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Mirando al cielo | Campoo

Peluches nocturnos

Peluches nocturnos

Manuel Estébanez se adentra en los bosques campurrianos para mostrarnos estas rapaces desde su su sección 'Mirando al cielo'

Mayo, 2021. Seguimiento de una familia de búho chico (Asio otus) en Campoo.

El día va languideciendo y llega la noche a Campoo. Los últimos rayos de sol se cuelan entre los picos más altos de Brañavieja y la puesta del sol es inminente. Las nubes adquieren ese color anaranjado que tanto me gusta; disfruto de otro bonito atardecer.

El cielo está bastante despejado y parece que mañana hará bueno. Los animales diurnos se retiran a descansar y se desperezan las criaturas de la noche. Anochece y, para la mayor parte de nosotros, un mundo misterioso, asombroso, real y diferente, comienza su actividad. La vida...sigue. ¡Anochece! ¡Se levanta el telón!

A lo lejos se oye el primer cárabo (Strix aluco): ¡Houuuuu, ho, ho, ho, houuuuu! ¡Houuuuu, ho, ho, ho, houuuuu! ¡El corazón se sobrecoge!

Un búho chico (Asio otus) sale de caza. Una sombra cruza el camino de un bosque, quizás la marta o una garduña. El sentido de la vista pierde protagonismo y se acentúa el del oído. Cualquier sonido se magnifica. Hay que guardar los prismáticos en la mochila y abrigarse un poco.

A primeros de mayo, a las afueras de un pueblo campurriano de cuyo nombre no quiero acordarme...una pareja de búho chico lucha por sacar adelante a sus cinco polluelos. Han crecido mucho y ya no caben en el nido.

Comienzan a deambulan por los árboles adyacentes. Uno de los pollos sigue encima del nido mientras sus cuatro hermanos han pasado el día escondidos entre la hiedra de un árbol. Llega la noche y, a duras penas y de forma muy torpe, se encaraman a las ramas más despejadas. Comienzan a pedir comida a sus padres que no andan lejos; no han comido nada en todo el día y el hambre aprieta.

Ahí llega uno de los padres, no sé si el macho o la hembra, y entrega un suculento aperitivo a uno de los polluelos.

Los árboles aún no tienen hojas y, gracias a la luz de la luna, podemos verlo todo perfectamente. Se acercan las diez de la noche y hay que salir corriendo hacia casa: ¡aún tenemos toque de queda!

La segunda semana de mayo hace muy malo: lluvia, viento, frío..., no parece primavera. ¡Esto es invierno!

Cada noche al acostarme pienso en esos pobres "buhitos"; esos peluches desvalidos, recubiertos de plumón, y me pregunto en silencio: ¿se habrán mojado?
Sí, ha llovido mucho pero bueno..., igual se han protegido contra el tronco de un árbol. Y... ¿si a alguno lo ha tirado el viento al suelo y no puede subirse al árbol?

Por fin, una noche que no llueve, me acerco al lugar con pocas esperanzas de encontrar alguno con vida. ¡Uf, qué alegría! veo el primer peluche. ¡Mira y ahí se mueve otro, y dos más! ¡Falta uno!. Bueno, ¡bien!. Al menos se han salvado cuatro; no está mal. Pero..., no, no, espera, ¡ahí está el quinto! Quíntuple alegría, subidón de adrenalina. ¡Están todos bien!

Los árboles aún no tienen hojas y vemos desplazarse a todos los pollos con más soltura; están mucho más ágiles, pasan de rama en rama y de árbol en árbol con facilidad.

Uno de los progenitores se enzarza con un búho de plástico, de esos que se han puesto de moda, colocado en un tejado. Le hace varias pasadas, cada vez más cerca, hasta llegar a tocarlo con sus garras. La cabeza del búho de plástico comienza a girar como la de la niña de "El exorcista". ¡Qué peligro!, el búho se puede romper una pata o un ala y aquí se terminó todo. Me comentan los vecinos que todas las noches hace lo mismo.

Desde aquí quiero hacer un llamamiento: por favor, no coloquéis búhos de plástico en vuestros tejados y balcones; sin saberlo, podéis matar una rapaz nocturna y con ella a todos sus pollos. Suena la alarma del móvil; se acercan las diez de la noche y aún seguimos con restricciones. Hay que volver a casa, pero esta vez muy contentos.

La tercera semana del mes ha hecho bastante mejor tiempo, por lo que he dormido mucho más tranquilo. Me acerco de nuevo a ver cómo siguen los peluches. Aún es de día y con los prismáticos intento localizarlos donde siempre. ¡Vaya, hombre; pues no están! Sigo buscando y enseguida veo que se han movido de sitio. Les localizo en un rincón al abrigo de varios árboles, y me pongo a contar: uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis. ¡Manolito, que se te va la cabeza!. Y vuelvo a contar. Sí, efectivamente hay seis, he contado bien; es que uno de ellos es uno de los adultos. ¡Qué alegría!. La familia sigue prosperando y sin bajas.
Los árboles ya tienen muchas hojas lo que dificulta su seguimiento, pero alguno ya vuela de árbol en árbol y se llega a posar hasta en el tejado de una casa. Uno de los padres sigue con el mismo comportamiento: darle pasadas al búho de plástico, pero ya no le toca.

Finales de mayo, última visita. Los árboles ya visten sus mejores galas. Intento localizarlos; cada semana que pasa es más difícil y con los prismáticos, imposible. Pero los oigo reclamar, están en el mismo sitio; con paciencia logro ver los cinco pollos. Los adorables peluches han cambiado mucho. Casi tienen el aspecto de sus padres.

Es hora de decir adiós. Las despedidas siempre duelen y no son agradables, pero en este caso me voy muy feliz. Solo quiero desearles buena suerte.

Como profesor de matemáticas se me ocurren algunos sencillos problemas para mis alumnos: "Si un pollo de búho chico come una media de 4 ratones por noche, ¿cuántos habrá comido en un mes?" "Y si tiene cuatro hermanos más, ¿cuántos habrán comido en total en el mes de mayo?". Claro que los padres también comen. "Súmale también los que han podido comer sus padres. En total, en un mes te salen..." "Y ahora multiplícalo por 12". "Y ahora, ..." Está claro que debemos proteger a todas las rapaces nocturnas. Tenemos que mentalizar a todo el mundo de que son muy beneficiosas y muy hermosas también.

En otro pueblo campurriano también tuvimos la suerte de hacer el seguimiento de una familia de cárabos; pero esta historia, la dejaremos para otra ocasión.

Unos consejos para ayudar a las rapaces nocturnas:

- No coloques búhos de plástico en tu casa.

- No uses raticidas químicos. Los roedores intoxicados pueden ser depredados por las rapaces nocturnas y morir envenenadas.

- Si te encuentras un pollo de rapaz nocturna caído y ves que está bien, súbelo al árbol más cercano, lejos del alcance de perros y gatos, y no te preocupes porque sus padres están cerca y lo van a cuidar. Pero si ves que está herido, enfermo o corre algún peligro puedes llamar al 112 y ellos te pondrán en contacto con la central de Montes, desde allí avisarán a algún Agente medioambiental de la zona que pasará a recogerlo para llevarlo al Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Cabárceno: CRFSC.

Os dejo unas fotos de peluches de rapaces nocturnas que podemos ver en Campoo. Espero que os gusten.

Disfruta de la naturaleza y cuídala. Ella te cuida a ti.
Salud y... nos vemos por el campo.