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Cultura | Reinosa

Locos por los libros

Locos por los libros

María Elena Marchena, Javier González y Emma Gutiérrez coordinan los tres clubes de lectura de Reinosa

Lectura como placer, como vicio y como forma de vida. Una pasión confesa por la literatura que lleva a María Elena, Javier y a Emma a reunirse todos los meses con sus grupos de lectores para disertar sobre la obra que han escudriñado responsablemente antes de la cita.

El sublime escritor John Steinbeck (autor de Las uvas de la ira) afirmó que "la cultura de un pueblo puede medirse por el espesor del polvo en los libros de la biblioteca pública". En la Sánchez Díaz, además del trasiego diario en las estanterías, más de cuarenta personas dejan relucientes las mesas donde se acomodan para hablar de historias; de buenos, bellas, traidores o perversas, de los motivos que tienen para actuar de esa manera y de las contradicciones de sus hechos. Un foro sobre literatura, con capítulos escritos por sus experiencias personales, donde también ellos son protagonistas. Con su opinión, cada lector es un libro.

María Elena Marchena coordina desde hace diez años el segundo grupo de lectura más antiguo de Cantabria. El más ‘beligerante' de los que se reúnen en la biblioteca, como sus miembros reconocen.

La media de edad supera los sesenta y de los catorce miembros que lo forman, doce son mujeres. Son diez años hablando de libros. "Discutimos mucho y rara vez hay unanimidad", comentan. También hay sitio para las vivencias personales; alegrías y penas narradas en primera persona por los autores del club.

Varios miembros de la tertulia aseguran que sienten la "necesidad" de leer, que de no tener esa posibilidad sufrirían una especie de "castración". Por su parte, a Luzdivina le preocupa ir perdiendo la vista y no poder disfrutar de la lectura como lo viene haciendo hasta ahora. Se plantea cómo podría llenar ese vacío que le dejarían los libros.

En tono jocoso, María Elena confiesa que -dentro de la contención- "pierde los papeles" y entonces es José Francisco el encargado de "llevarnos al redil". Coinciden en que es un club de lectura "muy vivo" por el carácter que imprime la coordinadora y por las personas que participan. Se enorgullecen de la personalidad de la tertulia, "un club que hemos creado entre todos".

Lectura como placer.

Para María Elena Marchena los libros son su vida. Y lo cierto es que aúna en la lectura su vertiente profesional, como trabajadora de la Biblioteca Municipal Sánchez Díaz desde hace veinte años, con su pasión por la lectura.

Disfruta haciendo que la gente disfrute leyendo. Reconoce que no puede pasar un día sin leer y que gracias a ello se nota más suelta en el lenguaje. "Te aporta una capacidad reflexiva, conocer las palabras para luego expresarte mejor y compartir experiencias". Dice que leer le aporta "todo", desde el placer al sufrimiento con escala en las diferentes paradas de los sentimientos.

Es licenciada en Historia del Arte. Para ella "leer es un placer" sin el que no sabe vivir. Ha escrito un buen número de trabajos históricos con una gran labor de documentación, que ha plasmado en la desparecida e imprescindible publicación ‘Cuadernos de Campoo', pero no se considera capaz de contar una historia. De momento, sus sobrinos son los únicos que disfrutan de los cuentos que se le ocurren sobre la marcha.

Opina que el tiempo dedicado a la lectura está bien invertido y no se decanta por un género en concreto. Se toma un tiempo, apunta a Nabokov como uno de sus autores predilectos y a ‘La carretera', de Cormac McCarthy, como una de las últimas novelas con la que más ha disfrutado. 

Un vicio incontrolable.

Si para María Elena la lectura es una forma de vida y un placer, para Javier González es "un vicio". Se ve a sí mismo con un "friki de la lectura" y disfruta mucho en ese papel. "Si no puedo leer, me falta algo", asegura.

Javier ha cursado estudios de Magisterio, Geografía e Historia y para rematar, compaginándolo con la docencia, algo tan liviano como Derecho por la UNED. Aunque durante su época como profesor no tenía todo el tiempo que quería para leer, nunca dejó de hacerlo. Calcula una media de 120 libros al año. Como alarde de lo friki que es, comenta que tiene apuntados los libros que ha leído desde el 15 de septiembre de 2003 hasta diciembre del 2013: más de 1.200. "Si me prohíben la lectura me pasaría algo malo", vaticina.

"Empezó siendo una afición, pero con el tiempo me he dado cuenta que no puedo vivir sin leer. Es mi chute". Una excentricidad -o no- fue su celebración particular en 2004 del ‘Año Umbral'. Cuando leyó, y en algunos casos releyó, hasta 50 libros de su autor favorito. También siente predilección por Antonio Muñoz Molina y Javier Marías, concretamente por la obra ‘Mañana en la batalla piensa en mí' o por el ‘Memorial del convento' de Saramago. Cuando el cuerpo le pide marcha recurre a John Connolly, "que se carga a quinientos en cada libro".

