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Opinión

El amor de su vida

El amor de su vida

Octubre siempre había sido su mes predilecto: por el clima; los abrigos desabrochados; las bufandas en la mano a media mañana; y las compras innecesarias de bolsos negros que se iban amontonando en alguna percha de la parte de atrás del armario empotrado de la habitación de invitados.

Pero aquel octubre sería aún más especial por la espera, la larga y dulce espera de la primera cita, aquella que no tenía hora concreta, pero estaba agendada en su memoria desde hacía años. Aquella cita que se asemejaba, en ilusión sentida, a los días de excursión a Cabárceno en sexto de Primaria o a las ganas de comer la lasaña que cocinaba su hermana, "la mayor", para la cena de Nochevieja.

El paseo por los jardines de la Magdalena no fue como esperaba. El sol "picaba" en la cara y los retortijones en la tripa no hicieron el recorrido agradable. No sabía si era un dolor real o los nervios del momento, pero caminar entre las tres carabelas se le antojo un ejercicio inútil y carente de resultado. Aquello no hacía que el tiempo "volara" a su favor.

Los minutos pasaban y solo se podía imaginar probándose el conjunto que se pondría, durante el fin de semana, para salir a la calle y presumir de su nuevo amor, aquel que ya tenía nombre, pero al que aún no había puesto cara. "Eso es lo que tienen las citas a ciegas", pensó: el no saber cómo será el rostro del que esperas, pero afirmando que su mirada te va a parecer la mirada más bonita del mundo.

Seguía atenta al reloj que no tenía: embobada; expectante; encandilada; y tiró alto la moneda aseverando que la cruz no estaba en sus metas futuras. La música de Springsteen había comenzado a sonar en la radio del coche y supo, en ese preciso y concreto instante, en ese momento exacto, al mirar las luces intermitentes de la carretera, que su espera se había convertido en un enamoramiento eterno.

Tras entrar por la puerta trasera del enorme edificio que coronaba la principal rotonda de la capital, sin mediar palabra con todo aquel que se cruzaba en su apresurado camino, recorrió los pasillos blancos e impolutos, apoyó los codos en el primer mostrador de la segunda planta, dejó caer su cabeza hacía atrás y mientras la mujer de pelo rizado sonreía sin parar, ella solo atinó a confirmar entre susurros, antes de romper aguas: "He venido a buscar al amor de mi vida".

*BenHur Valdés Llama (1985). Periodista desde hace algo más de una década. Ahora en la Asociación Desarrollo Territorial Campoo Los Valles. Aprendiz de escritora. Justas Literarias, José Calderón Escalada, José Hierro, Langarita. Springsteeniana a media jornada*

Perfil completo: bit.ly/1PzkQMX

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