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Con mi compañera de color

Consejos para viajar al este de Europa: un lápiz de Ikea con cinta americana. Ya

Consejos para viajar al este de Europa: un lápiz de Ikea con cinta americana. Ya

"¿Qué hacemos en un tren con los compañeros de viaje que escuchan música sin usar auriculares?". Miguel Sainz continúa con su peculiar aventura por Eslovaquia

Hay ocasiones en las que todo sale bien.

En otros casos uno se levanta sin prisa, después de haberse despertado cuando la claridad inunda la habitación, sin persianas, casi dos horas antes que en España, se ducha, desayuna con calma y, se dirige a la recepcionista del hotel:

- "Dóbriyim" (hola), Monika, ¿Podría quedarme una noche más?

- No, lo siento, todo está ocupado.
- "Yan-cuiem" (gracias)

Me hubiera gustado quedarme un día más en Poprad, la capital de los Tatras, sin embargo, toca cambiar de planes.

Una estación, a parte de un lugar de tránsito, es sobre todo un centro de culto y peregrinación, pero además es una biblioteca, un sitio en el que se piensa con mayor claridad, en fin, un lugar el que surgen las oportunidades. Kosice. Tenía en mente visitar la segunda ciudad de Eslovaquia, distante algo más de una hora y próxima a la frontera con Ucrania. Ahora ya sé que es lo tengo que hacer. Pierdo el tren por dos minutos, mejor dicho, los pesados de delante colaboran con mi falta de previsión. Los factores de riesgo son multiplicativos. Dispongo de dos horas hasta que salga el próximo. Una ciudad como Poprad, al pie de los Tatras, por fuerza ha de tener alguna buena tienda de montaña. Allá que me voy a fisgar y, de paso, a darle a la piqueta, que resulta que Petra, una de las dependientas ha vivido 3 años en España y 13 en Méjico. Así que aprovecha a preguntarme los nombres de algunos achiperres en castellano. Yo la pregunto por lugares que visitar y ella, que parece encantarla su trabajo, me detalla con precisión cómo y qué lugares debería de visitar.

¿Qué hacemos en un tren con los compañeros de viaje que escuchan música sin usar auriculares? La actitud del talludo eslovaco es impropia civilizadísimo país. Cambiarse de sitio, visto que ponerme los míos ha sido una indirecta demasiado sutil para su menguado intelecto, es la solución. Recriminar a mendrugos en lenguas eslavas no es mi fuerte.

El estudio en que he pasado la noche está a escasos 50 metros de la catedral de Kosice. Con mi característica concentración para hacer las cosas, reservé para el día posterior, así que no aparecía mi nombre en el listado de reservas. La amable propietaria se las apaña para que el descuidado viajero se pueda alojar sin que le cueste más la estancia. Tras el paseo matutino, un café de microondas y a mirar mapas, meteo y demás. Decidido. De nuevo al tren. Me vuelvo a Poprad.

El dios que cuida de los viajeros, sabedor de que pasear por lugares nevados es una de mis sensaciones favoritas, me obsequia con una ciudad que amanece cubierta de una fina capa de nieve, que continúa cayendo de manera suave, pausada. Poseído por la emoción al correr las pesadas cortinas, casi me precipito en ropa interior escaleras abajo para ver la catedral vestida de blanco.

¿Por dónde íbamos? Ah, sí, eso; Que hay ocasiones en las que todo sale mejor.

- Dobriyim. ¿Stánicha? ("Dobriyim"=hola. Stanica=estación)
- Do you speak english? (¿hablas inglés?) Mi acento eslovaco no cuela.
- Just enough to survive. (Lo justo para sobrevivir)
- Well, follow me. I'm going there. (Sígueme, voy hacia allí)
Uf, lo siento maja, andas muy rápido. Te sigo en la distancia, que soy un pureta y ni mi compañera de color ni yo tenemos ganas de correr. La amable joven sigue su camino y, de vez en cuando, de gira para comprobar que voy bien encaminado.

Cuando a eso de las 11 de la mañana pido un billete para Poprad, la señora de la taquilla me dice que el próximo, el de las 12:27 es lento, que mejor espere al de las 14:07. Yan-cuiem. Parece que las eslavas hoy se muestran amables con el caramelito latino.

¿Conocéis alguna ciudad que no tenga cementerio? Tengo tiempo.

Mientras miro el mapa de la urbe en una zona de la periferia, tratando de ubicarme, alguien con voz afónica, en un tono amable, me pregunta en una lengua ininteligible. "Ufff, I don't speak Slovak". No hay problema, con nuestro rudimentario inglés Milo y yo nos hacemos entender. Me indica y me acompaña un buen trozo de camino. Me cuenta que tiene cáncer de garganta. No le gustan los conductores eslovacos. Un apretón de manos. Suerte, Milo.

Desafortunadamente, a pesar de llegar al extrarradio de la urbe y deambular un rato por el entorno, no encontré la forma de acceder al camposanto, sin embargo, sí que pude visitar el memorial a los caídos del ejército rojo en la ¿liberación? de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. El de Bratislava alberga los despojos de 6845 soldados.

Por otro lado ¿Quién no se ha hecho un siete en el "plumas", al engancharse con una farola, mientras mira el móvil? ¿Quién no se ha percatado de que aquella sudadera que compró hace dos años tiene una capucha diseñada a la medida de alguien que gaste un "garbanzo" del tamaño del de Rompetechos con hidrocefalia? Sí, amigo. Nunca dejes la cinta americana en casa.

Miguel Sainz visto por si mismo:

Gran urbe y montaña, hogareño y viajero, el más cagón y el menos pusilánime, estudiante de Matemáticas y profesor de Física, abierto y antisocial, riguroso y anárquico. Hago muchas cosas y, sin embargo, todas mal. Una de las que peor, viajar. Allí mismo y ¿qué pintó aquí?. Ah, y si algún día te cruzas por ahí con un dandy, bien peinado y rasurado y vistiendo un traje de Armani, acércate a saludarle; seguro que no soy yo.

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