Permítanme el juego de palabras respecto a la oscarizada película de los hermanos Coen, en la que un Javier Barden magistral interpreta el papel de sicario. No es nada original la idea. Si lo introducen en un buscador, comprobarán que son numerosos los artículos y estudios publicados en España con el mismo título que encabeza esta colaboración. Es tentador usarlo cuando se aborda el problema demográfico más grave que afronta nuestro país: el envejecimiento de la población.
Las causas son conocidas y fácilmente constatables: bajísima natalidad y elevada esperanza de vida. De la segunda no podemos más que alegrarnos, pues denota la calidad de vida que disfrutamos los españoles. De la primera, en cambio, debemos lamentar la falta de remedios capaces de paliar tan destructiva y preocupante cifra.
Unos datos básicos: en el año 2021 hubo en España 7,09 nacimientos por cada mil habitantes y la tasa de fecundidad (número de hijos por mujer en edad fértil) se situó en 1,17. Estamos en niveles similares a los del año 1941, recién terminada la guerra y en medio de una posguerra horrorosa. La diferencia respecto a entonces es que el camino de la recuperación demográfica, aunque no inmediato, sí fue constante. Hoy no se vislumbra sino un retroceso y, en el mejor de los casos, un estancamiento. Otros datos estadísticos, como la edad a la que se tiene el primer hijo (actualmente 31,2 años), no hacen más que afianzar el pesimismo.
Si bajamos a un nivel mayor de detalle, las cifras regionales de natalidad señalan diferencias notables, con índices por debajo de la media en el caso de Castilla y León, Galicia, Asturias o Canarias, entre otras. Cantabria tampoco alcanza la media española (ha sido la cuarta por la cola, con una tasa de 5,81 %0). España ocupa los puestos más bajos del mundo en estos aspectos y de poco consuelo debe servirnos que otros países europeos tampoco presenten cifras mucho mejores, incluso aquellos que han seguido decididas políticas incentivadoras de la natalidad.
Los últimos datos reflejan que en Cantabria hay, por cada 100 habitantes, 13 menores de 15 años y 23 mayores de 64. En el caso de Campoo, según datos recogidos por el ICANE en 2020, la tasa de juventud (menores de 15 años sobre el total de población) oscila entre 0,00% en Pesquera y 14.16% en Enmedio (Cantabria 13,02 de media). La tasa de envejecimiento (mayores de 64 años respecto a la población total) va desde 43,17% en Valdeprado del Río a 19,01% en Enmedio. La media de Cantabria se sitúa en 22,3%. En 2021 estas cifras cambian ligeramente a peor.
Históricamente, los estancamientos demográficos eran consecuencia de las altas tasas de mortalidad, sobre todo infantil, y de los episodios catastróficos (hambrunas, epidemias, guerras). Hoy es justo al revés, la baja natalidad y el aumento de la esperanza de vida provocan crecimientos vegetativos muchas veces negativos (mueren más personas que nacen) y determinan unos niveles de envejecimiento muy altos (125 mayores de 65 años por cada 100 menores de 16). Cantabria llegó a los 160 en 2020. Para echarse a temblar, sobre todo si se se es pensionista.
¿Por qué no somos un país para jóvenes, por qué los jóvenes no mejoran las cifras demográficas? La respuesta es sencilla: porque su presente es precario y su futuro más aún. Así de simple. Claro que se pueden añadir otros datos como la comodidad, la huida de los compromisos, los anticonceptivos, la incorporación de la mujer al mundo laboral... Cierto, pero no sustancial. Son la crisis económica y la precariedad laboral de ella derivada, junto con el modelo económico dominante, los que impiden un planteamiento vital en el que los hijos tengan cabida. Nunca criar hijos fue tarea sencilla, pero hoy no lo es en grado sumo. Si el tiempo de trabajo de ambos progenitores impide la conciliación y, a la vez, trabajar ambos es irrenunciable desde el punto de vista de su estabilidad económica y desarrollo personal, queda poco margen para tener hijos. Que se lo pregunten a las parejas y, de paso, a los abuelos, imprescindibles muchas veces. Las ayudas son necesarias y aún insuficientes, pero el problema de fondo es estructural. Por cierto, las cifras demográficas siempre han mejorado cuando la economía lo ha hecho y, al mismo tiempo, ha propiciado la llegada de inmigrantes. No estaría de más pensar en ello.