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Sociedad | Hermandad de Campoo de Suso

‘Hoyo Sacro’, el refugio vital de los García Guinea

‘Hoyo Sacro’, el refugio vital de los García Guinea

Fotos cedidas por Nieves García Guinea. En las imágenes aparece el refugio en diferentes épocas; Luis García Guinea con familia y amigos, leyendo, y sobre el puente que construyó la familia Sobaler.

Una cabaña, construida en 1958 y reconstruida en 1985, es el "refugio y nido" de una familia vinculada a la naturaleza y amante de la comarca

"Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida...para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido".

Henry David Thoreau, autor de ‘Walden, o la vida en los bosques'.

"Una tarde de agosto, en uno de mis frecuentes vagabundeos por la montaña, subía lentamente con mi macuto pastoril a la espalda las empinadas cuestas de Piedra Hita, en el valle de Campoo de Suso. Había salido de una cabaña de pastores, donde pernocté, dejando atrás sucesivamente más cabañas, escobales, torrenteras y praderas, cuando, al coronar jadeante la cumbre de una ladera copiosamente salpicada de ráspanos, apareció ante mí una braña, rodeada de inmensas moles de rocas. Almorcé allí, junto a una friísima fuente que nace al pie de la roca, y me prometí que en sitio tan placentero construiría mi cabaña". Así narra Luis García Guinea, en el libro ‘Hoyo Sacro', su primer encuentro con esta braña.

Un lugar que frecuentó hasta que su salud se lo permitió durante veinte años, a 1.726 metros de altitud; subiendo andando o a caballo desde Naveda, en ocasiones con familiares y amigos, otras recibiendo a visitas inesperadas y habitualmente en compañía de los pastores trashumantes de las cabañas vecinas, pero sobre todo, consigo mismo y con el chozo: "mi querido amigo y compañero, eres viejo; eres, por lo menos, maduro. Veinte años en sí no parecen mucho, pero veinte años de soledad te hacen viejo como una eternidad [...] mucho tiempo mano a mano en diálogo contigo; he sido fiel a ti y tú eres fiel a ti mismo", narra en el libro. 

Luis García Guinea confiesa al comienzo de ‘Hoyo Sacro' que siempre tuvo cinco vocaciones para ser feliz: "aventurero, músico, pastor, anacoreta y maestro", si bien indica que no se realizó todo lo que quiso en ninguna de ellas, sí reconoció que "en este refugio he visto realizadas, yo creo, todas o casi todas mis vocaciones".

Con todas estas ilusiones pendientes por desarrollar y el lugar ya elegido, su deseo se hizo realidad el 27 de agosto de 1958, cuando pasó su primera noche en la cabaña de la braña campurriana. Aun así, ansioso por estrenarla, no fue hasta el año siguiente cuando se terminó de construir definitivamente.

La obra finalizó el 7 de julio de 1959 y contó con la ayuda de Wences de Cervera de Pisuerga, vecinos de Naveda, entre ellos Rodrigo e Isaías (a quienes cita en el libro), Ambrosio de Barrio, los pastores y la inestimable colaboración de su hermano Ramón, que participó en el transporte de las vigas. La inauguración fue el 18 de julio de 1959, con la presencia de familiares y amigos, entre los que se encontraban algunos pastores extremeños y gente de Cervera, Los Redondos y de Campoo. La misa la presidió su amigo, el sacerdote Laureano Pérez, auditor del Tribunal de la Rota.

Luis García Guinea compartía con sus hermanos (ocho con él), entre ellos el insigne historiador y arqueólogo Miguel Ángel García Guinea, la pasión por las montañas cántabras, especialmente por los montes de la Sierra de Híjar y Campoo, "el más bello y galano de los valles montañeses", como recoge en el libro, publicado en 1978.

Nacido en Saldaña (Palencia), con arraigo en la localidad de Campoo de Suso de Naveda, conoció la cordillera cuando estuvo destinado como notario en Cervera de Pisuerga. Gran aficionado al montañismo, dio nombre a una vía que abrió próxima al Curavacas, ‘La senda del notario'. Su trabajo le llevó por ciudades y pueblos tan dispares de la geografía española como son Cervera de Pisuerga, Yeste (Albacete), Cieza (Murcia), Elche -donde se asentó y se han criado sus hijos- y finalmente Santander, la ciudad más próxima para sentir su ‘Hoyo Sacro'.

Además de ser un apasionado de la naturaleza, la tercera de sus cinco hijos (cuatro mujeres y un varón), Nieves, lo recuerda como una persona de gran fortaleza física, deportista y lector empedernido. Su afición por la letras la plasma en dos libros, este ‘Hoyo Sacro' y ‘Diario de guerra'.

Devoción por la montaña.

Siempre solicitaba sus vacaciones en otoño, entre septiembre y octubre, para disfrutar de esta época del año en Campoo. Según su hija, "era llegar a Naveda y ponerse los pantalones de pana, calzarse las albarcas, plantarse la boina y coger la cachava".

Añade que con ellos era poco hablador, y reconoce que "su ojito derecho" era su hijo Luis, quien sí tenía el ‘privilegio' de poder ir al chozo con más asiduidad que sus hermanas. "Prefería subir con los amigos, jugar una partida, caminar, leer, escribir, era celoso de su intimidad y disfrutaba de su soledad. Era su pasión, dejaba todo por subir a la cabaña".
Ese lugar ‘sagrado' donde tantos días pasó, a veces solo y otras en compañía de familiares, amigos o pastores, lo describe como "placentero en los meses de verano, pero terrible e inhóspito en los restantes del año", y es desde hace 33 años un lugar de recuerdos para todos sus hijos. Quien más lo frecuenta es ‘Beves' -como su padre llamaba a Nieves-, que junto a su marido Alfonso son los más asiduos del ‘chozo' y se encargan de su mantenimiento.

