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Con mi compañera de color

ქუთაისი (Kutaisi). Georgia. Comienza el viaje

ქუთაისი (Kutaisi). Georgia. Comienza el viaje

Tras cinco días de turisteo por las insulsas capitales de Alemania y Austria, ardo en deseos de iniciar el viaje...

Dadas las exiguas dimensiones de las plazas en las compañías de bajo coste y tomando en consideración lo poco que me gusta ese medio de transporte, el vuelo con los húngaros de WizzAir, especializados en el este de Europa, me resulta eterno. Así, tras cuatro horas largas en las que el autobús alado que, de manera inconcebible, flota en el límite de la Troposfera, el jovencísimo y elegante turista y su compañera de color -su mochila negra, no penséis en un Cela de la vida- es depositado en la capital del antiguo reino Cólquida. No tiene mucho mérito, pues a este lugar, en la costa oriental del mar Negro, ya unos cuantos siglos antes arribó Jasón, acompañado de sus coleguitas, los argonautas, con intención de robar la áurea pelleja de un carnero. Lo sé porque me lo han contado, pues cerré el libro "in aeternum" cuando vi que en las primeras diez páginas no aparecía ninguna ecuación que dotase de verosimilitud al relato. Os adelanto que en esta historia aparecerán tíos más feos que un pie, pero si lo que estáis esperando son cantos de sirenas, apariciones de arpías o luchas con dragones, ya os ahorro el trabajo.

El pequeño aeropuerto de Kutaisi es de corte moderno y está comenzando a ser destino de aerolíneas de low cost. El tráfico aéreo es escaso, lo que redunda en que el trámite del control fronterizo sea relativamente rápido. Nada más abandonar el "finger" me percato de que el alfabeto propio que utilizan los georgianos no va a ser demasiado colaborativo. Acabo de llegar y ya estoy temiendo que voy a pasar más hambre que un ratón en una ferretería. De esta me quedo raquítico, a no ser que sea capaz de memorizar cómo se escribe "Mc Menú" en los caracteres de la lengua vernácula.

Cuando salgo al exterior, bajo un sol abrasador, lo primero que me llama la atención es que allí, a más de 5000 kilómetros por carretera de su lugar de origen, un autobús de la empresa "Hermanos López", de Sevilla, aguarda a un grupo de pasajeros. La verdad es que me hace sentir incómodo, pues si algo no busco es la compañía de compatriotas. Me siento reconfortado cuando me percato de que su matrícula es portadora de la cruz de San Jorge, el escudo del país.

 

Kutaisi, la segunda en número de habitantes de Georgia, es una ciudad en construcción. El país entero lo es. Tras el desmembramiento de la Unión Soviética, el pequeño estado de 4 millones de habitantes comienza ahora a salir de un pozo de miseria y corrupción en que se ha visto sumido durante décadas. A la escasísima competitividad de su industria se unió una guerra en los años noventa por el control de los territorios de Abjasia y Osetia del Sur, cuya titularidad disputa con Rusia, que contribuyó a depauperar más incluso su frágil economía. En 30 años, la ciudad que fuera el principal foco industrial del país, ha visto reducida su población a la mitad. Las calles están levantadas y es difícil encontrar una acera, de modo que toca andar con mil ojos, so pena de meter el pie en un socavón o ser arrollado por uno de esos vetustos coches soviéticos o más modernos chinos, con el volante indistintamente a izquierda o derecha, que pegan brincos a los mandos de los indisciplinados conductores locales. Sin embargo, los lugareños están contentos pues, no siendo Turín, y aunque sigue siendo una ciudad "dura", al menos parece que han superado esa etapa en que la miseria, la droga y la delincuencia se apoderaron de la urbe.Antes de llegar ya sabía que el país protegido por San Jorge (debe de ser el santo benefactor más zángano, vistos los acontecimientos) es tierra de grandísimos campeones, como el haltera Lasha Talakadze o de grandes canallas, como Iosif Vissarionovich (Stalin). Ahora sé que también lo es de tíos barrigudos con aspecto simiesco y de mujeres con más mostacho que un adolescente bigotón. Y lo llamarán pelusilla.

Cuando miro en internet, interesándome por lugares que merezcan la pena, observo que en el entorno de la ciudad en la que me alojaré los primeros días, hay varios destinos que me gustaría visitar. Vista la dificultad para encontrar medios de transporte públicos que me trasladen hasta ellos, decido unirme a un grupo que organiza una empresa turística local, que me traiga y me lleve a los que ellos consideren que son los lugares más interesantes del entorno. Poco voy a interactuar con los lugareños, que es lo que me anima a viajar. Es el precio de la pereza. No se repetirá.

En el punto de reunión, a la hora convenida, subo al coche en el asiento izquierdo de la fila de medio y delante de mí se acomoda la joven guía. Pero, ¿Entonces? ¿Quién es el orangután que nos estaba esperando? Qué desasosiego. Mira que si en vez de tratarse de quien yo había tomado por el chófer, es quien me sacará los higadillos. Duda resuelta. Aquí cada coche es de una madre, lo mismo ves un Land Cruiser "top" que un Trabant milenario. En esta ocasión me toca ir en un Honda con el volante a la derecha y los rótulos en japonés. Bueno, qué más da dónde esté el volante, el homínido va a conducir indistintamente por el centro, por la izquierda o por el lado correcto. Maneja a todo lo que da el auto, que afortunadamente es poco, mientras consulta el móvil. A saber de dónde ha salido ese coche.

El primer destino será la Curva de Prometeo y la zona de icnitas aledaña. Los georgianos parecen no tener demasiada fe en la madre naturaleza y han optado por apuntalar la gruta con pilares de hormigón. Su visión me produce hilaridad. El recorrido por la cavidad dura unos 50 minutos y la guía, o por mejor decir, la conductora, que nos lleva a toda prisa, no da ni una mísera explicación a los más de 60 visitantes que entramos de una tacada. Estando dentro recuerdo haber leído que el Cáucaso es una zona de actividad sísmica. ¡Bien por los puntales! 

*Miguel Sainz visto por si mismo:

Gran urbe y montaña, hogareño y viajero, el más cagón y el menos pusilánime, estudiante de Matemáticas y profesor de Física, abierto y antisocial, riguroso y anárquico. Hago muchas cosas y, sin embargo, todas mal. Una de las que peor, viajar. Allí mismo y ¿qué pintó aquí?. Ah, y si algún día te cruzas por ahí con un dandy, bien peinado y rasurado y vistiendo un traje de Armani, acércate a saludarle; seguro que no soy yo.*

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