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Opinión

Cantabria en llamas

Cantabria en llamas

Aún estamos en invierno, pero cual «pitoniso» me aventuro en el augurio: de nuevo con el viento sur llegarán las llamas al monte. No por acostumbrado, quien suscribe, deja de sorprenderse. En la verde e idílica tierra de provisión, que es Cantabria, cuando llueve más de la cuenta los ríos se desbordan y las mieses se inundan, y cuando sopla el sur no sólo sobra la zamarra, sino que innumerables columnas de humo cubren el horizonte.

Por supuesto, que el cambio climático es un hecho de difícil discusión, pero no sirve de coartada para todo. Poco o casi nada nos va quedando en ésta nuestra región a lo que aferrarnos. En venta, en alquiler o casi cerrada por derribo. Su naturaleza, su paisaje y cierto paisanaje sigue resistiendo aún. Aunque cada vez menos.

«Siempre se han hecho quemas» He escuchado decir no pocas veces. Siempre se han hecho muchas cosas, que ahora no debieran de hacerse. Y arrasar el bosque no parece una gran idea.

Algunos urbanitas -que ven en el pueblo tan sólo el patio trasero de su disfrute, y que piden orden de alejamiento para la tudanca que osa defecar frente a su idílica posada rural con encanto-, acusan a los aldeanos de incendiarios.

Mientras que en los pueblos - abandonados por los poderes públicos y con unos bosques que no son noruegos- se conservan muchas costumbres e intereses poco recomendables. Y pese a que sean pocos los implicados, nadie desea señalar al vecino, -incendiario habitual a su cita-, con el dedo acusador. Porque se me hace bola pensar que nos vienen a quemar los montes de Yuso, de Valdeprado o de lo más recóndito de Campoo y Los Valles unos malísimos de Móstoles, de Hospitalet o de Wisconsin.

Aquí el término medio se entiende mal. Es escuchar el concepto «gestión del bosque» y te sube la fiebre. Porque o bien te imaginas acabar como Villanueva del Pinar donde no ves ni un pino en leguas, estilo Sáhara, o bien te encuentras la desidia y el abandono absoluto. Ni entresaca, ni desbroce... Y claro, cuando llega el fuego, se pone las botas. Nuestros bosques son un valor. Y en la Cantabria sur vacilada lo debieran de ser cada día más. Pero cuando año tras año sucede lo mismo y las leyes no se cambian... Algo huele a chamusquina. ¿O tal vez será, como siempre, que el negocio alrededor del fuego compensa? Imagino que serán cosas mías.