Tal vez el apodo de "animoso" que el pueblo español otorgó al monarca Felipe V, personaje extraño, taciturno y primer Borbón que reinó en España allá por el año 1700, fuera algo más que una mera casualidad. Por lo visto, un mal augurio.
Desde esa fecha hasta la llegada del actual rey, la monarquía española nos ha asignado diez Borbones por derecho de sangre real: Felipe V, Luis I, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII y Juan Carlos I.
Las fuentes históricas no les dejan en buen lugar precisamente. A su más que demostrada frivolidad en el desempeño del cargo se les añade, prácticamente a todos ellos, un instinto innato para inmiscuirse con demasiada frecuencia en negocios de dudosa moralidad y una promiscuidad de libro que les hizo salvar mil y una situaciones incómodas, incluida la reina Isabel. Sus genes les definen también como apasionados de la caza. ("Lo siento, no volverá a ocurrir...")
El caso es que la historia les atribuye más sombras que luces (salvo a Carlos III) con negocios turbios y poco edificantes: A Alfonso XIII enriqueciéndose a costa de la guerra de Marruecos y con inversiones en las primeras películas pornográficas. A Fernando VII con sus millonarias comisiones con el zar ruso para adquirir una flota de barcos que luego resultaron ser un fraude. A Isabel II al beneficiarse de grandes cantidades de dinero por los esclavos provenientes de Cuba, etc. Y así podríamos seguir con detenimiento, pero no se trata de hacer sangre, ni un análisis crítico del comportamiento de los monarcas en unos siglos (XVIII y XIX) en los que la ética no era precisamente un valor muy admirado.
Pero la excusa de ser tiempos demasiado lejanos choca de frente con lo sucedido con el emérito rey D. Juan Carlos I. Sus acreditadas cuentas millonarias en Suiza fueron un verdadero escándalo para una España muy respetuosa con la monarquía. Es muy grave que esas actividades se produjeran durante el tiempo en que ocupaba la jefatura del Estado y es muy grave que la impunidad que le dio su inviolabilidad haya sido utilizada para acumular riquezas y ocultarlas en países con secreto bancario (El New York Times calculó, en base a una información de Forbes, que la fortuna de Juan Carlos de Borbón superaba los 2.000 millones de euros).
Su regularización fiscal fue la evidencia de sus impagos a Hacienda y su decisión de apartarse en Abu Dabi duplicó las dudas sobre su honradez. Es muy difícil de asumir que el jefe del Estado no sea ejemplar en sus tributos y utilice su cargo real para cometer presuntos desmanes que avergüenzan a la gente de bien.
Por eso fue especialmente doloroso su comentario despectivo en Sanxenxo, al ser preguntado si tenía previsto dar explicaciones de todo lo ocurrido: "Explicaciones... ¿de qué?", contestó el emérito escondido detrás de una risa mofa que le situó a la altura de sus peores predecesores. El problema es que no estamos en el siglo XVIII. Tal vez para su majestad emérita sí y estas cosas solo sean anécdotas de palacio, cosas de reyes, cosas de cuentos.
En fin, es la historia de los Borbones.