He pasado por una montaña rusa de emociones y sensaciones. Desde la euforia de la salida, la soledad de la noche por picos en los que mi única referencia eran otros frontales y dos pájaras (si no fuese por mi equipo no habría superado la segunda), a la alegría de cumplir un sueño antes aún de llegar a meta.
He pasado momentos muy malos, tuve problemas musculares que provocaron que la cadera se me bloqueará. En las bajadas, cada paso era una punzada.
A partir del kilómetro 130 entré en una zona inesperada para mí, no sabía cómo reaccionaría el cuerpo y, lo que es más importante, la cabeza. Sabía lo que tenía que hacer, pero hasta que no te ves en la situación... Pero tuve un comodín en mis cartas, mi equipo, y solo me planteaba llegar al siguiente avituallamiento para verles.
Qué decir de la llegada, parecía que lo hubiera escrito un guionista de Hollywood ni en mis mejores sueños pensaba una llegada así! Si me hubieran dado a elegir entre el recibimiento y el haber hecho un supertiempo no lo cambiaría. Entrar con mis amigos y mi familia no tiene valor cuantificable.