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Sociedad | Reinosa

Carteles, qué lugares

Son la heráldica del siglo XX

A veces pasan desapercibidos pero forman parte del paisaje urbano. Se han mimetizado tanto en las fachadas de los edificios hasta el punto de que ya no se entienden sin ellos. Son la heráldica del siglo XX.

Merecen ser conservados y restaurados porque es el patrimonio inconfundible de un tiempo y un lugar que, en el siglo de las franquicias, distingue unas ciudades de otras y fijan identidad. Ahora representan lo que fuimos, perdimos y que, en algunos casos, ya no somos. Son memoria del cambio.

Comercios auténticos y personales cuya esencia propia se palpa mirando al rótulo e imaginando el bullicio que se vivió en su interior. Ninguna puerta suena igual, cada vendedor persuade a su manera y los olores son inconfundibles. Son lo que comemos, nuestra forma de vestir y también la de celebrar y vivir todos los días.

Es el arte de vender desde el umbral de la puerta. Algunos conservan la magia y el morro de llamarse 'novedades' y llevar aquí más años que las carreteras. Otros recurren al francés para seducir con modernos cortes de pelo, los hay más explícitos que te enseñan el producto en bruto y también resiste alguno que busca la economía en la palabra -nombre de pila y oficio- porque una merluza fresca se vende sola y no necesita literatura. Son negocios que se esfuman tras una vida de constancia y que nos recuerdan lo importante que es el comercio, también para conocernos.