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Opinión

Diálogo pétreo

Diálogo pétreo

"En Reinosa nos sobran piedras, algunas salieron en fotos galardonadas, otras han sido inmortalizadas en cuadros o en las páginas de nuestra historia y forman ya parte de nuestras señas de identidad. En esa abundancia está, tal vez, el problema del abandono, el descuido en su protección, cuidado o restauración"

A nadie se le escapa la importancia de las piedras, desde esa minúscula que se mete en un zapato a aquella que forma parte del puzle de una catedral. Una piedra es un elemento tan nuestro, tan cercano como que algunas incluso habitan en nuestros riñones.

Las piedras, a veces, pasan desapercibidas, hasta que uno se tropieza dos veces con la misma, en ese instante quizá nos damos cuenta de que toda nuestra historia está ligada a ellas.

En Reinosa nos sobran piedras, algunas salieron en fotos galardonadas, otras han sido inmortalizadas en cuadros o en las páginas de nuestra historia y forman ya parte de nuestras señas de identidad. En esa abundancia está, tal vez, el problema del abandono, el descuido en su protección, cuidado o restauración. No se habla del guijarro, del codón o de las rocas de nuestros montes, sino de esas piedras rectangulares, escuadradas y señoriales, que se ven en las calles de la ciudad.

He leído hace poco algo muy poético sobre el dialogo pétreo, ese dialogo silencioso entre piedras -se van a remodelar la plaza de la Casa Consistorial y la arteria principal que forman el núcleo histórico de la ciudad- en el texto se comentaba que las lajas que hay ahora, que se comentó que fueron traídas de Marruecos buscando un material adecuado para no romper la armonía del entorno, van a ser sustituidas por bloques de granito rosa que van a establecer un interesante diálogo con la sillería dorada de los edificios. Puede que dialoguen, incluso que establezcan una relación de carácter amoroso y el brillo rosa, al atardecer, dibuje algún juego de luz en nuestra arenisca veteada de tiempo. Pero, tal vez, sería también interesante que la voz de nuestras ya centenarias piedras, fuera escuchada por algún restaurador, arquitecto o urbanista, esos psicólogos que conversan de tú a tú con nuestro patrimonio y que incluso, a veces curan con sus tratamientos algunas de sus patologías, esos males, ese mal de la piedra maltratada por el tiempo y el olvido y que puede afectar a nuestra historia. Además, a la piedra le salió un competidor terrible en la España del siglo XX, el hormigón, esa especie de contemporaneidad y química que sustituyó al ruido de la maceta y el cincel sobre la piel de la roca.

El tiempo, en materia de conservación, restauración y cuidado lo marcan demasiadas peroratas, que en ocasiones, se trasmutan en soliloquios políticos, y de eso ni la sillería ni la caliza saben.

Las piedras ni siquiera conocen lo importantes que son y han sido en nuestra historia, quietas, con indiferencia mineral, estáticas, hasta que en nuestras manos se convierten en armas o esculturas o casas, como la de David que acabó con un gigante presuntuoso, o como aquellas que eran protagonistas de guerras transfronterizas entre pueblos, donde los niños atacaban y defendían sus lindes con ellas.

Reinosa tiene piedras que saben comunicarse entre ellas porque casi nacieron juntas entre los siglos XV y XVIII. Son diálogos quedos, llenos de miradas entrecruzadas, perciben su vejez con la misma indiferencia con la que nosotros vemos desaparecer edificios y nacer otros, feos y anodinos, que tal vez en el futuro sean apreciados por otros que sentirán su declive.

Al final todo pasará y todo cambiará sin darnos cuenta, como esos discursos vacíos con los que se justifican los cambios que se hacen y la labor del que ejecuta las obras.

Es muy importante el diálogo, por supuesto es la piedra angular de todo, pero también está bien preocuparse por esa decadencia silenciosa que amenaza nuestras calles, y actuar cuando se necesita. Nuestro patrimonio ha hablado muchas veces y pocas le hemos escuchado. Invoquemos al defensor de las humildes piedras, León Felipe, que supo interpretar su silencio... como tú, piedra pequeña, que no sirve ni para ser piedra, como tú, que tal vez estás hecha sólo para una honda.

*Daniel Guerra de Viana (Reinosa, 1969): Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Cantabria. En los años noventa codirigió la revista universitaria Catacumba. Su prolífica obra está recogida en numerosas publicaciones así como en periódicos. También ha sido editor y el coordinador de Cuadernos de Campoo entre los años 2000 y 2013, una publicación indispensable que durante más de 15 años compiló y dio a conocer la historia, la geografía, el arte, la etnografía, etc. de Reinosa y la comarca campurriana. Laboralmente fue el coordinador general de la revista "Guía Cantabria del ocio", editada por la revista "Usado Cantabria"; profesor en el colegio San José-Niño Jesús de Reinosa; o jefe de estudios de la Escuela Taller de Reinosa hasta 2002. Posteriormente imparte clase en diferentes IES de Cantabria, entre ellos el de Nuestra Señora de Montesclaros.*

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