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Cultura | Reinosa

Obreros de la ilusión

Obreros de la ilusión

Sergio Alonso, Fino Fernández, Abelardo Montiel y Raúl Gutiérrez llevan más de 20 años trabajando en el teatro. No interpretan, tampoco cantan y no son los maestros de ceremonias, pero hacen que todo funcione

El Teatro Principal de Reinosa sigue siendo el espacio cultural de referencia en Campoo. Su actividad, que puede parecer limitada a los fines de semana, se desarrolla durante unas 250 jornadas al año entre proyecciones de cine, funciones de teatro, conciertos y diferentes actos. 20.617 espectadores en 2013, en un momento en el que el gasto en ocio se ha retraído y la asistencia a los teatros también decrece. Con mayor o menor éxito de público, la maquinaria de las ilusiones no para.

Sergio Alonso, Fino Fernández, Abelardo Montiel y Raúl Gutiérrez llevan más de 20 años trabajando en el teatro. No interpretan, tampoco cantan y no son los maestros de ceremonias, pero hacen que todo funcione. Un trabajo anónimo que comienza con la venta de entradas, la apertura de puertas, la iluminación, el sonido, el montaje y la proyección de la película. Cuando los artistas han hecho su función toca desmontar, recoger y limpiar. Su espectáculo también continúa.

Pasen y vean (Raúl Gutiérrez, taquillero y responsable de la limpieza).

Raúl ha sido el último en incorporarse al teatro municipal. Aun así, ya lleva trabajando como taquillero y responsable de la limpieza desde 1999. Sostiene un taco de entradas entre sus dedos y señala que en los últimos años ha bajado la clientela. "En algunos casos porque el público ha preferido las grandes salas y en otros porque se las descargan de internet".

Se remite a los primeros años del 2000 como la época más boyante en la recaudación de la taquilla. Etapa que se mantuvo hasta el 2008-2009 aproximadamente, puntualiza. También recuerda "una iniciativa muy bonita" cuando un grupo de niños y niñas celebraban sus cumpleaños en el cine en compañía de sus padres y amigos.

Es optimista, y añade que ahora, después de tres años, "se está produciendo un tímido repunte".

Silencio (Abelardo Montiel, técnico de sonido). 

Abelardo trabaja en el Teatro Principal desde 1991 y es el encargado de "hacer que suene". Generalmente trabaja desde la sala de proyecciones. Monta el equipo, lo conecta a la mesa de mezclas, hace la prueba de sonido y -con todo preparado- se dispone a seguir el guion del acto para poner la nota musical. La puerta que se abre, el grito que estremece o el disparo del final.

Los días de las galas, actos o funciones de teatro mantiene una conversación previa con los artistas y las personas que se suben al escenario para averiguar qué quieren hacer; cuándo tiene que entrar un sonido determinado o una canción.

Desde su experiencia, apunta que los artistas "no son problemáticos", y recuerda una anécdota cuando la popular cantante Karina acudió a Reinosa y optó por no usar el micrófono que el técnico la ofrecía.

La artista aludió que tenía un ligero golpe y que no le convencía del todo ese modelo. Entonces sugirió si podía usar el suyo. Abelardo dijo que no había ningún problema, pero cuál fue su sorpresa cuando la cantante sacó de su equipaje un micrófono idéntico, con la única diferencia que este tenía la huella su pintalabios. Al término de la actuación, Karina -con timidez- le comentó que tenía la manía de cantar con ese micrófono marcado por la pintura de sus labios.

Luces (Fino Fernández, técnico de iluminación).

Fino también tiene 23 años de experiencia en el teatro de Reinosa. Es el encargado de "crear ambientes" iluminando los diferentes puntos del escenario, potenciándolos, difuminándolos u ocultándolos. "Se trata de resaltar momentos concretos de las obras", explica.

Apela a la imaginación "ahora que, en época de vacas flacas, se invierte menos en decorados y hay que hacer virguerías con las luces", asegura.

Su trabajo aporta calidez o frío, esconde, muestra y sugiere; sensaciones que varían en función del tipo de escena. Disfruta recreando las tragedias y confiesa que la iluminación que más le gusta es la que se conoce como ‘luz de calles entre patas de elefante' (la que se proyecta en los laterales donde se suelen retirar los presentadores).