Borges dijo que siempre imaginó el paraíso como algún tipo de biblioteca, y para Javier un sueño no cumplido es ser el propietario de una librería que le maravilló en Oporto, "me pasaría la vida entre libros".

Preguntado por esa pasión por la lectura, indica que "hay autores y escritores que dicen que leen porque les hace mejor personas, yo leo porque me lo paso bien".

Además de leer, tiene una vertiente de escritor que comparte con en la intimidad con un grupo cerrado de amigos a los que periódicamente les envía sus relatos, cuentos y obras de teatro en exclusiva.

Los 14 lectores que forman su club le consideran una suerte de cicerone literario personal. Javier contextualiza la obra y cede la palabra para ver quién quiere empezar a comentar sus impresiones sobre el libro que les ocupa en ese momento. "Somos bastante más formales y respetuosos que los contertulios de la televisión, aquí escuchamos y luego hablamos", precisan los participantes.

Para ellos, estas reuniones les aportan beneficios como el diálogo, la socialización y el hecho de compartir experiencias. De esa pasión común por la lectura se derivan otras experiencias enriquecedoras; visiones diferentes, reparar en aspectos sobre la obra que pasaban desapercibidos para unos y no para otros y también desarrollar la capacidad de reflexionar. "Al final, reunirse periódicamente durante tanto tiempo te hace conocer a la persona, no solo al lector", subrayan.

La diversidad de opiniones "es mucho más enriquecedora, todas son válidas y hacen que el libro que ha leído cada uno sea diferente". Pero el club, además de abrir la visión e incentivar a los participantes a descubrir nuevos géneros, tiene su parte de obligación. El acicate de la tertulia hace que lean el libro hasta el final, al margen de que no les guste tanto la elección.

Son siete años desde que comenzó la aventura de este club y recuerdan positivamente iniciativas que hacían antes, como las excursiones guiadas por algún libro para conocer el lugar donde se ambienta: la ruta del Hereje de Delibes o el viaje a San Millán de la Cogolla con miembros de otros clubes, dentro de la actividad de convivencia anual de los diferentes grupos de lectores de Cantabria, pero que han abandonado en los últimos años.

Por otra parte, lamentan que el fondo de libros -dependiente de la Consejería de Cultura-no haya aumentado, y que tengan que hacer malabares para encontrar una novela que sea del agrado de todos.

Aquí Danielle Steel no ha enamorado a nadie. "No hay pasteladas ni historias rosas", últimamente "mucho sufrimiento agotador", comentan con humor. Para pasar página les gustaría algún texto clásico y de autores españoles. 

Vivir leyendo.

Emma Gutiérrez coordina el club de lectura más joven, tanto porque lleva dos años con este proyecto como porque sus once miembros tienen menos edad que el de los otros dos. Aquí "cada uno de los miembros es un libro diferente".

Además de un punto de encuentro para fomentar la lectura e intercambiar opiniones sobre literatura, les sirve de pauta cuando a veces no saben qué leer. "Es enriquecedor compartir visiones diferentes, y si después prolongamos la cháchara tomando un vino, mejor".

Percibe "ilusión" entre los miembros de su club. Un grupo que califica como "maravilloso, homogéneo y expresivo". Destaca que "cada uno de los miembros es necesario en el grupo. Si alguien falta, no estamos completos. Y, a pesar de todo, cada uno tiene sus opiniones y su forma de entender las obras". 

Para Emma, que tiene una doble licenciatura en Filología Inglesa y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, la lectura "supone vivir". Recuerda que desde pequeña ha sabido apreciar los momentos que pasaba "bajo el amparo de los libros", y que en el momento de elegir su carrera solo tenía claro una cosa: "¡que haya que leer mucho!". Apunta que su trabajo y su ocio se basan en lectura y no duda en afirmar que "la literatura ha sido y será mi mejor opción".

Si leer autores españoles le ha abierto los ojos en cuanto a la historia de su país, leer escritores extranjeros le ha abierto la mente. "No podría imaginar mi vida sin la imaginación de otros; y no podría imaginar a otros sin la lectura. No importa si esos mundos son imaginarios, ya que toda imaginación se basa en la realidad de alguien, de alguna época o de algún lugar".

Como réplica a quienes dicen que los jóvenes no leen, sostiene que no es verdad. "Todas las horas que pasan en internet están leyendo, la única pega es cuando lo que leen no pasa por un filtro de corrección ortográfica...Pero, sabiendo la libertad que te da la lectura, para mí no es tan importante lo que se lee sino el hecho de leer".


No tiene ningún género favorito en particular y lo único que busca en un libro es "que me deje una huella o algo en lo que pensar". Por citar algunos de sus títulos favoritos señala ‘Paradise Lost' de Milton, ‘Alicia en el país de las maravillas' de Carrol, ‘Hannibal' de Harris o ‘La vuelta al día en ochenta mundos' de Cortázar. Sin embargo sí tiene un autor predilecto, Borges. "Nunca me cansaré de leer y releer todas y cada una de sus obras. Creo que es la perfección llevada a la literatura; creo que es la literatura llevada a la perfección", sentencia.