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Cultura | Campoo

Escarmientos campurrianos a golpe de cencerro

Escarmientos campurrianos a golpe de cencerro

Foto: www.mundoagrario.unip

Las cencerradas, los castigos moralizantes del pueblo

Hablar de tradiciones en Campoo es, en muchas ocasiones, aludir a prácticas ancestrales que por diversos motivos han perdurado casi hasta nuestros días. Entre ellas, una bastante curiosa y poco conocida es la costumbre de las cencerradas.

Este tipo de reuniones son constatadas desde la Edad Moderna con distintos nombres. Se trata de acciones de alboroto y algarabía, a partir de las cuales se sometía a determinados vecinos del pueblo a escarnio público, estruendo y ruido, con el fin de denunciar, y finalmente corregir, una actuación que infringía de algún modo la moral popular. Todo ello se aplicaba a partir del sarcasmo y la burla, tratando de ridiculizar la actuación y con ello someter a un escarmiento a los ejecutores de la misma.

Estos alborotos, en ocasiones hasta de carácter festivo, son llevados a cabo en los pueblos de Campoo por los mozos y mozas del lugar. En ellos el protagonista es el estruendo como elemento para expresar la denuncia, la crítica, la rabia e incluso los prejuicios hacia otros vecinos.

Así, con el objetivo de armar bulla, los mozos exaltados tomaban de sus casas, cuadras o almacenes, aquello que fuera susceptible de causar más ruido. Por lo general esos instrumentos son latas, cacerolas, carracas, panderetas, silbatos, almireces de bronce, herramientas o campanos (cencerros). Las molestas serenatas nocturnas se acompañaban además de de gritos, gestos y palabras obscenas, además del golpeo de puertas, paredes y ventanas, mozos que se encaraman al tejado e incluso del lanzamiento de tarros con boñiga.

Cada cencerrada terminaba de un modo distinto, en ocasiones los tumultuarios ejecutaban simbólicamente peleles con la efigie de los agraviados. Normalmente no pasaban de ser actos jocosos, improvisados e inocentes. En otras ocasiones la alevosía y violencia explícita hacían acto de presencia, tratando de agredir directamente a los acusados e incluso realizando algún que otro saqueo de poca monta. De uno de estos saqueos parece hablar de refilón esta coplilla: "Por negarte a la costumbre te hemos dado cencerrada, y con lo que ahora has pagado haremos chocolatada".

No se trata de manifestaciones homogéneas, pues los hechos que las originan pueden ser de diversa índole. Parece que la mayoría se centraba en los matrimonios atípicos o grotescos (ancianos que se casan con jóvenes, enlaces en segundas nupcias, casos en los que uno de los contrayentes es forastero, un matrimonio joven sin descendencia, el casorio de una viuda, etc.). Un ejemplo de coplilla vinculada a las cencerradas la encontramos en el pueblo de Salces, surgida ante una unión mal vista: "Joselete y la Benita quieren contraer matrimonio y la Ricarda les dice ¡que les lleven los demonios!". (Sin embargo, este tipo de uniones matrimoniales, estaban perfectamente asumidas en la práctica). En otras ocasiones lo denunciado era la relación de amantes no casados, el mal trato de un hombre a su esposa, los vecinos quisquillosos, recaudadores de impuestos, terratenientes o clérigos de mala fama (de alguno de estos clérigos se decía en Campoo: "El cura le dijo al ama, échate a los pies cordera, el ama le entendió mal y se echó a la cabecera").

Otros testimonios asocian las cencerradas a parejas recién casadas que, rompiendo la tradición, no convidaban a los mozos con alguna que otra vianda. Así, se documenta uno de estos actos a finales del s. XIX, también en el pueblo de Salces. Parece que habitualmente se invitaba allí a los jóvenes, tras la ceremonia, a una rosca y un poco de vino, pero en una ocasión en la que no se llevó a cabo, los mozos organizaron una cencerrada nocturna ante la casa de los recién casados. En Arcera nos encontramos con un caso similar, cuando el día de la boda la mocedad acordó ir a pedir los derechos y el novio se negó, los jóvenes lo reclamaron gritando ante la vivienda: "¡Arriba la cencerrada!".

Pero la mayoría de las veces la cencerrada no tenía un único motivo, esto se vincula a una actividad previa a los sonoros escarmientos: la murmuración y el chismorreo. Tanto en el mundo rural como en las ciudades, existían centros neurálgicos en torno a los que se articulaba la vida social; el molino, la iglesia, las fuentes, el concejo, etc. Ahí se hablaba de todo, de las vivencias y embrollos de la vecindad, con lo que el resultado final de la plática acababa siendo público y notorio. De este modo, la murmuración y el cotilleo podían ser una dura condena que acababa impulsando estos escarnios con cencerro. Por ello, se concebían también como una válvula de escape ante el rencor acumulado hacia una persona.

El objetivo último de estos actos injuriosos era aleccionar a los vecinos considerados amorales, tratando de resarcir aquellas malas acciones para introducir de nuevo a los sujetos en la órbita de la moral popular.

Todo este objeto de burla podía, además, inspirar a los mozos para preparar sus chanzas de carnaval (de hecho, en los entornos urbanos, estas denuncias se integraron más bien como sátiras carnavalescas). Además, aunque son de una naturaleza muy distinta, las cencerradas comparten con las marzas algunos vínculos que las asociarían sorprendentemente.

En la actualidad quedan aún rastros de ese rito, por ejemplo atar latas a los bajos del coche de los novios, llenárselo de globos o entonar coplillas sobre la hospitalidad de los anfitriones: "Fuimos a por los derechos, no nos los quisieron dar, y con dos copas de vino nos quisieron engañar".