Todo concepto tiene unos límites: los impuestos por la cultura y por la historia. Si estos no existiesen estaríamos ante un mundo uniforme. La exposición de Nacho Zubelzu, en el vestíbulo de la Biblioteca Central de Cantabria, se centra en esa idea: la búsqueda de los límites, puliendo las diferencias entre los objetos hasta dejar desnuda la estructura prístina, y así, observarlos en su esencia para encontrar semejanzas en diversos ámbitos. La exposición comienza con una reflexión sobre el valor de la luz, símbolo del conocimiento y metáfora del camino del que busca. A partir de esta certeza Zubelzu comienza su exploración en lugares distantes y distintos: Campoo, Marruecos, Zambia, Alemania, Austria. Los elementos de la exposición subrayan el contacto con lo primigenio, con la tierra, con el origen de nuestras sociedades.
Representa el muro como frontera y fin, como una barrera entre el progreso y lo primitivo, recreando una alegoría, la interposición de Alejandro Magno entre la tinaja de Diógenes y el sol. Zubelzu se pregunta qué es aquello que nos impide disfrutar de ese sol, quién nos ha ocultado o apartado de lo atávico, de lo ancestral, así por ejemplo, con su dibujo preciso, exacto, cercano al hiperrealismo, señala las concomitancias entre las estacas de los cercados de diferentes países del mundo (desde los más desarrollados de Europa hasta los más míseros de África) indicando que todos participamos de una misma racionalidad, aunque adaptable y diversa.
La exposición de Zublezu es un cántico a la igualdad, a la semejanza, al origen idéntico de nuestro nacimiento, por eso muchas de las pinturas se fundamentan en sombras y perfiles de personas que pudiéramos ser cualquiera de nosotros. El mural central se compone de figuras realizadas en plomo que ascienden desde la esquina inferior hasta el límite superior del soporte como una representación del anhelo humano y como metonimia de la evolución cultural del hombre y la sociedad.
Diógenes buscaba en la sencillez, en la pureza, el denominador común de la vida. Zubelzu deja clara sus intenciones al buscar el germen de la humanidad en lo que nos mantiene vivos, que no es más (ni menos) que nuestra esperanza, el agua y el sol.
La exposición "La tinaja de Diógenes" es una entelequia sobre lo que es necesario y lo que no, sobre lo común y lo diverso, y especialmente sobre límites y muros que separan lo que una vez fuimos de lo que otros son ahora.
Diógenes buscaba la luz, lo esencial, Zubelzu busca esa similitud primaria que conecta a todos en las finas estrías de las tablas de madera o en las pinceladas de oro que aplica a sus retratos y en los muros, aquellos que nos separan de otras culturas y civilizaciones.
La Tinaja de Diógenes es una exposición que propone un regreso y un avance hacia nuestro primitivo caldo de cultivo y supone una crítica a aquello que nos desvió de ese camino común.
Muro y límite, búsqueda de lo germinal y de lo diferencial...