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Cartas al director

Los pueblos que "no tienen nada" pero tienen viento

Los pueblos que

Hace 3 años asistí en Olea a una reunión informativa sobre la posible instalación de un parque eólico en el Endino, junto a vecinos y pedáneos de los pueblos situados a los pies de esta emblemática cima campurriana. Los representantes de la empresa promotora, cual norteamericanos paracaidistas con un​ Plan Marshall​ bajo el brazo, nos presentaron las bondades del proyecto, y también, como no, jugaron sus cartas.

Por un lado están las "promesas-unicornio": creación de empleo (es de sobra conocida la gran cantidad de ingenieros, técnicos, operadores, etc, entre la población rural de estos pueblos); función educativa para escolares; atracción de turismo (lo tengo claro, tras el "turismo de experiencias" lo siguiente va a ser el "turismo eólico"); dinamización de la economía cántabra (nada más y nada menos).

Y luego, la carta más importante, la del dinero como poderosa arma de división y ruptura; divide y vencerás. Con la promesa de las "compensaciones económicas" (aparentemente jugosas para estas pequeñas pedanías y auténticas migajas en la ecuación económica de estos mega proyectos) se especula con las expectativas locales y se tensan las relaciones entre los pueblos vecinos, todos pendientes de quién recibirá y cuánto. A qué lado de la divisoria se colocarán los molinos es la principal cuestión a resolver.

Promesas aparte, nadie aborda el incómodo asunto del impacto real, paisajístico y sonoro que estas instalaciones acarrean. Y en una comarca donde la industria y la ganadería languidecen, y cada día más cuelgan de un hilo, es necesario apostar por conservar el mayor patrimonio que tenemos y que puede ayudar a sostener una economía futura digna para sus habitantes: un paisaje de montaña y una naturaleza diversa y exuberante, con presencia estable de especies como el oso pardo cantábrico y el lobo ibérico; elementos valiosos y cada día más escasos gracias a la destructora actividad humana.

El cambio climático

Paralelamente a la anécdota del contexto local, hay que recordar el contexto global: "la emergencia climática" producida por el calentamiento del planeta, que ya empieza a generar consecuencias irreversibles que afectarán a nuestro modo de vida y a la vida de millones de seres vivos. Y aquí, la energía eólica, junto con otras energías renovables y otras estrategias, ha de jugar un papel fundamental en la reducción de las emisiones de CO2 causantes de ese calentamiento global.

El caso es que el "recurso eólico" no solo existe en esta parte de Cantabria, en estos municipios en declive demográfico (y poca respuesta social). También hay "recurso eólico" en el arco de la bahía de Santander, por ejemplo, altamente antropizado, y donde además se encuentra la mayor parte de la población e industria que consumen esa energía. Además hay que recordar que hay energía renovable más allá de la eólica. El sur de Cantabria tiene unas condiciones óptimas para la instalación de energía fotovoltaica, por insolación y temperatura, y además esta tecnología es la que a día de hoy produce la
energía con menor coste. Tiene un impacto visual infinitamente menor, no genera ruidos ni causa daños en la avifauna. También tiene alguna desventaja respecto a la eólica, claro. Pero, ¿por qué no se proyecta ninguna instalación de este tipo?

Será porque la cuestión del cambio climático es una media excusa para repetir esquemas del pasado una y otra vez: un negocio-pelotazo para explotar recursos naturales sin importar, cómo, dónde, ni si detrás de ello hay un beneficio colectivo o uno particular.

El de la energía es un sector altamente complicado de entender, poco o nada transparente y con mucho más poder del que se puede percibir a simple vista. Las empresas que proyectan y promueven estas instalaciones energéticas, son ingenierías que van y vienen y que hacen el trabajo inicial y el papeleo a las grandes empresas del oligopolio energético español que son las que luego serán las propietarias de los kilovatios producidos, las mismas que se reparten millonarios beneficios año tras año (haya crisis o no, porque ellas nunca pierden) y las mismas que en 2015 redactaron para el gobierno el decreto ley que regulaba las instalaciones de autoconsumo, con aquel infame "impuesto al sol". El problema del cambio climático, tan acuciante desde hace décadas, no les importó nada en aquel entonces cuando pusieron palos en las ruedas del autoconsumo, de la misma manera que no les importa ahora, por mucho que hoy lo utilicen como estrategia de marketing "verde".

Si queremos garantizar el futuro de los que vienen detrás, hay que trabajar mucho para reducir el impacto del cambio climático, y para ello hay que consumir menos energía y que esta sea renovable; hay que dejar los combustibles fósiles ya y hay que empezar a capturar CO2 de la atmósfera. Y en esta tarea son necesarias todas las manos. Pero no vale, como tantas veces se ha hecho, utilizar esto, que ha de ser un esfuerzo colectivo de personas, administraciones y empresas, para seguir abusando de las partes más débiles de la sociedad, que en esta refriega de las instalaciones eólicas en el sur de Cantabria, son los pequeños pueblos que llevan años recibiendo solicitudes de instalación de antenas de medición y visitas de paracaidistas con promesas estupendas bajo el brazo. Pueblos que parece que no tienen nada más que viento.

Esta primera semana de septiembre se ha vuelto a instalar por segunda vez una antena de medición en el cordal del Endino.

Por Patricia Zotes