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Del tiempo y los días

Miguel Delibes pasaba por Reinosa

Miguel Delibes pasaba por Reinosa

Reinosa era un lugar estratégico para el joven ciclista, era el punto más poblado de su periplo amoroso...

Miguel Delibes pasaba por Reinosa. Subía en su bicicleta por las hoces hacia un destino que siempre era para él gratificante, mirar a los ojos a Ángeles de Castro, su futura mujer.

El Camino es duro, pero Miguel, el cazador y pescador, lo era más. La juventud podía más que el 8% de desnivel que existe de Santiurde a Reinosa, esa hoz exigente, tal vez extenuante, hasta llegar a la capital de Campoo.

Miguel, el cazador, oteaba ya la meseta burgalesa de Sedano, donde su mirada adivinaba las codornices y perdices que se ocultaban entre las mieses doradas de Castilla.

Reinosa era un lugar estratégico para el joven ciclista, era el punto más poblado de su periplo amoroso. Desde Molledo hasta Reinosa y desde aquí -por los prados que se convertirían en el mar interior de Cantabria y serpenteando por caminos pedregosos y empinados- bajo el sol del verano, hasta el pequeño pueblo del norte de Burgos, acompañando su soledad con la cadencia del chirrido de los muelles de la bicicleta y el sillín duro de cuero clavándose en los músculos cansandos por el esfuerzo, después de tantos kilómetros y tantos baches en aquellas carreteras de posguerra.

"En el valle había nacido y, en once años, franqueó la cadena de altas montañas que lo circuían"
Pero ahora, después de muchos más años, ese trasunto real de Daniel el Mochuelo, Miguel, con más años y acostumbrado a vivir en Valladolid, atravesaba los valles de la Cantabria central y del sur.

Miguel, el pescador, descansaba de su ascenso, a orillas del Ebro, el río donde nadaban sus amigas las truchas. La sombra de Miguel, el pescador, era alargada a esas horas de la mañana cuando meditaba en la ribera del Ebro, viviendo su juventud hasta convertirse en Miguel Delibes, el escritor, que recordaba sus recorridos por la zona meridional de Cantabria.

"En su trayecto por el valle, la vía, la carretera y el río -que se unía a ellas después de lanzarse en un frenesí de rápidos y torrentes desde lo alto del Pico Rando- se entrecruzaban una y mil veces, creando una inquieta topografía de puentes, túneles, pasos a nivel y viaductos".
En ese itinerario, nacido de la pasión por Ángeles, la carretera o el camino se volvían más cómodos en su bicicleta no profesional, emulando las hazañas de la Pulga de Torrelavega o las de Bahomontes, auténticos ídolos ciclistas de aquella España donde Miguel, el escritor, se forjó para ser lo que fue, un referente literario.
Reinosa acogía fugazmente a Miguel, el de Molledo, pero para él era una parada esperada en su etapa hasta Sedano.
El río era su mundo en Cantabria y más allá el campo amplio, extenso y áureo de su Castilla meseteña.

Miguel, el ilustrador, está ahora en el Centro de Adultos de Reinosa, recreado en el mundo mágico de la literatura y el dibujo, y sobre todo ilustrando El Camino -esa novela donde la adolescencia y el tránsito hacia lo adulto se dan la mano en la magistral escritura de Delibes, el ganador del premio Cervantes- donde los valles de Molledo e Iguña, cobran un protagonismo esencial.

En Reinosa seguro que miraba al Ebro y tal vez a la vuelta merendaba pantortillas con café aguado en alguna cafetería.
Miguel, el escritor, escribió: "Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así..."

Reinosa veía pasar a un ciclista que nunca corrió el tour, pero sin embargo encontró el amor.
En el ferrocarril que pasa por nuestra ciudad, trabajó su bisabuelo, aquel mozo francés que se enamoró de una cántabra...

(Dibujos de Miguel Delibes para ilustrar la edición america de 'El Camino' que se pueden contemplar en el Centro de Adultos de Reinosa).