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Opinión

¿Qué pasa con los molinos?

¿Qué pasa con los molinos?

Carta al Director de Patricia Zotes, vecina de Valdeolea, para contextualizar la concentración del pasado sábado en rechazo a los proyectos eólicos

A las personas y colectivos que el sábado nos concentramos en Reinosa nos une la legítima reivindicación de que haya transparencia, equidad y respeto en la implantación de energía renovable en Cantabria. Tres cuestiones que son prácticamente inexistentes cuando los asuntos se manejan sólo entre empresas y políticos. Por eso es necesaria la participación ciudadana. Sin su gente, sin las organizaciones que velan por otros valores que no sean los meramente especulativos o económicos, los territorios donde se está proyectando esta avalancha de polígonos eólicos solo son un objetivo del que extraer algo, tal y como lleva haciendo el colonialismo desde hace siglos. La única diferencia es que hoy las empresas se ven obligadas a hacer que no lo parezca; por eso hablan de medidas compensatorias, de proyectos de educación ambiental asociados, de ingresos para los propietarios de los terrenos, de puestos de trabajo, y se compran fantásticas campañas de publicidad que nos pintan un mundo de "color de verde". Y harán lo que haga falta para convencernos de que a pesar de lo que perdemos, ganamos.

Pero llueve sobre mojado porque este país tiene larga experiencia en pelotazos y burbujas. Sabemos que detrás de esta avalancha de solicitudes para instalar, no energía renovable, sino macro-plantas de energía renovable, no hay una voluntad genuina de descarbonizar nuestras fuentes energéticas, sino una oportunidad de captación de fondos públicos que una vez más saldrán del bolsillo de la ciudadanía para ir a parar al de los grandes actores del sector energético. Esos que hasta hace nada, han dilatado y boicoteado el desarrollo del autoconsumo eléctrico en España. Es el enésimo trasvase de dinero público a manos privadas, ahora bajo la etiqueta de verde. Y de eso ya nos vamos cansando. Sabemos que la intención no es genuina porque el cambio climático lleva décadas dando alertas y casi un siglo diagnosticado. Pero es ahora, con los fondos europeos de recuperación NextGenerationEU, cuando han decidido sumarse a la "transición verde". Y esto tiene al menos dos problemas; uno, que estamos dejando la transición en manos de quienes mayormente han contribuido al cambio climático, y dos: que su modelo de transición, con mega-instalaciones de generación eléctrica, es directamente proporcional a sus beneficios (que irán directos a fondos de inversión extranjeros) e inversamente proporcional a la conservación de la biodiversidad, del paisaje y de la vida en los pueblos que sufrirán las consecuencias negativas de los polígonos eólicos (o macro-plantas fotovoltaicas según en qué lugares).

El desarrollo de las renovables (que podría llevar años creando puestos de trabajo) se paró en seco hace 6 porque al oligopolio eléctrico no le interesaba que nadie le quitara ni una miga del enorme pastel que es el negocio de la electricidad en España y porque todavía tenían que quemar mucho carbón y gas. Es más, se exploraban nuevas prácticas de extracción de combustibles fósiles, como el fracking. Algunos políticos que hoy dicen "there is no planet B" y nos acusan de ir contra las renovables estaban firmando permisos de fracking hace dos telediarios.
En el 2015 el oligopolio energético redactó el BOE para el ministro Soria y el gobierno sacó adelante el vergonzoso "impuesto al sol". Así perdimos un tiempo precioso para comenzar a reducir las emisiones de CO2 y la oportunidad de implantar un modelo alternativo de generación eléctrica más democrático, más sostenible y más compatible con la conservación del medio ambiente. Pero este modelo no tiene publicistas ni quintacolumnistas que lo defiendan porque están todos a sueldo de Iberdrola, Endesa, Naturgy, EDP y Repsol.

Alternativas

La generación distribuida y el autoconsumo son sistemas de producción de energía a pequeña y mediana escala, a través de instalaciones fotovoltaicas domésticas más o menos grandes, de la utilización de espacios ya industrializados, de aprovechamiento de tejados en naves y pabellones, de instalaciones de mini-eólica... Y esto tiene muchas ventajas. La energía se produce donde o cerca de donde se consume, se reparte y se minimiza el impacto, revierte en la economía local generando empleo en pymes y autónomos, se reduce la necesidad de seguir construyendo redes de alto voltaje para el transporte de la electricidad (que también tienen su impacto y una importante pérdida de energía por el camino), crea una red de generación eléctrica más distribuida por el territorio y por ello, menos vulnerable y más eficiente. Esto no es ninguna entelequia ni utopía; países europeos con muchísimas menos horas de sol que España producen mucha de su electricidad bajo este modelo. ¿Por qué aquí no? En nuestro caso, el sur de Cantabria tiene buenas condiciones para apostar por la fotovoltaica, a pesar de lo que digan algunos.

Y esto es una alternativa real al modelo extractivista de gran escala que pretenden llevar a cabo las grandes eléctricas con la complicidad de la administración pública. ¿Por qué no se utilizan esos fondos para fomentar el autoconsumo, las cooperativas verdes, comunidades energéticas, etc? Prioricemos estos modelos y apostemos también por la eficiencia energética y la reducción del consumo. Luego hablamos de cuántos polígonos eólicos hay que instalar.

Lo que el viento se puede llevar

Los polígonos eólicos actualmente en tramitación (cerca de 40 en Cantabria) plantean aerogeneradores de entre 150 y 200 metros de altura, y pronto los veremos aún más altos. Se concentran principalmente en la zona sur-oriental de Cantabria, como si solo hubiera viento aquí. Semanalmente salen nuevos "parques" a información pública, y sin embargo, no hay ninguna herramienta de planificación para gestionar esta avalancha de proyectos: ni Plan de Ordenación del Territorio ni Plan Energético. Tampoco se tiene en cuenta el impacto acumulativo de tantos aerogeneradores pues los promotores presentan proyectos fragmentados para que se tramiten como "parques" distintos cuando en realidad son uno mismo, eludiendo así evaluaciones de impacto ambiental más exigentes.

Lo que sí tenemos son concejos y juntas vecinales a merced de agentes conseguidores, opacidad, reuniones a puerta cerrada de empresas con alcaldes, directores generales con la Asociación Eólica de Cantabria, y declaraciones de cargos públicos dando por hecho proyectos que aún no han pasado la correspondiente evaluación de impacto ambiental.

Los polígonos eólicos amenazan patrimonio arqueológico y cultural, avifauna, murciélagos, anfibios, especies protegidas, turberas, espacios naturales que son de uso público, zonas de pasto fundamentales para la ganadería extensiva, el propio uso y disfrute de los montes, el paisaje de montaña, el empleo de pequeños negocios de turismo rural y de naturaleza... Hay estudios que sitúan la pérdida de valor económico de las propiedades en zonas de implantación eólica entre un 30 y 40%. Este caos y avalancha de proyectos genera incertidumbre que paraliza las inversiones en el medio rural. Y, contrariamente a lo que afirman sus promotores, no fijan población.

¿No merece todo esto un debate, una reflexión? ¿Vamos a entregar las montañas a los intereses especulativos de los de siempre para que se lleven la riqueza generada a fondos de inversión extranjeros? Por eso decimos "Así no". Porque queremos pausa, información, transparencia, debate público, planificación y una transición energética justa con el medio rural y que no sea a costa de la biodiversidad y el paisaje; no cantos de sirena de quienes viven única y exclusivamente del lucro y la especulación.