Se encarga de medio centenar de focos que maneja desde su mesa: cenitales, frontales, recortes, contras, parciales, generales...Dedica unas ocho o diez horas para preparar cada espectáculo y bastantes más si se trata de un concierto.
Afirma que su trabajo puede resultar estresante y estimulante a la vez. No disfruta de las obras de teatro porque tiene que seguir un guion sin improvisar que no ha tenido tiempo para preparar. En la obra hace un papel oculto, iluminar. Si le dan a elegir, prefiere poner luz y oscuridad a las guitarras de un concierto de rock.

Cámara (Sergio Alonso ‘Zapa', proyectista).

El proyectista actual lleva trabajando en el Teatro desde 1991 y aprendió el oficio con Raúl "el de la imprenta", que desempeñó esta función durante unos 35 años. ‘Zapa' se encarga de la recogida de películas y de comprobar que están en buen estado para el día de la proyección.

Está escondido detrás de la pequeña ventana por donde sale la luz. Monta la película, la prueba, se asegura de que el sonido no esté ‘rozado' y que la imagen no tenga ningún fallo. Comenta que la calidad de las películas ha mejorado, pero es consciente de que este formato tradicional no es tan rentable como lo puede ser el del actual mercado digital.

Explica que en función de su duración una película puede ocupar seis o siete rollos. Una longitud próxima a los 3.000 metros, contenidos en una anchura de 35 milímetros, y cuyos fotogramas (las imágenes fijas) desfilan por los ojos del espectador 24 veces por segundo, velocidad que crea la ilusión del movimiento.

Además de proyectar, apoya en otras labores técnicas como la iluminación, el sonido o las propias de los tramoyistas.
Añora los tiempos en los que el coste del alquiler de las películas se financiaba con la recaudación de la taquilla. Calcula que la copia de una película ronde los 15.000 euros. Analiza el porvenir de su profesión y, además de asistir como espectador a un fundido en negro del oficio, añade que las nuevas tecnologías lo van a acabar de rematar. "Si dentro de un tiempo el público quiere ver una sala de proyecciones, mejor que vaya a un museo", lamenta.

Aun a riesgo de no resultar creíble en estos tiempos, confiesa que no ve cine por internet. Opina que no hay comparación entre ver una película en casa y hacerlo en la gran pantalla, pero comprende que con la crisis hay que reducir gastos de algún sitio y que el ocio es lo primero se resiente.

Persevera. Anima a la gente a acudir al cine y que desarrollen el hábito de ir al patio de butacas arriesgándose a ver algo diferente. Descubrir nuevos géneros y abrir su mirada para disfrutar más del cine.

Acción (una programación engañosa).

Puede parecer que la actividad del Teatro Principal de Reinosa se concentra los fines de semana, pero cotejando los datos de la concejalía de Cultura, lo cierto es que el año pasado ha permanecido abierto unos 250 días, entre proyecciones de cine y actos cultures, sumando un total de 20.617 espectadores durante todo el 2013.

Asimismo, a esos actos, concretamente 56, repartidos en: 13 conciertos, 9 actos culturales, 3 compañías de teatro, 5 espectáculos, 14 grupos de teatro de la Muestra Escolar, 6 compañías de teatro del Certamen Nacional de Teatro para Aficionados y las 6 compañías de la Temporada de Otoño de Teatro, han asistido en total a 11.082 espectadores.

Por otra parte, las proyecciones de cine han aglutinado en casi 200 jornadas a 9.535 espectadores el pasado año, que han asistido a las diferentes sesiones de los viernes de las 20.30, el sábado a las 20 y 22.30 horas, el domingo en horario de 17 y 20 horas y lunes a las 20 horas.

José Andrés García, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Reinosa, subraya que "Reinosa siempre ha sido pionera en actos culturales y más en teatro", y considera que se trata de una de las localidades cántabras con más asistentes en proporción de número de habitantes.

En cuanto a la maltrecha salud del cine, destaca que se ha producido "un ligero repunte" en la sesión del público infantil, a la que también suelen acudir los padres acompañando a sus hijos.

Por otra parte, el edil de Cultura justifica los repentinos cambios de programación de las películas anunciadas argumentando que, a veces, dentro del paquete de películas que alquilan, algunas ya no las fabrican en el formato de 35 milímetros, sino digítales, y por ese motivo surgen los contratiempos de última hora.

En el horizonte y con un presente incierto, está el esperado y anunciado proyector digital y 3D. Una inversión próxima a los 60.000 euros, con la que confía que -esta primavera- ya se puedan ofrecer los estrenos más recientes. El precio actual de la entrada del cine es de cuatro euros. Un coste que se mantiene invariable desde hace bastantes años, pero que es muy probable que suba de precio para compensar la inversión tecnológica.