Broncas, crispación, hipocresía, obscenidad, espionaje interno y demasiadas sombras de corrupción han irrumpido estos días con la fuerza de un tsunami en el corazón del Partido Popular, el otro gran partido de este país. Una formación generalmente disciplinada y compacta que se tambalea como consecuencia de las luchas de poder internas entre la insaciable y arrolladora Isabel Ayuso y el bisoño líder Casado que parecía consolidarse entre los suyos al ritmo de las victorias electorales en diferentes CC-AA.
Las causas objetivas estuvieron precisamente en la presunta corrupción que rodea al mayor activo del partido de la oposición, la presidenta de la Comunidad de Madrid, con una investigación abierta al respecto. Dirigida por un auténtico mago de las peores artes políticas (Miguel Ángel Rodríguez), Ayuso disparó primero y lanzó un órdago que la dirección no pudo superar. Después de eso, se sucedieron una cascada de despropósitos y apuñalamientos internos intolerables con trampas y juegos de poder. La peor política.
Pero hay un gran problema en el Partido Popular que va más allá de Ayuso y de una nueva dirección que seguramente estará comandada por el gallego Núñez Feijoo. El problema se llama VOX.
VOX es, hoy por hoy, el gran rival del PP. Su gran ascenso le ha obligado a contar con su apoyo para gobernar en Madrid, Castilla y León, Murcia y posiblemente ocurrirá lo mismo en Andalucía. Saben en el PP que su militancia está muy dividida en aceptar gobiernos con la ultraderecha, pero no hacerlo le impediría tocar poder en muchos territorios. Es una disyuntiva tremenda. Lo parecido a la cuadratura del círculo. Lo de elegir Guatemala y Guatepeor.
El problema es más estructural que puntual y está más relacionado con la ideología y la estrategia políticas que con los liderazgos personales. Competir contra VOX o pactar con VOX. Esa es la cuestión.
Ayuso y la corriente que ella encabeza parece tenerlo claro, Veremos si Feijoo que nunca ha tenido que lidiar con semejante problema es capaz de encontrar el bálsamo de fierabrás que cierre las heridas de un partido que se ha recolocado a su alrededor por puro interés de supervivencia política.
Sinceramente le deseo suerte porque este país necesita política y políticos serios, educados, con sentido de Estado y con capacidad de sumar más que crispar. En todo caso, me permito recordarle al próximo líder de la derecha española que los mismos que auparon de manera exultante al Sr. Casado hace tres años, firmaron su adiós a las primeras de cambio.
Y es que ya lo decía Alfredo Pérez Rubalcaba: "En este país se entierra muy bien".