Hace veinte años, recién iniciado 2004, se llevó a cabo una intervención arqueológica en el interior de la iglesia románica de Santa María de Retortillo, en el marco del Plan de Recuperación del Románico en el sur de Cantabria que desarrolló en la comarca campurriana el Gobierno de Cantabria, a través de la Consejería de Cultura, el Obispado de Santander, la Fundación Santa María la Real y la Fundación Caja Madrid. Fue entonces cuando afloró bajo el templo del siglo XII los restos del segundo edificio público conocido en Cantabria de época romana, pues hasta entonces solo estaba registrado el foro de la propia Julióbriga.
El sondeo realizado dos años antes, es decir en el año 2002 por personal contratado en colaboración entre la Consejería de Industria y el Ayuntamiento de Campoo de Enmedio permitió reconocer parte de la planta de un horno para material cerámico, en buen estado de conservación.
Previa a esta actuación arqueológica y en el marco de los cursos monográficos de la Universidad de Cantabria sobre el Patrimonio Histórico, se llevaron a cabo dos prácticas de sondeo con georadar en el interior del templo. Durante las prácticas que fueron dirigidas por el Catedrático de Ingeniería Cartográfica y Geodesia de la Universidad Politécnica de Valencia, Francisco García García, se pudo localizar que las anomalías estructurales más relevantes en el subsuelo se localizaban en la zona de los pies del templo.
Seguidamente a estas actuaciones se iniciaron las obras de rehabilitación del templo románico de Santa María. El proceso de rehabilitación de la iglesia contemplaba la ejecución de un estudio arqueológico, cuyo objeto era conocer las prolongaciones de las estructuras del foro del templo. En el transcurso de estas excavaciones se encontró el citado horno de cerámica, cuya datación histórica está ligada a la primigenia construcción de la ciudad romana. Tras este hallazgo se decidió proseguir con la excavación íntegra del suelo, aprovechando que la iglesia estaba cerrada al culto por su restauración.
Los operarios de la Fundación Santa María la Real, que realizaban los trabajos de rehabilitación, pararon las labores de mejora del templo y se volcaron en los trabajos arqueológicos, cuyo proyecto valorado, tuvo que ser presentado a la Comisión de seguimiento de las obras de esta iglesia, formada por el Obispado, la Fundación Caja Madrid, la Consejería de Cultura y la Fundación Santa María la Real.
Los trabajos arqueológicos dieron comienzo con la preparación del área excavada situada al pie de la nave y el desmontaje y traslado de la escalinata de acceso al coro. Para ello se definieron tres áreas de excavación en el interior de la iglesia: una en la zona de la nave cercana a la cabecera y dos hacia los pies del templo actual. En el transcurso de las excavaciones se pudieron identificar varias fases de ocupación que cubrían un período comprendido entre mediados del siglo XX y finales del siglo I a. C. La fase más reciente correspondía, según los informes, a la renovación del pavimento de la iglesia que se hizo a mediados del siglo pasado; bajo ella se caracterizaba la presencia de enterramientos en el interior del templo románico. Además de una fase medieval a la que pertenecen restos del pavimento original de la iglesia, aparecieron fases altomedievales y evidencias constructivas de un posible templo prerrománico. Estas fases son precedidas por una ocupación romana reciente (último tercio del siglo I - siglo II d.C.), en la cual tiene lugar la construcción y uso del foro.
Según el trabajo "El Foro Romano de Iuliobriga" firmado por los investigadores de la Universidad de Cantabria Juan José Cepeda, José Manuel Iglesias y Alicia Ruiz en 2009, la estructura mejor conservada de las identificadas en el interior de la iglesia de Retortillo se corresponde a un horno de planta oval, excavado en el subsuelo y con paredes abovedadas realizadas con arcilla cocida. En su cota más profunda conservaba un canal de sección rectangular utilizado como cámara de fuego, directamente excavado en las arenas de descomposición de la roca que forma el substrato geológico. La separación entre la cámara de fuego y la de cocción o laboratorio se hacía mediante una parrilla de terracota perforada de la que se recuperaron varios fragmentos.
El horno, incluyendo el praefurnium situado en su extremo sudoeste, medía 2,3 m de longitud y 1,4 m de anchura máxima. Las paredes de la bóveda conservaban en la parte interna una altura de 40 cm. La boca se encontraba delimitada por dos muros de tosca factura, realizados con mampuestos de arenisca trabada con barro. Dichos muros debieron de formar parte de una construcción más amplia relacionada con el conjunto de naturaleza artesanal exhumado en su momento bajo el portal de la iglesia. La ausencia de desechos de cocción o fundición en su interior impide precisar su funcionalidad concreta.