El día 14 de abril, en IU, vamos a celebrar el 91 aniversario de la constitución de la ll República española. En efecto, en el mes de abril de 1931 fue proclamada la República, fruto del deseo de una abrumadora mayoría de españoles puesto de manifiesto democráticamente en las urnas en las elecciones municipales celebradas ese año; porque estaban hartos de padecer la monarquía, corrupta (¿les suena de algo?) y antidemocrática, de Alfonso XIII de Borbón. De este modo, la mayor parte de la población de este país apostaba por un sistema de gobierno basado en la democracia, confiando así en una República social, que acabase con la oligarquía, con la injusticia, con la opresión por parte de las clases privilegiadas, de los terratenientes latifundistas que exprimían, con salarios de hambre, a sus sirvientes, esclavos en la práctica. Porque éste era un país anclado en el feudalismo, de espaldas a todo tipo de progreso, desindustrializado, habitado por desheredados seres humanos que, en su patética mayor parte, eran analfabetos y vivían sometidos, además de a sus amos, a una intransigente y fanática Iglesia católica.
Para poner freno a tanta iniquidad, esas clases humildes, ávidas de pan y justicia, pusieron sus esperanzas en una República que ponía en valor la igualdad entre hombres y mujeres, que colmaba sus ilusiones puesto que conllevaba la creación de una sociedad más justa con igualdad de oportunidades para todos/as. Desgraciadamente, cuando la burguesía, cuando el gran capital, observan que se les escapa su dominio, siempre recurren a métodos fascistas.
De modo que, el 17 de julio de 1.936, los grandes empresarios, y los banqueros, con el apoyo de la Iglesia católica y la práctica totalidad del Ejército, se alzaron en armas en contra de sus propios conciudadanos ... porque éstos tenían la osadía de reclamar una vida digna. El levantamiento de aquéllos oficiales traidores a su Patria, produjo una auténtica masacre española: 300.000 soldados (de origen humilde, "carne de cañón" para la oficialidad) murieron en el frente, más de 200.000 personas fueron asesinadas sin cargos y sin defensa jurídica, 500.000 demócratas que pudieron hacerlo hubieron de exiliarse, incontables inocentes yacen aún (sin apenas reconocimiento por parte de la enferma pseudodemocracia actual) en las cunetas, innumerables muertos por hambre, incalculables fallecidos por bombardeos ... Mujeres y niños violados, ancianos torturados, todas/todos gentes humildes. En efecto, las víctimas de la brutalidad, del sadismo, de esos mandos militares africanistas, que guerreaban tan valerosamente contra el temible enemigo antes descrito bajo el mando del sanguinario general Franco, nunca pertenecían a las clases pudientes: de hecho, sobre la zona residencial de ricos de Madrid (ciudad que padeció cientos de bombardeos), en el barrio de Salamanca (que continúa siendo una zona habitada por demócratas convencidos), no tiraron ni una china; y en Reinosa, también republicana en aquél entonces, se cebaron en los barrios obreros, siendo así que, paradójicamente, sobre la Naval, a pesar de ser ésta una empresa armamentística, no cayó ni una piedra. Lo cual demuestra, una vez más por si hiciera falta, que los objetivos militares de Franco no eran otros que aniquilar a las pobres gentes que habían tenido la insolencia de reclamar una vida digna de ser vivida para ellos y sus familias.
Y así, con la inestimable ayuda de los estados fascistas de Alemania e Italia, así como de los despiadados Regulares norteafricanos, y es preciso decirlo, con la cobarde complicidad de las mal llamadas democracias europeas y estadounidense, los militares fachas de este país provocaron un genocidio español. E instauraron un régimen dictatorial ultraderechista que nos sumió a las clases humildes en 40 interminables años de miseria, de terror, de incultura, de carencia de derechos, de explotación del hombre (pobre) por el hombre (rico).
Sin embargo, no contaban los represores franquistas con el espíritu indomable de la izquierda real, dotada de una conciencia social que le impedía resignarse a la opresión, al indigno estado imperante de semi esclavitud. De modo y manera que los miembros del PCE y de CCOO, los más aborrecidos por el franquismo, luchamos, en condiciones paupérrimas pero con dignidad, contra el indeseable sistema dictatorial impuesto por la fuerza de las armas, que no de la justicia la razón y la rectitud, y con el objetivo irrenunciable de conseguir un sistema participativo que erradicase la bárbara dictadura.
Cuando al fin falleció el dictador y llegó una Transición, igualmente antidemocrática, nosotros, los militantes de aquélla izquierda, ya en la década de los 70, convocamos huelgas por la libertad y en pro de los derechos laborales y sindicales (en la Naval de Reinosa, en el 77, Comisiones Obreras, entonces sindicato ilegal como lo eran así mismo las huelgas, llevamos a efecto un paro que se prolongó durante un mes, en virtud del cual se lograron mejoras sociales y salariales que, aún hoy en día, sirven de ejemplo y referencia en los centros de trabajo de este país). Porque la Transición, en contra de lo manifestado por los medios de desinformación de derechas, en modo alguno fue "modélica". Realmente, las libertades (aunque no son, ni mucho menos, por las que combatimos), se las debemos a ejemplares luchadores (cuyo máxirno paradigma son los compañeros de las Comisiones Obreras del Proceso 1.001, con nuestro adalid Marcelino Camacho a la cabeza), que lo dieron todo por el bienestar de la clase obrera; ellos fueron realmente los artífices que consiguieron la democracia para este nuestro país. Incansables en su esfuerzo, en su sacrificio, lideraban las manifestaciones en las cuales los acurrelas" concienciados coreábamos a voz en grito nuestras aspiraciones: "España, mañana, será republicana". Y fue ahí, el momento en que la ultraderecha antidemocrática, que no quería que los "suyos" perdiesen sus privilegios, cometió su enésima heroicidad perpetrando los horribles, infrahumanos, asesinatos de Atocha contra los abogados laboralistas de CCOO, culpables de un crimen consistente en defender los intereses de los trabajadores.
