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Campurrianos

Ángeles Fontaneda Boada, campurriana y centenaria

Ángeles Fontaneda Boada, campurriana y centenaria

Esta madre, abuela y bisabuela, que camina hacia los 101 años, reside en Santander rodeada por los suyos y disfrutando de los paseos por el Sardinero

Ángeles Fontaneda Boada se ha convertido en la nueva centenaria campurriana. Natural de Santiurde de Reinosa (1922), hija Francisca Fontaneda Boada y Felipe Díez, se crió hasta los siete años en Santander con su madre y sus padrinos, Ángel de los Ríos y Margarita Fernández, amigos de la pareja.

En febrero de 1929 su madre se casa con Salvador González y se van a vivir a Matamorosa. Será allí donde nació su hermano Jerónimo y dos años más tarde, en 1931, su segundo hermano, Francisco. Ya viviendo en Fresno del Río nacería en 1933 su tercer hermano, Manuel, en el día de San Blas. "De Fresno recuerdo ir a por agua a la fuente y jugar a saltar con otros niños que también iban a por el agua para ayudar en casa; saltar por los peños y jugar con las niñas de su edad, sobre todo a Luisa; también ir a cuidar una vaca que tenía mi padre adoptivo quien hacía arados y aperos de matanza de madera. No pude ir mucho a la escuela por cuidar de mis hermanos".

A los 13 años, viendo en Requejo, fue a cuidar a niño, hijo de una modista, en los soportales de la Plaza de España de Reinosa. Este fue su primer trabajo. Tenía práctica por haber cuidado a sus hermanos. La modista, que era asturiana, le hizo un abrigo a medida.

La modista tenía un pupilo. Era un aviador catalán, que se preocupó por ella y la llevó a trabajar a su casa a Santander, con su señora, en la calle Castelar. La apreciaban y la llevaban a tomar el café, pero por la situación del país se tuvo que marchar. Corría el año 1936, comenzó la Guerra Civil y Ángeles regresó con su familia; en estos momentos se fueron a Somballe, de donde era el marido de su madre y su familia.

Pasaría estos años entre Somballe, Villapaderne, Olleros de Paredes y de nuevo en Santander, trabajando en una panadería. En primera persona vivió el Incendio de Santander, "un horror inolvidable", recuerda.


Más tarde se echó un novio de Somballe y buscó trabajo en Reinosa, en casa de la farmacia de los Alonsos. Trabajó como doncella que servía la comida y también cosía para la señora de la casa. Era habilidosa con la aguja. "Solo me dejaban salir dos horas cada 15 días y no podía ni asomarme al balcón", recuerda.

Más tarde conocería al que en 1948 se convertiría en su marido, Cipriano de Cos Aldecoa, natural de Aradillos y trabajador de La Naval como ajustador en artillería. Se fueron a vivir al barrio Mallorca y la señora le regaló una batería de cocina. En este barrio conoció a una de sus mejores amigas, Pura, quien ya falleció, pero sigue en contacto con sus hijos.

Tuvieron cinco hijos: Antonio de Cos Fontaneda, Miguel Ángel, Ana María, María del Carmen y Manuel. En el año 1956 les dieron una casa en la Avenida de la Naval, a la que se mudaron con mucha ilusión. A su marido y sus hijos ha dedicado su vida y ha sido feliz haciéndolo, con sacrificio y esfuerzo, sorteando las adversidades. "En aquellos tiempos, con pocos medios y muchas dificultades que tocaba vivir, no era sencillo sacar adelante a los hijos", explica.

Ángeles perdió en 2007 a su esposo, una tristeza que se sumaba a la sufrida por el fallecimiento de sus dos hermanos pequeños y la de tanta familia y amigos que se fueron yendo.

"Mi casa y mi mesa siempre han estado abiertas a todo el mundo: familia, vecinos, amigos... Mi vecino del tercero me decía que tenía que poner un cartel en la puerta: ‘Fonda Angelines'", recuerda con cariño. Los nietos han sido felices en su casa. En invierno les calentaba las zapatillas en el horno de la lumbre y les ponía una piedra caliente dentro de la cama. Su nieto Roberto vivió en su casa unos años como un hijo más y cuidaba de ella del mismo modo.

Ha vivido sola en su casa, por deseo propio, hasta los 98 años. Era feliz yendo a los recados hasta la tienda de Anselmo cada día, haciendo sus comidas y yendo al baile de los jueves en el Centro Social de Mayores de Reinosa. En los últimos años en su casa, su hijo Miguel Ángel, su nuera Isabel y su nieto Roberto, han velado por sus necesidades del día a día. Su hijo Manolo también la sacaba de paseo y la daba palique y vidilla mientras saludaba a unos y a otros por la calle. Con su hija Carmen ha estado temporadas largas en Bilbao y ahora está en Santander con su hija Ana Mari y su yerno Tino. Sale todos los días a pasear y visita a su hermano de 91 años y a su cuñada, una vez a la semana, que viven a media hora de camino. Son felices parlando un rato.

Ángeles conoció a los hijos de su padre legítimo después de su fallecimiento a los 97 años en Zaragoza. Era carpintero y tuvo tres hijos: dos varones y una chica, que acudieron a visitar a la centenaria y la contaron su historia. Fue bonita. "Es curioso cómo la vida cruza los caminos y te marca un destino y el de Ángeles fue más o menos así", señalan sus familiares.

La protagonista de esta noticia tiene diez nietos a los que quiere con locura (Raquel, Gema, Javi, Roberto, Nuria, Marta, David, Laura, Daniel y Miguel) y también siete bisnietos: Seis varones y una niña, a la que por tener más contacto adora y la niña tiene un lazo muy estrecho con ella. Tocan la pandereta juntas y cantan. Hacen un dúo increíble. Cuando viene a verla sale a dar un paseo por el Sardinero.

Ángeles cuenta sus historias de joven por Santander cuando iba a bailar. Ella disfruta del paseo, come bien, es feliz con las salsas, el bacalao con tomate y patatas fritas y el huevo frito con aceite. "Yo no me echo cremas, yo me hidrato por dentro" (refiriéndose a las salsas, el aceite de oliva y la buena comida).

Desayuna zumo de naranja, nueces, leche con achicoria y pan con mantequilla (eso que no falte) y mermelada. Echa mucho en falta su hijo mayor que vive en Granada y, por circunstancias de la vida, no le ve desde antes de la pandemia.

"Habla a menudo con su vecina Pacita, las dos únicas de su portal que viven de su generación y su cuñada Mari Luz de Nestares, de 90 años. Con Puri, que vive en la población y es hija de su amiga Pura, habla a diario. También con su prima Peque que vive en Tenerife y con sus hijos y nietos. El teléfono la tiene en contacto con sus seres queridos", explican sus familiares.

"Le gusta estar peinada, con sus pendientes siempre puestos y vestir moderna, aunque acorde a su edad. Lo mejor es su espíritu alegre, lo buena persona que es, una gran madre que crió a sus hijos cantando "por el camino verde" y cosiendo sus ropas. Abuela maravillosa, buena esposa y amiga, estupenda cocinera, acogedora y entrañable. Un ejemplo a seguir", señalan.

En 2022 celebró sus 100 maravillosos años rodeada de sus seres queridos. Algunos no pudieron asistir por cuestiones de salud, o de trabajo, pero estuvieron muy presentes en sus pensamientos.