Ciclistas desde Reinosa, desde más lejos de Reinosa, desde los cruces de carretera en Campoo y algunos con la bici en la baca del coche hasta Brañavieja para sufrir mucho y lo justo en el ascenso hasta la Fuente de El Chivo.
La gran mayoría se llevó los aplausos de la nube de aficionados que se amontonó en las cunetas de la carretera más alta de Cantabria para disfrutar del final de etapa de la Vuelta Ciclista a España. Había poca cobertura para escuchar por el móvil cuánto tiempo recortaba el pelotón a los escapados después de coronar El Escudo.
En el suelo los nombres de los corredores y después, su sudor. Salces con Ventoso, ikurriñas ubicuas, Cruces de la Victoria en amarillo sobre fondo azul de la vecina Asturias pero predominio del ‘Lábaru' cántabro.
La etapa del sábado tenía todos los ingredientes para hacer de la carrera ciclista una fiesta: caravanas con cocinas de gas y filetes empanados de menú; peñas ciclistas luciendo su equipación y algún cicloturista del Sky pasado de peso y haciendo el molinillo. No faltaba el del disfraz con peluca que corre 10 metros mientras hace ‘la cobra' al placaje del Guardia Civil, el que solo tienes ojos para su corredor favorito, el que llama a todos igual o el que siente la mirada cómplice del ciclista cuando en realidad se ha girado hacia su lado para buscar un poco de oxígeno casi a 2.000 metros. Más ecuánime era el que animaba a todos y no conocía a ninguno. También figuraba el que dice a los demás que dejen ver y se pone el primero tapando la vista al resto, o el del conocimiento enciclopédico que anticipa el ganador y sabe que si no se lo repite en bucle a sus amigos no le van a reconocer su buen tino.
Miles de aficionados subieron hasta el mirador caminado. Hubo quien lo hizo con sus hijos a cuestas y otros con la lengua fuera siguiendo a sus hijos, estos ya más creciditos. La opción más cómoda fue el telesilla, tanto para subir como para bajar.
Eran más de las 20.15 horas cuando los últimos visitantes se encomendaron al transporte en las alturas para iniciar la vuelta a casa. Arriba quedó algún coche rezagado de televisión, las furgonetas de un par de equipos y el personal de Cantur que trabajaba en el remonte. Antes, se mezclaron los corredores con los aficionados para bajar en bici hasta la estación; fugaces compañeros de un descenso soñado.
Los últimos en irse se hicieron los remolones en la cafetería de El Chivo para no pillar el atasco en La Calgosa. "Al que quiera, un viaje de ida y vuelta gratis", ironizaba el personal de los remontes a modo de tómbola. Nadie aceptó la invitación, y es que el sol de mediodía se desdibujo a media tarde por la niebla que a duras penas permitió ver la llegada de los ciclistas y que acompaño hasta el anochecer.