Hay distintas formas de mirar el agua, como dice uno de los personajes de esta novela de Julio Llamazares; se puede ver sólo percibiendo sus beneficios inmediatos: el agua, la principal sustancia de la que está hecha la vida, o como un bien económico que se vende, se compra y, por tanto, se puede especular con él y hacer negocios, o también, como un fenómeno natural de una belleza incomparable, o quizá -como en el caso de los protagonistas de esta historia que contemplan la tumba líquida que encierra sus recuerdos y sus raíces- sintiendo el dolor de muchas personas que tuvieron que abandonar sus casas, sus pueblos y a sus muertos doblemente enterrados -en tierra, fango y agua- para satisfacer necesidades e intereses de otros. Esas personas que vieron sus hogares sepultados en un lago que ahora miran intentando percibir su espectacular atractivo a la vez que sienten con más intensidad su destierro.
Esta novela trata de algo muy cercano a nosotros, los campurrianos, del desarraigo, de la desolación, de la tristeza de aquellos que ya no tienen donde volver para encontrarse con su pasado, de aquellos a los que se les arrancaron las imágenes de su juventud como a los habitantes de los pueblos de nuestro entorno. Aquellos a los que se les impuso una emigración forzosa y que tuvieron que dejar bajo el lodo y el agua parte de su historia.
Con un argumento sencillo, con palabras y sentimientos propios de ese mundo rural que recrea, Julio Llamazares, homenajea a los campesinos de León que fueron expulsados de su tierra por la construcción del pantano del Porma. Y en sus páginas podemos rastrear las sensaciones que tuvieron que sufrir nuestros vecinos del pantano del Ebro, aquellos que hace un tiempo, vieron su mundo convertido en agua.
El núcleo de la narración gira en torno a la muerte de un hombre y su deseo de volver a la tierra donde nació, ya desaparecida, convertido en ceniza. Todos sus familiares, hijos y nietos, contemplan el agua que, como un espejo, les devuelve imágenes casi olvidadas que nos ayudan a comprender las razones y los sentimientos de los protagonistas y a valorar la figura de ese patriarca exiliado, seco, bueno y de pocas palabras que constituye la figura central del relato.
Y para finalizar y como dato anecdótico, podemos decir que el escritor sitúa en Reinosa una pequeña parte de la acción, ya que dos de los personajes se conocieron aquí, donde uno de ellos era profesor del instituto y la otra, la hija pequeña del protagonista, maestra en una escuela de nuestra ciudad.
'Distintas formas de mirar el agua', Julio Llamazares
Madrid: Alfaguara, 2015