Por Alberto Ruiz Yesa, concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Reinosa
"Sé abnegado. Sé un subversivo de lo fácil. Arriésgate. Fracasa. Practica la resurrección". Colum McCann
Hemos llegado al ecuador de la legislatura. Han pasado ya dos años desde las elecciones municipales y quedan otros dos por delante. Es un buen momento para hacer balance, también en el ámbito cultural. Y lo cierto es que Reinosa no puede permitirse otros dos años más de parálisis, improvisación y falta de ambición cultural.
La gestión cultural no es fácil. Requiere sensibilidad, escucha, vocación de servicio público y, sobre todo, imaginación. No se trata solo de organizar actividades, sino de tener un proyecto. Una idea de ciudad. De saber qué papel debe jugar la cultura en nuestra comunidad. Qué espacios necesita. A qué públicos queremos llegar. Qué mensaje queremos transmitir.
En estos dos años, la política cultural en Reinosa ha sido una sucesión de inercias, de eventos sueltos sin conexión entre sí, de decisiones aisladas y de oportunidades perdidas. La programación ha sido irregular y poco participativa. Los espacios culturales siguen sin un uso claro o bien definido. Se han eliminado o degradado iniciativas que funcionaban. Y, lo más preocupante, la ilusión se ha esfumado.
Hay una diferencia importante entre mantener la actividad cultural y liderarla. Entre colaborar con lo que hacen otros y tomar las riendas de un modelo cultural propio. Y eso es lo que está faltando: liderazgo, dirección, empuje. Porque la cultura no se sostiene solo con buena voluntad, necesita una política activa, decidida, planificada.
Reinosa tiene historia, tradición, talento local, tejido asociativo y equipamientos que muchas otras localidades envidiarían. Pero lo que le falta ahora mismo es una visión cultural de conjunto, una hoja de ruta. Se gobierna sin un plan, sin marcar objetivos, sin una idea clara del papel transformador que puede tener la cultura si se entiende como un bien común, y no solo como un calendario de eventos.
Tomemos el ejemplo del verano. En muchas ciudades, los meses estivales son un momento de efervescencia cultural: teatro de calle, cine al aire libre, música en directo, ferias del libro, festivales temáticos. En Reinosa, el verano se da por perdido antes de empezar. La excusa habitual es que la gente se va a los pueblos, que se dispersa, que no compensa. Pero eso no justifica que la ciudad permanezca culturalmente inactiva en una época con enorme potencial. Se pueden poner mil excusas -que después llega San Mateo, que la gente se dispersa por los pueblos de los alrededores, que se van de vacaciones, que el tiempo no acompaña-, pero una época del año que es la más aprovechable para sacar a la calle actividades culturales se da por perdida sin dar batalla: teatro de calle, marionetas, conciertos, recitales poéticos, jam sessions, cine al aire libre, festivales o mini-festivales musicales temáticos, y sobre todo, fomentando a los creadores locales, en artes plásticas, música, escritura, y otras expresiones artísticas.
Lo mismo ocurre con nuestros espacios patrimoniales. El Teatro Principal ha sufrido una larga parálisis por obras interminables. La Casuca Ascensión, dos años después, sigue cerrada y sin un proyecto definido. El Colegio Concha Espina deteriorándose día a día, abandonado, cuando podría convertirse en un referente educativo y cultural para toda la comarca. Un espacio que albergue la Escuela de Adultos, el Conservatorio, la Escuela Oficial de Idiomas e incluso una extensión de la UNED, acercando la educación superior a nuestra zona. No se trata de una utopía, sino de tener visión.
En cuanto a las actividades, no se entiende cómo se han eliminado sin explicación iniciativas de éxito como el Rally Fotográfico de San Mateo. O cómo se ha dejado caer la Muestra Escolar de Teatro, que fue pionera en su día, y que ahora se mantiene casi por inercia, sin apoyo real. La ceremonia de clausura del Certamen Nacional de Teatro Aficionado también ha desaparecido, cuando era un acto simbólico de reconocimiento a los participantes.
En paralelo, hay una absoluta carencia de actividades pensadas para la juventud. Reinosa tiene una población envejecida, sí. Pero ese no es motivo para dejar de lado a nuestros jóvenes. Faltan propuestas que conecten con sus intereses: música, arte urbano, audiovisuales, espacios de creación, nuevas narrativas digitales. Faltan proyectos que les den voz, que les hagan partícipes. Y, sobre todo, que les hagan sentir que también hay un sitio para ellos en la vida cultural de la ciudad. La expresión "Mientras tanto, en Reinosa...", que tanto parece molestar, trata de llamar la atención sobre estas carencias. Y sí, localidades cercanas parecen tener más sensibilidad en este caso.
Es cierto que se han puesto en marcha iniciativas como las Residencias Artísticas. Pero conviene preguntarse: ¿qué huella dejan en la ciudadanía? ¿Qué vinculación real tienen con el entorno? ¿Qué retorno tienen para Reinosa? Innovar no es solo hacer algo diferente. Innovar es transformar, contagiar, sumar. Si una actividad no se comunica bien, no se comparte, no se integra, difícilmente genera un cambio real.
Y en medio de todo esto, lo que llama la atención es la falta de presencia institucional. Muchas de las mejores iniciativas culturales de los últimos años no nacen del Ayuntamiento, sino de asociaciones, colectivos y entidades que mantienen viva la cultura con un esfuerzo extraordinario. Actividades como la Noche Encuentada, la Enramada de San Juan, la Semana Cultural de Montaña, exposiciones, ciclos, conferencias, desfiles, o encuentros culturales que sostienen el calendario gracias al compromiso de personas anónimas que creen en su ciudad.
Ese tejido merece más que colaboración puntual. Merece reconocimiento, escucha activa y apoyo estructural. No se puede seguir congelando las subvenciones culturales, ni recortándolas, mientras se reparten ayudas nominativas sin criterios claros. La cultura necesita estabilidad, recursos y planificación. El apoyo a los creadores locales es vital para fortalecer el ecosistema cultural, dar visibilidad a sus propuestas y construir comunidad.
Afortunadamente, aún queda tiempo. Dos años pueden parecer poco, pero son suficientes para cambiar la inercia, si hay voluntad. Para ello, hay que recuperar tres principios fundamentales: visión, valentía y vocación.
Visión para imaginar una Reinosa en la que la cultura esté en el centro de su proyecto de futuro. Valentía para arriesgar, para salir de la zona de confort y para hacer cosas nuevas, sabiendo que no todo saldrá bien. Y vocación de servicio público, para entender que la cultura no se mide solo en número de actividades, sino en el impacto que estas tienen en la vida de las personas.
La cultura no es una sección más del boletín municipal. Es el alma de una ciudad. Su identidad, su creatividad, su autoestima. Si no se la cuida, si no se la impulsa, si no se cree en ella, lo que se empobrece no es el calendario, sino la comunidad.
Ojalá dentro de dos años podamos mirar atrás y decir que algo cambió. Que hubo un punto de inflexión. Que alguien escuchó. Y que esa frase que ahora resuena como un reproche -"Mientras tanto, en Reinosa..."- se convirtió por fin en una expresión de orgullo porque están pasando cosas que emocionan.