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Con mucho cuento

Aforos al 200%

"Ojalá pronto podamos retomar felizmente las distancias. Y recuperar nuestra vida tranquila y solitaria. Nuestra intimidad"

Nadie dijo que vivir una pandemia fuera fácil (aunque el simple hecho de estar aquí, a cualquiera de los dos lados de estas palabras, ya nos recuerda que somos afortunados), porque no, no lo es.

No es fácil luchar contra el virus y, aunque sepamos cómo tenemos que actuar y hagamos lo posible por cumplirlo, hemos de reconocer que fácil, lo que se dice fácil, no es, sobre todo ahora que ya llevamos dieciséis meses repitiendo protocolos que afectan directamente a nuestra vida y a nuestras decisiones. Pero hay esperanza. Estamos cada vez más cerca del final (dicen), y la idea de recuperar la posibilidad de decidir qué queremos hacer y qué no sin que afecte a otras personas (y a nosotros mismos) ya es ilusionante. Y, sobre todo, la idea de retomar nuestra anhelada soledad.

Y es que este virus nos ha impuesto unos hábitos muy difíciles, que al principio parecían factibles, incluso divertidos, pero que enseguida se han vuelto, reconozcámoslo, insoportables. Primero nos recomendaron no llevar mascarilla, no utilizar gel hidroalcohólico, no abusar de la higiene en general. Después, la recomendación se convirtió en imposición necesaria y, la verdad, es duro, sobre todo porque tenemos que estar todo el tiempo rodeados de gente. Cuantas más personas, mejor; cuanto más cerca, mejor. En los ascensores, en las clases, en todos los espacios cerrados: juntos, amontonados. Aforos al 150%, al 200% cuando la situación es más crítica. Y cansa, cansa evitar las distancias, acumularnos. ¡Qué nostalgia da recordar aquellos maravillosos tiempos previos a la pandemia, cuando podíamos abrir las ventanas, utilizar los espacios exteriores, pasear al aire libre sin temor!
También se hace complicado no poder llevar mascarilla (y de nada sirve tratar de disimular, colocarlas de bufanda o de diadema cuando alguien nos ve), tener que tocarnos la cara todo el tiempo. Tenía su encanto, al principio, juntarnos con amigos, con muchos amigos, cada día con un grupo distinto, toser todo lo posible, estornudarnos los unos a los otros. En aquella lejana primavera de 2020 aprovechábamos las medidas para hacer celebraciones diversas, para festejar cada día con nuestros seres queridos.

Sin embargo, la idea de vernos y abrazarnos constantemente ha pasado a ser una obligación terrible y al final nada nos gustaría más que poder quedarnos en casa solos o, como mucho, con nuestros convivientes. Nos hastían tantos eventos presenciales, tantas reuniones en interiores, tanta cercanía. ¿Quién no echa de menos pequeños placeres prohibidos como pasar la tarde leyendo o viendo una película en el sofá? La necesidad de encontrarnos siempre en una multitud de gente, la imperiosa exigencia de las aglomeraciones, que al principio enriquecía nuestra vida social, se ha convertido en una pesadilla, en una distopía. Y ya solo deseamos huir, refugiarnos en la calidez de nuestro hogar, ajenos a la locura del mundo, disfrutar del silencio.

Nadie dijo que vivir una pandemia fuera fácil (aunque el simple hecho de estar aquí, a cualquiera de los dos lados de estas palabras, ya nos recuerda que somos afortunados), porque no, no lo es.

Pero hay esperanza. Estamos cada vez más cerca del final (dicen). Ojalá llegue pronto ese final. Ojalá pronto podamos retomar felizmente las distancias. Y recuperar nuestra vida tranquila y solitaria. Nuestra intimidad.

*Celia Corral Cañas es licenciada en Filología Hispánica y doctora en Literatura Española por la Universidad de Salamanca. Ha sido becaria de investigación y profesora asociada en el Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca y actualmente es profesora de español para extranjeros y docente en el Máster en Escritura Creativa de la Universidad de Salamanca.
Como creadora ha obtenido, entre otros, el primer premio de Poesía del "XII Certamen de Jóvenes Creadores 2011", el primer premio de Relato Breve de la "33ª edición de premios José Hierro" (2014), el primer premio de Poesía de la "34ª edición de premios José Hierro" (2015), el "III Premio Internacional de Poesía Jovellanos. El Mejor Poema del Mundo" (2016) y el "IV Premio de Narrativa Carmen Martín Gaite" (2019).
En 2017 publicó el poemario La voz del animal bajo tu piel (BajAmar Editores) y en 2020 su primera novela, Tiempo para los pájaros (Ediciones Traspiés), con la que obtuvo el "IV Premio de Narrativa Carmen Martín Gaite".*

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