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Opinión

La Niña de Oro

"…He llegado a pensar que la Niña de Oro sigue habitando en La Casona, en su casa; pero no la siento como se puede sentir a un fantasma al uso, con su sábana incluida; no, a mí se me parece más bien a una anjana, un hada buena que no pretende asustar a nadie, que solo quiere entretenerse un rato"

La Casona es, sin duda, el edificio civil más importante de Reinosa. Mandado construir por D. Luis de los Ríos y Velasco, se levantó en 1778 en la que hoy es Avenida del Puente de Carlos III, próxima a dicho puente, construido a su vez entre 1759 y 1788, durante el reinado de este monarca ilustrado. Se trata, por tanto, de dos obras emblemáticas contemporáneas, dos elementos clave del paisaje urbano de Reinosa, dos construcciones de las muchas que jalonan la antigua travesía de la carretera nacional a su paso por nuestra ciudad, desde la Fuente de la Aurora al Parque de Cupido.

Pero no es de edificios, no es de obras de ingeniería o arquitectura de lo que quiero escribir hoy. Hoy quiero dejar que la fantasía, libre de ataduras, vuele en busca de la Niña de Oro. Porque La Casona es conocida también como la Casa de la Niña de Oro. Cuentan varios escritores -entre ellos Ramón Cantón en su libro Reinosa y la Merindad de Campoo- la leyenda según la cual el padre de la criatura, hija única, ofreció a la iglesia de un pueblo cercano a Reinosa una cantidad de oro igual al peso de la niña si esta sanaba. Y aquí termina la leyenda: no sabemos si sanó, si el padre cumplió o no su promesa, si su hija murió o vivió enferma hasta su prematura muerte; tampoco sabemos de ninguna iglesia de la comarca que se enriqueciera con tan generosa donación.

Soy un asiduo visitante de La Casona, especialmente de la biblioteca. Y no sé si serán imaginaciones mías, pero a veces me ha parecido, mientras ojeaba libros, escuchar algún susurro, sentir unos pasos silenciosos, notar un leve soplo de aire... Y he llegado a pensar que la Niña de Oro sigue habitando en La Casona, en su casa; pero no la siento como se puede sentir a un fantasma al uso, con su sábana incluida; no, a mí se me parece más bien a una anjana, un hada buena que no pretende asustar a nadie, que solo quiere entretenerse un rato; porque si lo pensamos un poco llegaremos a la conclusión de que una niña, o adolescente, necesita divertirse aunque solo sea de vez en cuando, si no su existencia, bastante más de doscientos años ya, sería insoportable. Estas visiones, impresiones o como queramos llamarlas no las he comentado nunca con nadie, no quiero que la gente me tome por loco, aunque si alguien lo piensa, reconozco que quizás no vaya muy desencaminado.

Son muchos años, como digo. Durante todo este tiempo la Niña de Oro ha tenido ocasión de contemplar muchos acontecimientos. Seguro que no se han borrado de su memoria los dos incendios que sufrió La Casona, uno durante la ocupación de las tropas francesas en la Guerra de la Independencia; y otro en el siglo XX. También recordará, con agrado, la rehabilitación que hizo la Escuela-Taller de Reinosa en los años ochenta del pasado siglo, es más, estoy seguro de que disfrutó viendo trabajar y aprender un oficio a aquellos jóvenes y quizás hasta llegó a enamorarse de alguno de ellos. Algo que probablemente tampoco olvide nunca es la triste desaparición de la Casa de las Princesas, o la construcción de dos edificios (por llamarlos de alguna manera), uno junto a la recién mencionada Casa de las Princesas y otro a muy escasos metros de La Casona, que son un auténtico atentado contra la estética y el buen gusto.


También la imagino contemplando muchas de las numerosas exposiciones que se hacen anualmente: aquella que conmemoraba el centenario del pintor Casimiro Sainz; o la de las obras seleccionadas en el concurso que lleva su nombre; o la de tallas en madera, de Pablo, otro artista de Campoo, paisano del pintor, que tuvo un enorme éxito; y qué decir de la exposición de tarántulas, que había que hacer cola para entrar a verla, en la Sala de la Chimenea; o la dedicada al río Ebro, que ocupó todas las plantas de La Casona; o la que conmemoraba los setenta y cinco años de La Naval..., en fin, no sigo porque no acabaría nunca. Imagino a La niña de Oro de incógnito, mezclada entre el público, o contemplando las obras a solas, cuando la sala estaba cerrada al público.

Y la imagino también asistiendo a los cursos de verano, sobre el Patrimonio Histórico, organizados por la Universidad de Cantabria, donde tendría ocasión de aprender un montón de cosas sobre nuestro pasado y el de la Humanidad, escuchando a expertos en arqueología, arte, geografía, historia y tantas otras materias que han ido conformando nuestra existencia. Y, puestos a imaginar, la veo también en multitud de conferencias, charlas, talleres, presentaciones de libros, entregas de premios, jornadas sindicales, actos políticos... Y en la biblioteca infantil, con sus sesiones de cine o sus jornadas de cuentacuentos. Y en la biblioteca virtual, sentada junto a algún usuario, aprendiendo informática y maravillándose de los avances técnicos. Y en Radio Tres Mares oyendo las noticias, escuchando música o siguiendo con mucha atención las entrevistas y las intervenciones de los invitados. Y charlando con las bibliotecarias sobre las labores que realizan. Y esperando, como yo, con impaciencia y nerviosismo, la llegada de nuevos títulos para ojearlos, acariciarlos y disfrutar de antemano con su próxima lectura. Y me da la impresión de que suele asistir con asiduidad a las reuniones de los clubes de lectura. También me gusta pensar que se siente feliz cuando ve a las personas que acuden a donar sangre, o a las que van a la oficina de turismo en busca de información sobre la comarca

Y, sobre todo, la imagino satisfecha y orgullosa de ser la anfitriona, de que tanta gente se beneficie de los servicios que presta La Casona, su casa, la Casa de la Niña de Oro.

*Javier González Díez nació en 1950 en Lodosa (Navarra), junto al río Ebro. Tras vivir en Burgos y Madrid, llega a Reinosa en 1976, al colegio "Concha Espina"; donde estuvo veinte años, nueve de los cuales como director; en 1996, con la implantación de la LOGSE, pasa al IES "Montesclaros", donde ejerció la docencia en la ESO, durante catorce años, hasta su jubilación. Ha cursado estudios de Magisterio en Madrid y posteriormente se licenció en Geografía e Historia y en Derecho por la UNED. Sus grandes aficiones son la literatura, la historia y el teatro. Es miembro fundador de la revista Cuadernos de Campo y ha dirigido durante muchos años a grupos de alumnos en las sucesivas ediciones de la Muestra Escolar de Teatro, escribiendo algunas obras y adaptando otras. Confiesa que es un adicto a la lectura y sus autores preferidos son García Márquez, Vargas Llosa, Umbral, Javier Marías, Muñoz Molina, Rosa Montero y Almudena Grandes.*


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