, la construcción de las diferentes vías propició un desarrollo económico indudable basado en el comercio, la carretería o la industria. Tanto el Camino Real como el ferrocarril son dos hitos básico para entender la actual configuración del territorio y su evolución.

El trazado del camino real que conectaba Campoo con el valle de Iguña se consolida en el siglo XVIII, cuando los ministros ilustrados de Fernando VI y Carlos III planifican la mejora y conservación de estas rutas movidos por su afán de propiciar el desarrollo económico del país. El ferrocarril Alar del Rey Santander, ya en el siglo XIX, fomentó el crecimiento industrial y puso las bases para la conexión de la comarca con los circuitos comerciales del resto de España.

Llegado el siglo XX, las comunicaciones terrestres, tanto por carretera como por ferrocarril, fueron muy deficientes, sin apenas mejoras en su trazado y adecuación a las crecientes exigencias que los nuevos tiempos reclamaban. Este atraso supuso un lastre para el crecimiento y un motivo de justificada queja de todos los sectores sociales y económicos. La autovía de la Meseta fue un anhelo largamente sentido y tardíamente resuelto y, aunque pensemos que más valió tarde que nunca, su aportación al progreso ha sido tan notoria como lo fue su ausencia cuando tal carencia supuso la pérdida de oportunidades en tiempos de graves crisis económicas que afectaron dramáticamente a la economía de la comarca. La precariedad de la conexión ferroviaria no merece más comentarios: es un asunto aún por resolver. Pero sí me parece de interés, pensando en el futuro, el siguiente reto que se plantea respecto al ferrocarril: la llegada de la alta velocidad. Mi impresión es que puede suponer ventajas parciales, pero también desventajas. Este tipo de comunicaciones aportan valor a los grandes núcleos de población, generalmente capitales de provincia, y, sobremanera, a Madrid, pero dejan fuera al resto. Creo que hay más razones políticas que económicas para justificar estas costosísimas infraestructuras y me parece un tanto ingenuo pensar que la alta velocidad atraería hacia Santander flujos económicos desde Madrid o Valladolid. Me temo que será más bien al contrario. Es un fenómeno ya comprobado en otros itinerarios. Que el AVE llegue a Reinosa y no pase de aquí ¿será un aliciente para Campoo? Que el resto de los ferrocarriles de cercanías, auténtica articulación de un territorio de por sí disperso y escasamente poblado, sigan padeciendo unos trayectos lentos y precarios ¿será un aliciente? Que la reducción del tiempo que el tren emplea en llegar a Madrid, por ejemplo, lleve aparejado un importante aumento del precio del billete ¿será un aliciente? Que el tráfico de personas no vaya paralelo a una igual mejora del tráfico de mercancías ¿será un aliciente? Resumiendo, en mi opinión estas vías rápidas benefician a los grandes núcleos de población y no ayudan, sino perjudican, al resto. Que Reinosa sea punto de conexión con la red de alta velocidad y eso atraiga empresas o turistas y, por tanto, empleo y crecimiento demográfico, sería el deseo de todos. Que realmente suceda está por ver.