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El peso de la nieve

Bienvenidas

Bienvenidas
  • Para los campurrianos que vivimos fuera, todos los caminos llevan a Campoo

  • "¿Quién no ha echado alguna vez mano de las galletas 'campurrianas' para explicar a otros españoles qué es La Campurria y dónde se ubica?"

Cuando se reside lejos, a menudo lo fácil no es ver la realidad como es, sino, más bien, como la miramos. Esto es especialmente cierto cuando atañe al lugar a donde uno pertenece. Muchas veces, quien lleva meses fuera y regresa a casa, proyecta en las calles de su pueblo y en el primer atisbo del paisaje, todas las ganas que tenía de volver. De decir: "ya estoy aquí otra vez; en casa." El año pasado, por ejemplo, ¿fosforecía el valle con un verde que hacía años que no se veía o éramos nosotros quienes lo mirábamos de manera renovada después de semanas encerrados en casa? ¿La comarca estaba realmente radiante y frondosa o eran sus habitantes los que la contemplábamos de esa manera?

A Campoo se llega, en la mayoría de los casos, desde el Norte - la costa - o desde el Sur, entrando desde la Meseta. No es raro que, tras cruzar el Altiplano Ibérico y atravesar media península de cielos azules, uno empiece a subir Pozazal como quien se interna en Mordor... El frío, las nubes y la niebla son miembros habituales del "Comité de bienvenida" a nuestra comarca. Esas condiciones meteorológicas forjan el paisaje de Campoo y, también, el carácter de sus gentes. Esto mismo padece el protagonista del Peñas Arriba de Pereda, que llega a nuestro valle "un día (...) frío y nebuloso en los altos de la romana Julióbriga". Abrígate, Marcelo. A los de Google Maps también les sucedió algo parecido y fotografiaron con su coche el trayecto de entrada a Campoo un día de esos "brumoso" (haced la prueba). Somos lo que comemos y, también, el frío que pasamos.

Tengo un buen amigo (también campurriano emigrante), que necesita casi 24 horas - de puerta a puerta - para cruzarse el mundo y llegarse hasta Campoo, desde su casa en Asia. Lo primero que hace, según llega (si aún no se ha puesto el sol), es cogerse la bici y subirse al Chivo (cuando no es invierno). Si la carretera a las cumbres está cerrada, se arranca a correr por los Cagigales un par de horas. Al volver, "doblado" por el jetlag y la paliza, siempre dice lo mismo: "Ya está la batería cargada, ahora me puedo volver a marchar. A partir de aquí...todo el tiempo que me quede en Campoo son sólo más y más pilas para la mochila".

Los profesionales de la acogida y la bienvenida - los hosteleros - le llaman a esto "sensación de haber llegado" (sense of arrival) y saben que es una experiencia vivencial muy potente: el conjunto de estímulos (aromas, sabores, sonidos, miradas, etc.) que provocan una sensación de reencuentro con un lugar y con nosotros mismos. La sensación de que el viaje ha terminado y de que la larga espera y el trayecto han merecido la pena.

Por eso, creo que faltan en el valle dos cosas para apuntalar esa "sensación de haber llegado" a Campoo: por un lado, un letrero icónico que dé la bienvenida al viajero, apelando a las emociones que le esperan durante su estancia en la comarca, buscando crear una conexión con el recién llegado desde el mismo instante en que "aterriza".

Por otro, echo en falta un lugar en alto que sirva de balcón del valle (La Joyanca o la Ermita de las Nieves de Suso, por ejemplo), donde el turista (también conocido últimamente como "usuario de Instagram") pueda hacerse "la foto" de marras con un gran letrero titulándola "#CAMPOO". Cada vez más, lo que no se fotografía no existe. Sólo vende lo que es "instagramable". Tenemos una comarca que es un álbum de fotos de paisajes magníficos, sólo tenemos que ofrecer al visitante el encuadre y el #hashtag adecuados que le sirvan de photocall y de señuelo para compartir en sus redes sociales.

En nuestra comarca, la "sensación de acercamiento" es mucho mayor cuando se accede al valle desde el Sur. En cuanto uno toma la última curva, junto a Cervatos, el valle se despliega. Si el día está claro, el espectáculo es formidable. El paisaje familiar, con las cumbres recortadas al fondo, está ahí recordando al recién llegado "todo está como lo dejaste, te estaba esperando". Si una escultura de "Reinosa, capital de la nieve" recibe a quien llega desde el Norte, debería existir otra dando la bienvenida al viajero que entra desde el Sur proclamando "Campoo, hogar de las galletas campurrianas". Ahora mismo todo lo que se encuentra el viajero que entra desde el Sur son tres descoloridos letreros que hablan de nuestro anodino hermanamiento con la ciudad de Deltebre, una ilegible prohibición de circulación para camiones y, confusamente, una mención a cierto centro comercial abierto.

Dice Dani Guerra que Campoo es "...una mancha verde y ocre, a veces cubierta de una nube negra (...), que cuando sopla el Sur huele a galleta". Y tiene razón, se lo compro. Tras cruzar el Híjar, el verdadero letrero de bienvenida a Reinosa y la comarca hace acto de presencia: la fábrica de Cuétara.¿Quién no ha echado alguna vez mano de las galletas "campurrianas" para explicar a otros españoles qué es La Campurria y dónde se ubica? No en vano en las cajas de galletas campurrianas se lee "hechas como se han hecho siempre en el pequeño pueblo de Reinosa" (pero dejemos el delicado asunto del apelativo "pequeño pueblo" para otro capítulo...). Quien llega a Campoo, desde lejos o desde cerca, por vez primera o por enésima vez, bien se merece un par de brazos abiertos dándole la bienvenida.

*(Julio Ceballos (Reinosa, 1979) lleva 20 años trabajando como consultor de negocio fuera de España pero nunca se ha desligado de la comarca ni de su vida cultural. Reside en China y regresa a Campoo siempre que puede)*

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