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Poblar lo despoblado

Poblar lo despoblado

"Ha hecho fortuna la expresión 'España vaciada' para reflejar la decadencia de la España rural, no sólo en número de habitantes, sino también en niveles de vida, riqueza y posibilidades de futuro"

Ha hecho fortuna la expresión "España vaciada" para reflejar la decadencia de la España rural, no sólo en número de habitantes, sino también en niveles de vida, riqueza y posibilidades de futuro. Los esfuerzos para revertir esta lacerante realidad están siendo muchos y diversos: voces que llaman la atención en los medios de comunicación, reivindicaciones de todo tipo de colectivos (rurales y no rurales), programas de los partidos políticos, actuaciones concretas de las diferentes administraciones públicas... Si el asunto parece que es de interés creciente, la actual pandemia ha venido a propiciar la percepción de la vida en los pueblos como una alternativa atractiva en tiempos de confinamiento y contagios desbocados. Mucho humo y alguna brasa, por ahora, pero algo se mueve, que es lo importante.

Hubo un tiempo en el que poblar lo despoblado fue un objetivo político ineludible y, podemos afirmar, culminado con éxito. Claro está que hablamos de una sociedad básicamente campesina, como era la medieval, en la que lo urbano tuvo importancia creciente, pero siempre inferior a lo rural. Me refiero a ese fenómeno paralelo a la Reconquista que se ha llamado la Repoblación. Ocupar militarmente extensiones enormes no servía de mucho si, al mismo tiempo, no se lograba atraer población a ellas y fijarla para que las defendiera y pusiera en producción. ¿Y qué hicieron para conseguirlo? Pues salvando las diferencias entre territorios y épocas, cosas de sentido común: repartos de tierra, exenciones fiscales, derechos políticos, libertades... eso sí, asegurando que las promesas se cumplieran porque para eso quedaban escritas en documentos firmados por la autoridad del momento. Nuestra vecina localidad de Brañosera alardea, con mucha razón, de poseer uno de estos documentos, una carta puebla fechada en el año 824, la más antigua conservada en España. Si las tierras conquistadas estaban ya pobladas, sus antiguos moradores pasaban a formar parte de grupos marginados o, directamente, eran expulsados, salvo que fueran imprescindibles o rentables como mano de obra. Otra cosa es saber a quiénes beneficiaban realmente estas políticas repobladoras. En ocasiones a los campesinos, a veces a las ciudades, que disponían así de considerables alfoces, pero con frecuencia a los grandes propietarios, nobles o eclesiásticos. Que nadie piense en arcadias felices.

Volviendo a la España vaciada, hoy se reclama accesibilidad a los recursos para modernizar la actividad económica, comunicaciones dignas, ayudas fiscales, políticas inversoras, subvenciones, calidad asistencial educativa y sanitaria... cosas también de sentido común. Se pone el acento en la conservación del medio natural, la lucha contra el cambio climático, la defensa de una cultura rica y secular, la calidad de vida o el equilibrio territorial, entre otros argumentos. Bien está, sin duda, porque todo esto es la realidad de nuestros días. No podemos obviar que nos ha tocado vivir en una sociedad abrumadoramente urbana, basada en un modelo económico y social que exige un sector primario muy reducido en cuanto al número de personas dedicadas a él. Tampoco debemos ignorar que las sociedades rurales llevan décadas sufriendo sus particulares pandemias económicas por culpa de la opresión de los mercados (incluidos nosotros como consumidores) que empobrece casi hasta la ruina a las empresas agrarias. Obviamente, la situación no es igual en todas partes, variando en gran medida según la lejanía o proximidad a núcleos urbanos de mayor entidad, capaces de ofrecer mejores servicios y oportunidades laborales. Una opción también muy razonable es complementar, favoreciendo la posibilidad de vivir en el campo, pero sin vivir del campo. Y difundir todo lo bueno y avanzado que ofrecen muchas iniciativas socioeconómicas dentro del mundo rural, para muchos un gran desconocido.

Retornando a la época medieval, la diferencia radica, quizás, en que entonces repoblar era asunto prioritario y decisivo. Hoy, en los casos extremos, se trata más bien de impedir que se muera una forma de vida. Dudo que esto sea tan prioritario, de momento. Y lo de morir es algo literal en muchos casos.

Transcripción del fuero de Brañosera (año 824). Wikimedia Commons.

*(Joaquín Gutiérrez Osés, tras cursar estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Valladolid, fue profesor en la Escuela de Formación Profesional de Reinosa y en el IES Montesclaros hasta su jubilación. Ha formado parte del equipo de redacción de Cuadernos de Campoo en su segunda etapa. Actualmente es miembro de la Capilla Antiqua de Reinosa y presidente de la Asociación Cántabra de Música Antigua)*

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