Canta Serrat, en una de sus más bellas canciones, "y uno es feliz como un niño cuando sale de la escuela".
Durante veinte años, de 1976 a 1996, fui maestro en el colegio "Concha Espina", de Reinosa. Y fui feliz cuando salía del colegio; y también cuando entraba; y mientras estaba dentro. Fui feliz, en suma, todos o casi todos los días de aquellos años ya lejanos en el tiempo, pero presentes siempre en mi mente y en mi corazón. Porque, como me decían hace pocos días dos de mis alumnas del "Concha", éramos como una gran familia o, mejor dicho, éramos una gran familia. Y, como en todas las familias, a veces surgían problemas y malentendidos, pero los superábamos sin mayores dificultades. Porque por encima de todo se imponía la buena voluntad, porque lo importante era la educación de nuestros alumnos.
Fui, repito, feliz. Disfrutaba haciendo lo que hacía, ya fuera dar clase, inculcar a los chicos el gusto por las cosas bien hechas, contribuir a hacer de ellos personas responsables, hacer campaña hasta conseguir que el colegio fuera mixto, organizar con los miembros del claustro las fiestas del colegio, las excursiones, los viajes de fin de estudios con los alumnos de 8º de EGB, colaborar en la creación de la Asociación de Padres y en la confección de la revista Portavoz, hacer decorados y ayudar a los grupos que participaban en la Muestra escolar de teatro o en los campeonatos deportivos escolares, celebrar los carnavales con los chavales, recorriendo disfrazados las calles de Reinosa, participar en la organización de los actos del 50 Aniversario del colegio...
Claro, que también nos tocó afrontar días difíciles, como el día del intento de golpe de estado del 23-F en 1981, o la huelga general del 14 de diciembre de 1988. Algunos compañeros, yo incluido, no secundamos esta jornada de huelga y se presentó un piquete en el colegio; yo era el director y salí a hablar con ellos, me llamaron de todo y hubo momentos en que pensé que las cosas se ponían muy feas. Pero, afortunadamente, se impuso la cordura y el asunto quedó reducido a un mal rato.
En 1996 se implantó la Educación Secundaria Obligatoria en Reinosa y pasé a ejercer en el IES Montesclaros, en el primer ciclo de la ESO. Abandoné el colegio con una mezcla de tristeza y nostalgia. Mis compañeros me iban a hacer un regalo y me preguntaron qué quería. Les dije que me gustaría mucho algo que me recordase el colegio, concretamente alguna de las plantas que adornaban las ventanas de los pasillos de la planta baja, algo vivo, lozano, verde, para tenerlo en casa, para regarlo, para verlo crecer, como había visto crecer a tantos niños y niñas durante aquellos veinte años.
Han pasado veinticinco años desde entonces. Hoy, ya jubilado, paso de vez en cuando por delante del colegio y me detengo a contemplar el sólido y a la vez hermoso edificio, los patios, las pistas deportivas. Un inspector dijo en cierta ocasión que era seguramente el colegio más bonito de Cantabria, una muy noble construcción, de estilo montañés, con una armoniosa combinación de piedra, ladrillo y madera, con el gran balcón y las galerías en el piso superior, la portada y las ventanas rematadas en arcos de medio punto, el campo de fútbol, la tapia, similar a una muralla, que rodea el recinto..., todo en este colegio inaugurado el día que se proclamó la II República, en abril de 1931, transmite sensación de seguridad, de permanencia, de estabilidad...
Han pasado veinticinco años desde que me despedí del colegio. Y más de doce desde que se cerró. Y ahora, cuando me detengo y lo contemplo vacío, mudo, sin vida, aún tengo la esperanza de escuchar risas, voces infantiles, lecciones impartidas por algún maestro, aún espero ver salir felices a los niños al acabar las clases; pero mi esperanza queda defraudada y a veces tengo que esforzarme para contener las lágrimas que pugnan por salir de mis ojos; y me alejo y me voy, con el poeta, de mi corazón a mis asuntos.
No sé quiénes son los responsables de la situación de olvido y abandono de mi querido "Concha Espina", cada día un poco más viejo y deteriorado; ni si este abandono es fruto de la indiferencia, del escaso interés, de la ausencia de ideas y proyectos, de la desidia, de la falta de dinero o de la indolencia de los políticos, que solo se acuerdan de él en las campañas electorales y lo incluyen en sus programas diciendo que van a hacer esto y aquello, pero luego, pasadas las elecciones, "si te he visto, no me acuerdo". Sean unas u otras las causas, no hay ninguna excusa para que quienes nos gobiernan, tanto a nivel regional como municipal, se sienten a buscar soluciones y se pongan de acuerdo para llevarlas a la práctica. Es algo que en justicia nos deben a todos.
*Javier Gonzáles Díez nació en 1950 en Lodosa (Navarra), junto al río Ebro. Tras vivir en Burgos y Madrid, llega a Reinosa en 1976, al colegio "Concha Espina"; donde estuvo veinte años, nueve de los cuales como director; en 1996, con la implantación de la LOGSE, pasa al IES "Montesclaros", donde ejerció la docencia en la ESO, durante doce años, hasta su jubilación. Ha cursado estudios de Magisterio en Madrid y posteriormente se licenció en Geografía e Historia y en Derecho por la UNED.
Sus grandes aficiones son la literatura, la historia y el teatro. Es miembro fundador de la revista Cuadernos de Campo y ha dirigido durante muchos años a grupos de alumnos en las sucesivas ediciones de la Muestra Escolar de Teatro, escribiendo algunas obras y adaptando otras. Confiesa que es un adicto a la lectura y sus autores preferidos son García Márquez, Vargas Llosa, Umbral, Javier Marías, Muñoz Molina, Rosa Montero y Almudena Grandes.*
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