"Me alegro mucho Beves, de que esto te llene. Claro que esto no es todo en la vida, pero si sigues viniendo y saboreándolo, verás cuanta ayuda y, sobre todo, cuánta calma. La vida en el chozo siempre sería un absurdo. Supondría una dejación total del mundo, y eso es imposible. Pero recogerse aquí de vez en cuando, aislarse, pensar, estudiarse uno mismo, contemplar la naturaleza, que es maravillosa, tal vez lo único perfecto; meditar...Todo ello es mucho más necesario de lo que creemos y no es misantropía". Estas líneas escribía el autor del libro, en referencia a la creciente afición de su hija por visitar el lugar.

Una cita premonitoria de lo que en los años sucesivos haría Nieves, "empezar a disfrutar realmente" del ‘chozo' a partir de 1981. Allí pasaba los fines de semana en compañía de sus amigas con las que hacía de largas marchas, practicaba esquí de travesía y celebraban comidas y tertulias en torno a la hoguera. "Quizás la que más se parezca a nuestro padre sea yo", comenta. "Es un refugio en todos los sentidos. Te aporta una gran paz y vamos a conservarlo como un recuerdo para todos nosotros hasta que podamos", asegura.

Echa la vista atrás y recuerda cuando bajaban a cenar con los pastores extremeños a la cabaña de Cirezos. "Eran gente extraordinaria, de lo más educados y limpios. Hacían unas migas y un café extraordinario que traían de Portugal", subraya.

No lo sabe precisar con exactitud, pero cree que hace unos 15 años que ya no hay pastores trashumantes en esas cabañas. Mirando al presente, Nieves considera que el refugio que era Hoyo Sacro, ya no es lo mismo, se ha perdido gran parte de esa tranquilidad. Los montes están más transitados, hay pistas forestales, y la soledad buscada de antaño ahora no es tan fácil lograrla, lamenta.

Ella sigue subiendo andado. Sin embargo su madre, Esperanza Aldaz -de 88 años y residente en Elche-, no es tan devota de la naturaleza como lo fue su marido o lo son sus hijos, "ella es más urbanita", apostilla Nieves.

La reconstrucción de un hoyo.

En 1985 un alud sepultó la cabaña, la familia pudo ver el estado del chozo en la primavera de 1986 y entre todos decidieron contribuir para su restauración, que se realizaría durante el año siguiente. Al frente de la obra, además de la familia, estuvo Tomás Sobaler, el carpintero de Espinilla, y sus hijos, quienes además de volverla a levantar construyeron un puente de madera.

Para la reconstrucción se aprovechó la misma piedra de la cabaña. Cambiaron las vigas y las tejas y se hizo un rejuntado. Hoyo Sacro ocupa una superficie de treinta metros cuadrados, tiene una chimenea, armario, seis literas, mesas y sillas, todo diáfano. Las comodidades que brinda la tecnología han permitido que haya ahora una estufa. Nieves lo dice bajando el tono de voz, como si su padre la oyera y la reprendiese por subir hasta su ‘hoyo' un electrodoméstico. Sirva esta frase de su padre, recogida en el libro, para pensar que no sería de su agrado: "todo adelanto de la ciencia es a costa de un sacrificio o una mutilación del espíritu, ¿dónde iremos a parar?".

Un notario que recogía firmas.

Luis García Guinea tuvo la idea de disponer de un libro en la cabaña para que todos los visitantes, de manera voluntaria, compartiesen y explicasen en él las sensaciones de su estancia en Hoyo Sacro. Una liturgia que se conserva hasta la actualidad y de la que ya hay seis volúmenes encuadernados con firmas de un gran número de personas. Nieves solo conoce a una mínima parte de los autores de las rúbricas y dedicatorias, pero lo que sí conoce y comparte son muchas de las sensaciones que se desprenden de los bucólicos comentarios escritos en los libros.

Por último, recogemos algunas de las apreciaciones que el artífice de ‘Hoyo Sacro' escribe en su libro homónimo: "tengo para mí solo nieblas, soles y lunas, y cuando en las noches inmaculadas contemplo desde las cimas el inmenso mundo de las estrellas, me invade una sensación de poder y libertad a las que nadie pone trabas ni limitaciones. Llego a compenetrarme de tal forma con la naturaleza, que casi me siento inmortal. Pero desgraciadamente todo es finito. El día, por ejemplo, este día, ya se extingue porque atardece, y, ¡ay! Noto un escalofrío unido a la impresión fugaz de que en mi vida también empieza a atardecer..." En definitiva, y como el mismo escribió "un canto a la vida en las altas cumbres de Campoo".

Gestión de montes.

La cabaña de Hoyo Sacro o la de la familia Guinea, es junto a la de ‘Matutano' (la construyó un hermano del empresario de esta marca tan emblemática) o, la ubicada enfrente del refugio Solvay, los únicos refugios de Campoo de Suso cuyo uso y disfrute está regido por una concesión administrativa, bajo pago de un canon anual. En el caso concreto de la de Hoyo, Nieves y su marido Alfonso -en representación de la familia- renovaron en 1988 otra concesión por treinta años que finaliza en 2018.

El municipio de la Hermandad de Campoo de Suso representa un interesante ejemplo de gestión comunal del uso de pastos y la actividad ganadera. En sus montes han coexistido hasta hace pocos años la trashumancia de merinas, con aquellos pastores que durante el verano venían con el ganado a las zonas de Cirezos y Guzmerones. Fruto de estos usos son las cerca de 50 cabañas que se conservan en el municipio, la mayoría propiedad de las juntas vecinales y los concejos abiertos.