Hace mucho tiempo que, en esta casa de Villaescusa, la hornera ya no huele a pan. Ahora sus paredes están impregnadas de acordes, partituras y notas musicales. Los dedos dejaron de trabajar la masa, pero siguen moldeando teclas, escalas y registros musicales. Y es que, en este templo de los sentidos, hace años que el olfato dio paso al oído para deleitarse con el sonido de los dos pianos de cola que envuelven un espacio limpio, tranquilo y acogedor, refugio de uno de los concertistas de piano más destacados del país, José Imhof. El campurriano, de sonrisa amable y sencilla, que transmite la misma serenidad que su estudio, ha tocado en las mejores salas de conciertos de España. Desde el confinamiento, por suerte para él, según dice, y seguro que para sus alumnos también, se ha concedido un respiro de Madrid y reside de forma permanente en la casa familiar de Campoo de Enmedio. En ella ha creado un pequeño centro cultural donde imparte clases, organiza veladas musicales con amigos y prepara nuevos proyectos, entre ellos, el próximo concierto que ofrecerá el día 19 de noviembre en el Teatro Principal de Reinosa, en el que tocará obras de Philip Glass y Jean-Philippe Rameau.
Pero fue en otra cápsula del tiempo donde todo empezó, en una habitación en su casa de Reinosa, en la que se encontraba el piano, que su abuelo de origen alemán tocaba habitualmente. Y, a pesar de que él no lo llegó a conocer, su abuela mantuvo intacto el estudio, como un santuario musical que despertó la curiosidad de un niño de seis años. Aunque el pianista habla de azar, de casualidad y de una conexión con el abuelo a través de la música de la que se siente muy orgulloso, lo cierto es que la semilla floreció desde ese momento para dedicarse plenamente y con pasión a los estudios musicales.
En el piano, dice concentrarse todo su universo "es un lugar de pensamiento, de refugio, de reflexión, incluso de reto personal. Ocurren muchas cosas encima de un teclado, toda la creación pero también es sufrimiento " señala Imhof. También habla de esa doble personalidad del pianista, esa lucha entre lo emocional y la parte cerebral. Delante del público la ejecución debe tenerla bajo control, pero como dice, "cuando estudio en casa es cuando experimento las sensaciones más grandes". Para llegar a emocionar, el pianista tiene que sentir y expresar la que dicta el compositor, "pero también debe ser libre y creativo para elevar esas notas" manifiesta el intérprete.
Asegura que la pandemia ha cambiado su vida y desde hace un año y medio imparte clases en Villaescusa de forma continuada, ofreciendo una enseñanza más libre, sin los condicionantes del conservatorio. El pianista se considera como el contrapeso de los estudios oficiales, realizando un trabajo creativo y de improvisación porque le gusta retar a los alumnos, hacerles preguntas, descubrir con ellos los secretos de las partituras y ayudarlos a saber porque tocan el piano. Así, los introduce en la sonoridad de las notas para que se familiaricen con la acústica y con las distintas texturas de los registros, despertando su creatividad, lo que les permite explorar diferentes realidades. "A los alumnos les gusta vivir la música con esa libertad, ir más allá de la acústica porque el lenguaje musical no son solo notas, también es duración, migración, fraseo, respiración y sensación" revela el músico. Por otra parte, Imhof destaca el esfuerzo del alumno como la clave para avanzar y describe la clase sólo como un punto de control una vez a la semana, "ya que donde se realiza el verdadero trabajo de piano es en la intimidad de cada casa", matiza.
Y para estos jóvenes pianistas el consejo que les da se resume en dos premisas, perseverancia y confianza. A su juicio, debe haber un trabajo mecánico y de comprensión. Esa constancia es la que le ha servido en los largos meses de pandemia para preparar la sonata 29 de Beethoven, la más larga escrita por ningún compositor. La interpretará la próxima primavera en el Palacio de Festivales, un reto difícil pero apasionante porque "aunque es una composición dura, escrita tras una depresión, me transmite optimismo, superación, es una obra llena de disonancias y muy experimental", asegura.
Próximamente también lanzará dos trabajos discográficos que han tenido que esperar a causa de la pandemia. Al mismo tiempo, seguirá con las veladas musicales privadas que esporádicamente ofrece en este pequeño centro cultural con otros músicos y amigos, en el que, además, tiene previsto organizar de forma más continuada, cursos intensivos de piano con alojamiento. Lo dejamos en el recinto familiar entre las piedras centenarias de la casa torre, rodeada por un gran jardín, donde practica su talento secreto, la jardinería, una gran afición que el joven músico califica como balsámica y espiritual.