De camino hacia el cañón de Martvili pasamos por Tsakalrubo, la ciudad balneario de aguas sulfurosas, que en su tiempo atraía visitantes de toda la Unión Soviética y en uno de los cuales el mismo Stalin tenía una habitación permanentemente. Muchos de ellos están en estado de abandono, lo cual, para mí, lo hubiera convertido en un destino prioritario. Todo no puede ser. Un poco más adelante paramos en una taberna a encargar la comida. Yo he optado por el Tschakasbili. Hoy me salto la dieta del McDonalds. ¿Quién dijo miedo habiendo Omeprazol? Que sea lo que la providencia quiera.
En el recorrido compartiré con la juventud el bote neumático. En fin, alguna vez tenía que ser la primera que me viera en una de estas situaciones, aunque nunca hubiera presumido que fuera a ser tan lejos de casa. Y encima me toca hacerme el valiente delante de las dos jóvenes polacas, de la nipona Yuki y de su novio, Liu, el malayo del grupo, que lleva un palo selfie autonivelante. Flipo. Si fenezco, al menos saldré favorecido en el vídeo que cuelgue en Youtube.
He de matizar que tal exhibición de audacia no era precisa, pues ya había dado sobradas muestras de mi inconmensurable valor al poner mi vida en manos de la "reputadísima" ingeniería georgiana, cuando me lancé a recorrer las aéreas pasarelas metálicas que cuelgan sobre el río Okatse.
Un milenio contemplan las piedras de la catedral de Bragati, con su verde techumbre, considerada como el símbolo de la unión de los georgianos, cuyo estado a su vez procede de la integración de dos reinos caucásicos: el reino Cólquida y, entre ese y el persa, uno que tiene una sonoridad familiar para nosotros, como es el reino de Iberia.
Llevo ya unos cuantos años cotizados, de modo que tengo que garantizarme cobrar la jubilación. Hoy no pondré mi vida en juego atravesando oxidadas pasarelas metálicas ni montando en chalupas de goma. Toca día "cultureta". Además de la citada catedral, visitaré los monasterios de Gelati y Motsamati (=mártir). Al inicio del recorrido coincido con las dos polacas de ayer y nos saludamos como viejos amigos. Por suerte hay algún americano, probablemente la compañía más agradable, siempre afables y abiertos. En una calle de Berlín choqué accidentalmente con otro mochilero y, tras disculparnos, estuvimos de palique no menos de 10 minutos. Claro, hay que decir que mi inglés macarrónico, de mera supervivencia, ralentiza la conversación.
El viaje es en "matsurka" (minibús) y el conductor, además de manejar con suavidad es sumamente cortés, un profesional, no como el mendrugo de ayer. A Saba, el amable guía le interesa lo español. Mola esa sensación de proceder de un país del que solo por portar su pasaporte vas a ser mirado con especial simpatía, como me ha ocurrido en la mayor parte de los lugares que he visitado.
Volviendo al inicio, fijaos en la representación y mirad dónde tiene los "pieses" el tío de la derecha. El rey David de Georgia era un gigantón de 2.25 m. De él se cuenta que no perdió nunca una batalla, que portaba una espada de 10 kilos y que, montado a caballo, pegaba con los pies en el suelo. Pero no solo era un guerrero, además fue un promotor de la cultura y en uno de los edificios del monasterio creó la "Academia", centro de estudio al que trajo gente docta de Constantinopla o Grecia. Se puede apreciar el símbolo a la entrada: Sol y libro. (El saber ilumina).
El menú de hoy: ოსტნეულის წვნიანი y ქათამი მწვადი, regado con წყალი (agua). No tengo claro si al Omeprazol del postre no habrá que añadirle una dosis de Fortasec.
Gigantones y perros callejeros. Más que en Albania incluso, pero más apacibles. ¿Os conté lo de aquella jauría que me acosó en Shköder, en Albania? Me acojonaron. Como que desistí de acceder al castillo.
Lasha Talakhadze es el héroe nacional "qartvelebi" -nosotros diríamos georgiano- de estos tiempos. A sus 27 añitos, este mozalbete de 197 cm y 170 kilos tiene en su poder dos medallas de oro olímpica, 4 campeonatos del mundo y 5 de Europa en la categoría de mayor masa corporal de halterofilia, habiendo llegado a levantar 223 kilos en arrancada y 265 en dos tiempos. Angelito. (Ahora es cuando alguien me dice que hay un "Iñaki" que levanta el doble...o el triple....o el cuádruple).¿Y a qué cuento viene el figura?. Resulta que bajo al SPAR (Con R. Ya me gustaría) a comprar algo de comida sana y, ¡manda huevos!, ¡Entendía la canción que se escuchaba por el hilo musical del súper!. Algo del tipo de "por qué me dejaste y te fuiste con otra, vuelve conmigo, mi amol". En cuanto he visto a un reponedor he estado por decirle "Chaval, ¿Tú no sabes quién es Rosendo?". Sin embargo, inmediatamente me he percatado de que "Chaval" era un mocetón de dos metros, así que, a pesar de ser consciente de mi constitución rocosa, he preferido disfrutar de ese estupendo reaggetón que gentilmente me estaban dedicando. ¡Bien por mi agilidad mental!
Por cierto, "Chaval" era un tío súper afable y, a pesar de no hablar ni una palabra de inglés y yo solo una de georgiano (¡Toma, 1-0!) Me ha llevado a la zona de los yogures. Bueno, a su magnífica disposición hay que añadir la bondad del traductor de Google, que algo ayuda en estas eventualidades, aunque desvirtúe el espíritu del viaje.ç
Miguel Sainz visto por si mismo:
Gran urbe y montaña, hogareño y viajero, el más cagón y el menos pusilánime, estudiante de Matemáticas y profesor de Física, abierto y antisocial, riguroso y anárquico. Hago muchas cosas y, sin embargo, todas mal. Una de las que peor, viajar. Allí mismo y ¿qué pintó aquí?. Ah, y si algún día te cruzas por ahí con un dandy, bien peinado y rasurado y vistiendo un traje de Armani, acércate a saludarle; seguro que no soy yo.
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