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Sociedad | Burgos

Lorilla, destruida por la guerra, olvidada por el tiempo

El pueblo abandonado de La Lora ofrece una de las mejores vistas de Valderredible

Entre Burgos, Palencia y Cantabria, en el cortado de La Lora sobre el valle de Valderredible, se asoma escondida Lorilla. El esqueleto inerte de un pueblo elegido estratégicamente en el Frente Norte durante la Guerra Civil, que fue destruido por los bombarderos y el fuego cruzado entre nacionales y republicanos, y posteriormente reconstruido, hasta que sus vecinos lo abandonaron definitivamente a comienzos de los años setenta.

Resiste una docena de casas derruidas (que en su mejor época albergaron más de medio centenar de habitantes), los muros de una iglesia con un campanario mutilado, y toda la soledad que el paso del tiempo ha construido encima de las ruinas del pueblo con la mejor atalaya sobre el Ebro en Cantabria.

No hay esquelas que anuncien su existencia. Se puede acceder a través de un camino de cuatro kilómetros por el Observatorio Astronómico de Cantabria; por una ruta a pie desde Sobrepeña o por la carretera de Basconcillos del Tozo, que insinúa el acceso al pueblo en una curva de la que se desprende una pista sin asfaltar. Un páramo agrícola donde las presas burlan su condición de caza menor o un par de mastines que cuidan al ganado y más que disuadir buscan conversación.

Su silencio susurra una calma irremediablemente nostálgica. Como cuando se entra en un museo; aminorando el paso y bajando el tono de voz; el visitante, para no desentonar con la escena, se detiene, pasea leve y curiosea entre las paredes en busca de algún tesoro olvidado. Una calle principal que concede carta blanca para imaginar escenas costumbristas de otra época y la sorpresa de la tumba reciente de un emigrante que ha vuelto al lugar donde nació.

Desde allí, el testigo contempla la serenidad de los pueblos dispersos de Valderredible en su totalidad, escucha los silbidos del viento al roce con las piedras, se embelesa con el evocador atardecer que se funde entre la Montaña Palentina y la Sierra de Híjar, y lo abandona con la sensación de llevarse consigo el secreto de Lorilla.