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Cultura | Reinosa

Alma, pluma y pasión

Artículo de María Elena Marchena con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Ramón Sánchez Díaz y la exposición que ha albergado este mes la Casona de Reinosa

Este año 2019 se cumplen 150 años del nacimiento de Ramón Sánchez Díaz, el escritor que da nombre a nuestra biblioteca y que fue el principal promotor de la cultura en Reinosa -en los años 50 del siglo pasado- como consecuencia de la donación de su casa familiar a la Diputación Provincial de Santander para crear un centro cultural. La relación de Sánchez Díaz con nuestra ciudad tiene un cierto carácter amargo, pues consiste en una larga serie de encuentros y desencuentros. Una relación marcada por la envidia y el resentimiento que sin embargo dio un fruto admirable: la Casa de Cultura Sánchez Díaz, que ha mantenido, hasta su desaparición, el carácter abierto y múltiple que debe a su mentor.

Hemos querido descubrir con la exposición «Alma, pluma y pasión» la figura del escritor y su relación con Reinosa, bucear en sus sentimientos, encontrar su voz y descubrir sus ideas, y por supuesto, su literatura que, con un fuerte contenido social, trata en sus artículos y cuentos de corregir y educar a los ciudadanos siguiendo su manera de entender el mundo.

Sánchez Díaz nació dentro de una familia de clase media, su padre trabajaba de viajante en la vidriera Santa Clara. Desde la adolescencia su sueño de futuro pasaba por la literatura, era un joven romántico que, animado por su padrino Demetrio Duque y Merino, componía pequeños poemas y escribía sátiras con sus amigos de entonces. Pero las circunstancias le empujaron por otros caminos. Su padre murió de repente en Madrid y quedaron cinco hijos y su viuda sin sustento económico. Este acontecimiento le obliga a tomar las riendas de la familia -era el mayor de los hermanos- a la que nunca abandonará y esta devoción hacia ellos condicionará su vida para siempre. Le ofrecen el puesto de su padre en la fábrica y comienza a viajar como representante recorriendo España de parte a parte, alojándose en pensiones destartaladas, viajando en trenes arcaicos y pateando calles y plazas sucias, solo, sin apoyo y sin dinero. Su carácter melancólico, con tendencia al idealismo, se transforma y adquiere una conciencia social y política influida por el pesimismo de la época y el afán regeneracionista de los escritores del 98, generación a la que pertenece. Ocupa su escaso tiempo libre en leer desordenadamente todo lo que cae en sus manos, y así, mediante la observación directa y la lectura, constata que un mundo antiguo desaparece ante sus ojos y que su obligación de ciudadano es cambiar la actitud de los españoles, enseñar y facilitar la enseñanza, promover la industrialización, en resumen, situar la España del Desastre -recordemos que es la época del 98- a la altura de otros países de su entorno. Su personalidad se afianza y además, su habilidad para los negocios, le convierte en un empresario de éxito que viaja al extranjero -Francia y Alemania son sus destinos preferidos- y, fruto de esos viajes son numerosos textos en los que compara y señala todo aquello que considera erróneo en España.

El ascenso social de los Sánchez Díaz no es bien visto por la sociedad tradicional reinosana que les critica y desprecia. La construcción de la Casuca Ascensión, el disponer de un coche con chofer o el veraneo familiar de tres meses en nuestro pueblo es considerado como una ostentación de nuevos ricos. Además, sus ideas políticas de izquierdas -militaba en el Partido Republicano Radical Socialista-, sus éxitos económicos o sus artículos de El Cantábrico, en los que expresa su modo de entender la sociedad y plantea soluciones para corregir los defectos que observa, no fueron bien recibidos por muchos de sus convecinos que despectivamente les apodan «los comunistas ricos». Los Sánchez Díaz, aunque cuentan también con grandes amigos entre los intelectuales de la villa, se sienten maltratados por sus vecinos. La crisis social y política de los años 30 convierten a Ramón en un ejemplo, para unos, y un enemigo para otros y cuando la tensión social desemboca en la Guerra Civil, se ve obligado a exiliarse en Francia y su casa es saqueada y convertida en sede de la Falange. Son los peores momentos de su vida, según él mismo relata, de nuevo sin dinero, ya todos viejos y desesperanzados. Aunque poco después de la guerra, los Sánchez Díaz son rehabilitados y sus pertenencias restituidas, el escritor, dolido con sus convecinos, no volverá a su casa nunca más. Al final de su vida, hacia 1950, después de ordenar y editar de nuevo parte de sus textos, recopilados en cuatro tomos, establecerá contacto con el entonces presidente de la Diputación Provincial para donar a nuestro pueblo la Casuca Ascensión, que al poco, se convirtió en un importante foco cultural y sirvió para consolidar sus sueños en su lugar de nacimiento. Sánchez Díaz murió en Bilbao en 1960, el Ayuntamiento de Reinosa como agradecimiento le dedicó la calle que lleva su nombre y donde se sitúa la Casa de Cultura.