El folclore es mucho más que música o baile, es una forma de entender lo que nos rodea, de compartir la cultura y las tradiciones, de comunicarnos y de disfrutar en comunidad. Es por esto que mimar, promocionar y divulgar certámenes como el de San Mateo debería ser una obligación para todos los que amamos el folclore.
Este trabajo no sólo debería recaer en el Ayuntamiento, que bastante hace con disponer el lugar, promocionar el evento, buscar a los integrantes del jurado y proporcionar los premios, sino también en quienes participan, dando lo mejor de sí mismos, como en los que juzgan, pues son ellos sobre los que recae la mayor de las responsabilidades, la de no ofrecer ninguna sombra de duda sobre sus decisiones o criterios.
Precisamente es en este punto en el que el proyecto comienza a resquebrajarse. Son ya muchos años en los que sistemáticamente nos encontramos con jurados que son profesores, compañeros o familiares directos de quienes suben al escenario, algo que debería ser más que suficiente para hacerles declinar la invitación del Consistorio a formar parte del tribunal, pero que resulta aún más escandaloso si además tampoco se abstienen, durante la celebración del certamen, de fallar en aquellas actuaciones o categorías que podrían entrar en conflicto.
Son esas valoraciones, cuanto menos comprometidas, las que dañan la imagen del Certamen, las que ponen en cuestión unos resultados que no tienen porqué estar errados, pero sí manchados por la duda. Es imperativo abordar esta cuestión en futuras ediciones desde la ética de los propios jurados, buscando el bien común y devolviendo a este certamen a los más altos niveles regionales.
Sirva de ejemplo el comentario público de una integrante del jurado al día siguiente de la conclusión del certamen sobre las ganadoras en una de las categorías, siendo además compañera de las mismas: "Ayer dejásteis en el teatro vuestra manera de tocar y vuestra dulce voz... bien empastada... ¡¡¡Enhorabuena compañeras!!!"
Son estas valoraciones, comentarios... En definitiva, esta forma de actuar, las que están opacando un certamen con tanta solera y prestigio como el campurriano, un encuentro del que deberíamos sentirnos orgullosos, que debería atraer a lo más granado del folclore cántabro y respecto al que todos deberíamos remar en la misma dirección.
Por Marta Gutiérrez