De manera que España, gracias a la abnegación de tan pocos que hicieron tanto por tantos, salió de la infame dictadura. Que en modo alguno fue una democracia plena, republicana, toda vez que alumbró un régimen monárquico que reafirmó como Jefe del Estado al mismo personaje que designó Franco como sucesor suyo. El mismo que ni entonces, ni después, juró lealtad alguna a la Constitución, pues lo único que asumió el ahora reclamado por la Justicia ex - monarca fueron los principios fascistas del Movimiento. Una democracia, pues, que nació enferma iCómo se puede denominar democracia a algo que ni tan siquiera ha condenado a la dictadura franquista! La Democracia no es eso. La DEMOCRACIA no puede ser que los mismos individuos que se enriquecieron robando impunemente al pueblo español durante la dictadura sigan explotando a las clases modestas. La Democracia es (debe ser) otorgarle derechos a la clase trabajadora (que no solo obligaciones). La Democracia es potenciar las entidades públicas financieras (ICO). La Democracia es crear (y recuperar) empresas energéticas y estratégicas de gran rentabilidad para la nación. La Democracia es impulsar los servicios públicos. La Democracia es (tiene que ser) Cultura, Dignidad, Trabajo, Igualdad, Vivienda digna, Medio ambiente, Salud ... La democracia nunca puede coexistir con tipos con delitos de sangre sobre sus conciencias, ex ministros franquistas a los que se permitió fundar partidos políticos en lugar de haberlos hecho pagar por sus crímenes de lesa humanidad.
La Democracia es República participativa. Después de 47 años de la muerte del dictador y 44 de la Constitución, es preciso desbancar el Régimen monárquico del 78, es imperioso sustituir en España la bandera rojigualda por la tricolor. Porque, es igualmente necesario resaltar, que a esa caduca Constitución la han asesinado los oligarcas, la gran patronal, la todopoderosa banca (con su desmedida voracidad), los propios borbones (por su carácter antidemocrático, por sus corruptelas). Y es que una Monarquía de ese tipo no tendría que tener ningún tipo de simpatía, y mucho menos de fidelidad.
La III República que propugna IU supondrá, entre otras cosas, un Estado que rompa definitivamente con el franquismo y que termine con los privilegios de las élites, que controle los precios abusivos, primordialmente los de primera necesidad. Que sea una democracia social al servicio de la población trabajadora. Que instaure una fiscalidad justa, solidaria, proporcional a los ingresos, mediante la cual paguen más quienes más tienen. Que redistribuya en justicia la riqueza entre los que la crean, lo cual se traducirá en salarios dignos, en pensiones públicas suficientes. Que proteja a quienes padezcan precariedad, desahucios. Que favorezca y propicie la Investigación, la Industria, si bien desde un prisma ecológico. Que persiga la evasión de capitales, el fraude fiscal. Que no permita, sino que condene, los desmanes de los enemigos de la democracia, de la ultraderecha, de los que no reconocen las violencias machistas, de los patriotas que odian a sus propios compatriotas, que aborrecen a los modestos trabajadores y a las mujeres que padecen discriminación laboral. Porque esos desprecian los derechos laborales (ellos no trabajan) puesto que son obedientes, serviles, hacia las clases privilegiadas. Una República que proclame un sistema Federal con los mismos derechos y obligaciones para todos los pueblos que componen el Estado español. Una República soberanista, independiente realmente, sin sumisiones y subordinaciones al estado imperialista que hoy en día ocupa media Europa (y pretende ocuparla entera), y entre esas naciones, a nuestra Patria en virtud de los vergonzosos acuerdos de Franco con los yankys mediante los cuales los españoles perdimos nuestra soberanía. Es decir, que sea pacifista y, por consiguiente, salga de la organización estadounidense engañosamente conocida como OTAN; la misma que exige cuantiosos gastos militares para beneficio de las fábricas de armamento en USA. Una Democracia efectiva que invierta esos recursos en cuestiones sociales, en facilitar el futuro de nuestros jóvenes.
Por todo lo argumentado (y por tantas otras razones), resulta evidente que a la clase trabajadora española, así como a todos los demócratas de verdad, nos merece la pena reclamar la República. Es, ya, la hora de EXIGIR un Referéndum en este país con la pregunta: ¿REPÚBLICA O MONARQUíA? Porque no es cierto, como gustan aseverar los apolíticos, los pusilánimes, que esta nación no tiene remedio, que está habitada solamente por egoístas, que no es posible hacer claudicar a los poderosos. Ese pensamiento no tiene cabida en Izquierda Unida.
Lo decía el Che Guevara: "Si el presente se lucha, el futuro es nuestro". Y el futuro de España es la III República.